(RV).- (audio) La Iglesia celebra hoy
la fiesta de San Benito, co-patrono de Europa. El Papa, que ha puesto su pontificado
bajo la protección del santo de Nursia, dedicó al Padre del monacato occidental la
audiencia general del 9 de abril de 2008, invitando a los fieles a seguir su exhortación:
de no anteponer nada a Cristo.
“De la crisis a la renovación”: este fue el
camino seguido por Benito de Nursia, de acuerdo con el perfil señalado por el Papa.
Nacido en el 480, cuatro años después de la caída del Imperio Romano, Benito se encontró
ante una sociedad que había pasado de la prosperidad a la pobreza. Su ruta inicia
cambiándose a sí mismo. A los veinte años, se retiró a una cueva cerca de Subiaco
para superar - dice el Papa - las tres tentaciones fundamentales de todo ser humano:
“La
tentación de sí mismo y el deseo de ponerse en el centro de todo; la tentación de
la sensualidad y, por último, la tentación de la ira y de la venganza. De hecho, Benito
estaba convencido de que, sólo después de superar estas tentaciones iba a ser capaz
de decir una palabra útil a los demás acerca de sus propias situaciones de necesidad.
Y así, pacificada su alma, sería capaz de controlar plenamente los impulsos del yo,
para ser por lo tanto un creador de paz a su alrededor”.
La fórmula de la
existencia cristiana para Benito era: “Jesús vive en mí, vive en nosotros para transformar
el mundo”. Y el santo eremita se dejó cambiar por Dios a través de la oración. Un
contacto vivo con Cristo, no estéril intimismo consolatorio. La oración produce obras:
"Ora et labora". Y así, los monasterios benedictinos forjaron la nueva civilización
europea, relanzaron la agricultura, la artesanía y el comercio, basado en la solidaridad.
Preservaron tanto la cultura pagana como cristiana.
El santo de Nursia puso
a Cristo en el centro de su vida, como el camino del "verdadero yo", y se cambió a
sí mismo, a los demás, y a todo un mundo. Hoy, Europa - explica el Papa - ciertamente
necesita soluciones políticas y económicas para superar su crisis, que es sobre todo
crisis de identidad y crisis de valores. Pero para "crear una unidad nueva y duradera",
tiene sobre todo necesidad de "una renovación ética y espiritual que se base en las
raíces cristianas del continente, de lo contrario no se podrá reconstruir Europa":
"Sin
esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la tentación antigua
de redimirse a sí mismo. Utopía, que en muchos aspectos, ha provocado en la Europa
del siglo XX, como reveló el Papa Juan Pablo II, “una regresión sin precedentes en
la atormentada historia de la humanidad”. (ER –RV)