(RV).-“En esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado
el drama de la historia del mismo papado” dijo el Papa Benedicto XVI en la solemnidad
de los apóstoles san Pedro y San Pablo, en la misa que celebró en la Basílica Vaticana,
en la que impuso el simbólico palio a 43 arzobispos del mundo. (Audio) Refiriéndose al
pasaje del Evangelio de san Mateo (cf. Mt 16, 16-19) en el que Pedro reconoce a Jesús
como Mesías e Hijo de Dios, el Papa afirmó que “el reconocimiento de la identidad
de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene «de la carne y de
la sangre», es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de
Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte
y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la «carne y sangre»:
Él «se puso a increparlo: … [Señor] eso no puede pasarte» (16, 22). Y Jesús, a su
vez, le replicó: «Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo…» (v. 23).
El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta
en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la
que se puede tropezar – en griego skandalon. Así se manifiesta la tensión que existe
entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre
Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del
mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una
parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el
fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emerge también, a lo largo
de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios
puede transformar.”
De esta manera, con gran humildad, lucidez y don de gobierno,
el Papa puso la luz del Evangelio de Jesús sobre el drama que el papado atraviesa;
este tironeo entre el don de Dios y la debilidad de los hombres, que aparece a lo
largo de los siglos, que va más allá de “intrigas palaciegas”, pero que hoy se ventila
bajo el nombre de “vatileaks”, por ejemplo. En el mismo sentido el Papa iluminó
con decisión y firmeza, sobre la posibilidad concreta de resolución profunda del drama
histórico, se trata de la apertura a la acción de Dios. Como dijo: “la debilidad de
los hombres que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar.”
Por
eso, cuando habló de la autoridad concedida a Pedro expresó: “aparece claramente que
la autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta
gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del ministerio
de la Iglesia. La Iglesia, no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que
se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por
medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro
y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz
desde el Calvario. Así, podemos también comprender porqué, en el relato del evangelio,
tras la confesión de fe de Pedro, sigue inmediatamente el primer anuncio de la pasión:
en efecto, Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha
derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora
la humanidad entera.” Sí, tenemos que reconocer los pecados para que nos purifique
la cruz de Jesús, para que nos sane el río inmenso de la misericordia. jesuita Guillermo
Ortiz - RV