(RV).- Nuestro director general, el Padre Federico Lombardi aborda en su editorial
para el semanario Octava Dies del Centro Televisivo Vaticano la iniciativa que tuvo
lugar en Roma con motivo de la Jornada mundial del refugiado. (Audio)
“Morir
de esperanza”, es el título paradójico de la vigilia de oración organizada en Roma
con ocasión de la Jornada mundial del refugiado, el 20 de junio, por las asociaciones
empeñadas en este ámbito. Oración en memoria de quien ha muerto en el curso de los
dramáticos viajes para huir de las persecuciones, de las violaciones de los derechos
humanos, del hambre…, de tantos, demasiados países del mundo.
Se muere
asfixiados en los camiones, se muere de sed y de hambre atravesando los desiertos,
se muere agredidos por los predadores, se muere pasando los ríos y las montañas,
se muere tratando de atravesar el mar apiñados en las embarcaciones más pequeñas e
inseguras que existan. Se habla de veinte mil muertos en los últimos años en los viajes
hacia Europa, de los cuales casi tres mil en el último año, tratando de llegar a Italia
a través del Mediterráneo.
Pero no se escapa sólo hacia los países
más ricos. En los últimos meses más de setenta mil personas se refugiaron en el campo
de Mberra en Mauritania, huyendo de Mali, dividido por la guerra civil. ¿Y en cuántas
partes de África los conflictos han hecho surgir inmensos campamentos de refugiados?
Las
historias de cada una de estas personas en fuga son una más conmovedora que la otra.
Del campo de Mberra han llegado los relatos de tres mujeres jovencísimas con niños
pequeños, cuyos maridos desaparecieron en el conflicto, indefensas y vulnerables,
con frecuencia víctimas de abusos sexuales.... ¿Pero cuántas otras, cuántos otros?
Y además, ¿cómo y de dónde volver a partir cuando ya no se tiene nada y se está completamente
desarraigados?
Además de darles donde repararse y de comer, es necesario
dar escucha, comprensión, acogida humana y espiritual, reconstruir ese mínimo de confianza
en los demás y en la vida de donde la esperanza pueda relanzarse hacia adelante. Es
uno de los desafíos más grandes para los creyentes y las personas de buena voluntad
que quieran, verdaderamente, volver a partir desde los últimos para construir un mundo
mejor.