(RV).-Corría el año 1908 cuando Roma, tras una grave crisis económica renunció a las
Olimpiadas que fueron finalmente celebradas en Londres. Ese mismo año, el inventor
de los Juegos, el francés Pierre De Coubertin, pidió ayuda a la Santa Sede para promover
las Olimpiadas y fue el mismísimo Papa San Pío X quien le ofreció su apoyo. Han pasado
más de cien años y por tercera vez, Londres es la anfitriona de las Olimpiadas. La
XXX edición de los Juegos Olímpicos comienza esta tarde en la capital británica. Estos
interesantes momentos de la historia al inicio del Novecientos se recogen en el libro
“Pío X y el deporte” de Antonella Stelitano. Una época en la que menos del 1% de la
población hacía deporte y quién lo practicaba lo hacía como adiestramiento militar
o como pasatiempo de la clase noble, tal y como explica la autora en una entrevista
realizada por Radio Vaticano. “San Pío X vio la posibilidad de que el deporte fuera
educativo. Una forma de acercar a los jóvenes, para que estando juntos siguieran una
reglas y respetaran al adversario. Creo que -continúa diciendo la autora- entendió
que era posible hacer que las personas estuvieran juntas de una forma muy simple,
unirlas sin problemas de raza, religión o ideas políticas diferentes”. Ante la dificultad
de aquella época de comprender la gimnasia, Antonella Stelitano recuerda, al final
de la entrevista, las palabras que el Papa San Pío X habría dicho a uno de sus cardenales:
“Muy bien. Si no entienden que es algo que se puede hacer, me pondré yo a hacer gimnasia
delante de todos; así verán que si la hace el Papa, la puede hacer todo el mundo”.
(RC-RV)