Iglesia en Colombia, extracción de recursos minerales
(RV).- (Con Audio) Uno de los problemas generalizados en todo el mundo que últimamente
forman parte de la información cotidiana es el que atañe a la explotación desmedida,
y discriminatoria del bien común de la población y de su patrimonio en materia de
recursos minerales. El problema es sentido también en Colombia y por este motivo,
en su declaración final, la Nonagésima tercera Asamblea del Episcopado Colombiano,
expresó su preocupación por el impacto de los proyectos minero energéticos en las
comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas. Pidió legislar para que las utilidades
se inviertan “de manera justa y equitativa en el desarrollo nacional y regional”.
Escuchemos a Mons. José Daniel Falle Robles, Obispo Auxilar de Cali, Secretario de
la Conferencia Episcopal Colombiana. (Audio) (PLJR - RV)
Texto
completo de la declaración de la Conferencia Episcopal de Colombia
LA REALIDAD
MINERO ENERGÉTICA ACTUAL RIESGOS Y POSIBILIDADES
Introducción
Los
obispos de Colombia reunidos en Asamblea Plenaria, fieles al deber fundamental de
acompañar a nuestro pueblo, acogemos los clamores y esperanzas de las comunidades
de las regiones donde actualmente hay procesos de explotación y aquellas donde están
en marcha estudios y solicitudes para proyectos minero energéticos.
Lo que
valoramos:
Somos un país con uno de los mayores índices de biodiversidad y
recursos hídricos: tenemos páramos, parques naturales, zonas de reserva forestal,
humedales de interés internacional. En pocas palabras, somos un país con una gran
riqueza agrícola, ganadera y minera.
Tenemos, además, una rica diversidad
de regiones, etnias y culturas. Igualmente destacamos una creciente conciencia del
ciudadano colombiano sobre el cuidado y la responsabilidad de la creación que nos
fue dada como herencia para todos.
Reconocemos la urgencia para el país de
un desarrollo sostenible y verdaderamente humano.
Lo que nos ilumina:
Nosotros
los creyentes, anunciamos “la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. Buscamos
configurar nuestra vida con la praxis de Jesucristo, que es para nosotros el Evangelio
de la Vida y que vino para darla y para que la “tengamos en abundancia”. De allí brota
nuestra identidad de ser un “pueblo al servicio de la vida” (EV, 79).
El desarrollo
y el crear verdaderas condiciones de vida digna para nuestro pueblo, necesitan de
la verdad de Jesucristo. “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay
conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses
privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad” (CV,
5).
Desde esa luz de la fe sentimos el compromiso de trabajar por un desarrollo
auténticamente humano y una Colombia justa y fraterna, pues para nosotros los creyentes
“el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (PP, 76).
Lo que nos preocupa:
Somos
conscientes de la creciente necesidad de energía en el país y en el mundo, así como
de la cada vez mayor demanda de materias primas. Sin embargo, nos preocupa profundamente:
La
presencia de proyectos mineros en territorios de comunidades campesinas, indígenas
y afrocolombianas sin el debido enfoque social y ambiental.
La destrucción
de la naturaleza selvática del país, pulmón del planeta.
El creciente desequilibrio
y aun oposición, entre el desarrollo de la minería y el desarrollo humano agrario
que genera desempleo, nuevas pobrezas y grave deterioro de la salud como efecto de
prácticas inadecuadas en la explotación; igualmente es un detonante de conflictos
ambientales y sociales generadores de nuevas violencias.
Asistimos a un modelo
minero de extracción sin suficiente desarrollo tecnológico e industrial ni del sector
terciario en las zonas de minería y con un alto impacto ambiental. Por ello tiene
un escaso impacto social en el desarrollo humano de las regiones mineras.
Por
otra parte, el desconocimiento de las razones históricas que llevaron a la minería
informal y el surgimiento de una verdadera “minería ilegal” y violenta.
Lo
que proponemos:
Ante la realidad anteriormente enunciada, los Obispos colombianos
proponemos:
Repensar creativamente un nuevo modelo de desarrollo que tenga
como centro el respeto de la dignidad de la persona humana y sus derechos fundamentales;
que responda a las necesidades actuales pero que garantice su sostenibilidad para
las generaciones futuras; no es aceptable un modelo de riqueza para hoy y pobreza
para mañana. Un modelo con criterios morales y éticos, que haga de Colombia un Estado
social de derecho, que responda a las necesidades de toda la población y que asuma
el cuidado de la creación que Dios nos entregó para que la administremos con responsabilidad. Al
Estado:
Que formule un código minero moderno, justo, motor y garante del desarrollo
humano. Que este código sea elaborado por el Estado en reflexión interna y con
la consulta a organizaciones, grupos y movimientos sociales cercanos a las necesidades
de las gentes. Que actúe con firmeza frente a la destrucción incontrolada del medio
ambiente y a impulsar el desarrollo de tecnologías y métodos de extracción amigables
con la naturaleza. Que las grandes utilidades se inviertan de manera justa y equitativa
en el desarrollo nacional y regional, al igual que legislar para que esto se haga
una realidad.
A la industria minera: comprometerse en su tarea con una mirada
más humana y acoger los desafíos éticos que esta actividad implica, al tiempo que
reconocemos su aporte al desarrollo.
Al pueblo colombiano:
Mantener
viva la conciencia sobre la responsabilidad que tenemos con la creación y organizarse
y comprometerse activamente para lograr un desarrollo amigable con la naturaleza. Fortalecer
la democracia: en la institucionalidad del Estado así como en la institucionalidad
civil.
Nuestro compromiso:
Nos comprometemos como Iglesia colombiana,
a continuar el acompañamiento permanentemente a nuestro pueblo en la búsqueda de la
verdad y la justicia al servicio de la vida, favoreciendo el diálogo constructivo
y evitando la violencia. Convocamos fraternalmente a las otras iglesias a trabajar
conjuntamente en este propósito.
Nos comprometemos a seguir acompañando al
Estado, a la industria minera y al pueblo colombiano en la construcción de un desarrollo
humano, integral, solidario y sostenible .
“El Señor Dios tomó al hombre
y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara” (Gn 2,15).
Bendito sea Dios que nos puso al servicio de la vida. Fuente: CEC