(RV).- Benedicto XVI dialogó con las familias, compartiendo alegrías y sufrimientos.
En la vigilia de la solemne clausura del VII Encuentro Mundial de las Familias - en
la Fiesta de los testimonios - en un encuentro lleno de cariño y sencillez, adornado
con cantos y coreografías sugestivas, en el Parque Bresso en Milán, con más de trescientas
cincuenta mil personas, el Papa respondió cordialmente a cinco preguntas, renovando
su cercanía a los afectados por el terremoto en la región italiana de Emilia.
La
primera que habló con el Santo Padre fue una niña vietnamita, que lo saludó diciendo:
«Hola, Papa»,
para luego presentarse diciendo «soy Cat Tien, vengo de Vietnam. Tengo siete años...
me gustaría mucho saber algo de tu familia y de cuando eras chico, como yo...»
Y
el Papa le respondió con cariño: «Gracias, queridísima...
fueron momentos inolvidables... éramos un corazón y un alma sola... aun en tiempos
muy difíciles, por la guerra... la dictadura... la pobreza... Pero el amor recíproco
que había entre nosotros, la alegría por las cosas sencillas, era más fuerte y así
se podían superar también esas dificultades. Me parece que esto es algo muy importante:
que aun las cosas pequeñas nos dieran felicidad... porque percibíamos que la bondad
de Dios se reflejaba en nuestros padres y entre nosotros como hermanos. Y, en verdad,
si trato de imaginar cómo será el Paraíso, pienso en mi juventud, en mi infancia...
en este sentido espero ir a ‘casa’, cuando iré al más allá»....
Luego, una
pareja de novios de Madagascar, que anhelan el matrimonio, pero que manifestaron sus
preocupaciones ante una decisión definitiva. El Papa habló de la diferencia entre
el enamoramiento y el amor: «Pienso a menudo en
las bodas de Caná. El primer vino es bellísimo, es el enamoramiento. Pero no dura
para siempre: es necesario que venga el segundo vino, es decir que tiene que fermentar
y crecer, madurar... Un amor definitivo, que llegue a ser realmente el ‘segundo vino’,
es más bello y mejor que el primero. Es lo que se debe buscar. Además, es importante
que el ‘yo’ ni ‘el yo y el tú’ no se queden aislados, sino que esté implicada también
la comunidad de la parroquia, la Iglesia, los amigos...»
Un matrimonio de Grecia
habló de la dramática crisis que está sufriendo su país. A pesar de creer en la Providencia
– dijeron – nos cuesta pensar en el futuro de nuestros hijos... qué hacer para no
perder la esperanza, qué puede decir la Iglesia a todas esas familias que no ven perspectivas
positivas...
«Queridos amigos,
gracias por este testimonio que conmueve mi corazón y el corazón de todos ¿qué podemos
responder? Las palabras no bastan. Empezando por la política: me parece que debería
crecer el sentido de la responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas
que no pueden realizar, que no busquen sólo votos, sino que sean responsables, por
el bien de todos y que se entienda que la política es también responsabilidad humana
y moral ante Dios y ante los hombres. Sin embargo, nosotros ¿qué podemos hacer? Creo
que sería una ayuda el hermanamiento entre ciudades, entre familias, entre parroquias...
que una familia de Occidente, de Italia, de Alemania, de Francia pueda asumirse la
responsabilidad de ayudar a otra familia. Así también las parroquias y las ciudades,
que se asuman realmente la responsabilidad y ayuden concretamente. Os aseguro que
yo y muchos otros rezamos por vosotros y este rezo no es sólo decir palabras, sino
que abre el corazón a Dios y de este modo inspira creatividad para encontrar soluciones».
Un
matrimonio de Estados Unidos, con seis hijos, subrayó la dificultad de conciliar las
dos prioridades del trabajo y la familia:
«Quisiera invitar
a los empleadores a pensar en la familia, a que contribuyan para que las dos prioridades
se puedan conciliar. Está también el domingo, la fiesta: ¡espero que el domingo se
guarde también en Estados Unidos! Me parece muy importante, el domingo es el día del
Señor y por ello es también ‘día del hombre’, para que seamos libres. En esta libertad
de los unos para los otros, para sí mismos, se es libres para Dios ¡Pienso que, defendiendo
el domingo, defendemos la libertad del hombres!».
Una pareja brasileña
habló del drama que sufren tantos divorciados católicos que se han vuelto a casar:
«En realidad, este
problema de los divorciados que se han vuelto a casar es uno de los grandes sufrimientos
de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas simples. El sufrimiento es grande y sólo
podemos exhortar a las parroquias y a todos a ayudar a estas personas. Además, debemos
que decir que la Iglesia las ama y deben ver y percibir este amor. Me parece una gran
tarea para una parroquia, para una comunidad católica, el que haga verdaderamente
lo posible para que estas personas se sientan amadas, aceptadas, que no están ‘apartadas’
aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía, tienen que ver que, también
así, viven plenamente en la Iglesia».
Luego el Papa volvió a saludar con
cariño y cercanía a los afectados por el terremoto en Emilia y abrazó a un matrimonio
de la localidad de Cento:
«Queridos amigos,
sabéis que sentimos profundamente vuestro dolor, vuestro sufrimiento y que rezo cada
día para que termine al fin este terremoto. Todos queremos colaborar para ayudaros:
estad seguros de que no os olvidamos, que hacemos cada uno lo posible para ayudaros
– Caritas, las organizaciones de la Iglesia, el estado, las comunidades – cada uno
quiere ayudaros, tanto espiritualmente con la oración, con la cercanía de nuestro
corazón, como materialmente. Rezo constantemente por vosotros. ¡Que Dios os ayude
a todos! Os deseo lo mejor y ¡que el Señor os bendiga!»