¡Nunca es tarde para la paz, la justicia, el amor y la libertad!
(RV).- Sumándose a los apremiantes
llamamientos de Benedicto XVI, la presidencia del Consejo de las Conferencias Episcopales
de Europa expresa su profunda preocupación y tristeza, ante la escalada de violencia
en Siria, donde las armas parecen haber ocupado el lugar del diálogo. Refiriéndose
a esta situación, que desde hace meses, preocupa y entristece profundamente «a la
Iglesia y a toda la comunidad internacional» – se lee en una declaración – los obispos
de Europa esperan que «las autoridades del país, la población y todos los creyentes
de todas las religiones, miren a Dios y encuentren el camino que haga cesar todas
las hostilidades, deponer las armas y emprender la senda del diálogo, de la reconciliación
y de la paz».
Tras señalar que el conflicto que está sufriendo Siria «no puede
sino llevar consigo inevitablemente lutos, destrucciones y graves consecuencias para
el noble pueblo sirio», la presidencia del Consejo de las Conferencias Episcopales
de Europa recuerda que «la guerra es un callejón sin salida». Y que «la felicidad
solo se puede alcanzar juntos, nunca prevaleciendo los unos contra los otros».
Advirtiendo
que «los próximos días pueden ser decisivos para los resultados de esta crisis», los
obispos europeos exhortan «a todos los cristianos de Europa a multiplicar su compromiso
de oración por la paz en esa región». Sin olvidar que «nuestra fe nos lleva a esperar
que sea posible una solución de la crisis, leal y constructiva, en el respeto de los
intereses de cada uno».
Por lo que «es necesario encontrar nuevamente el espacio
para un diálogo de paz». Pues «nunca es tarde para comprenderse, para negociar y construir
juntos un futuro común». Con la certeza de que «con la ayuda de Dios, el buen sentido
puede prevalecer y brindar una convivencia pacífica en la verdad, en la justicia,
en el amor, en la libertad y en el respeto de todas las minorías, en particular de
los cristianos del país», este nuevo apremiante llamamiento a la paz en Siria está
firmado por el presidente y los vicepresidentes del Consejo de las Conferencias Episcopales
de Europa.