(RV).- Este mediodía Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio que da a
la Plaza de San Pedro para dirigir el rezo del Regina Coeli. En sus palabras para
introducir el rezo mariano, el Papa centró su reflexión en la Ascensión de Jesús al
Cielo, cuando regresa a su Padre como el evento que marca el cumplimiento de la salvación
iniciada con la Encarnación. La Ascensión nos dice que en Cristo nuestra humanidad
es llevada a la altura de Dios de tal modo que cada vez que oramos, la tierra se
une al Cielo atraviesa los cielos y alcanza el Trono de Dios, es escuchada por Él
y es respondida. El Sucesor de Pedro aludió además a la importancia de la oración
diciendo que cada vez que oramos, la tierra se une al Cielo atravesándolo hasta alcanzar
el Trono de Dios, es escuchada por Él y es respondida.
NUEVA TRADUCCIÓN DEL
REGINA COELI DOMINGO 20.05.12
¡Queridos hermanos y hermanas!
Cuarenta
días después de la Resurrección -según el Libro de los Hechos de los Apóstoles- Jesús
ascendió al Cielo, es decir regresó al Padre, del cual había sido enviado al mundo.
En muchos Países este misterio es celebrado no el jueves, sino hoy, el domingo siguiente.
La Ascensión del Señor marca el cumplimiento de la salvación iniciada con la Encarnación.
Después de haber instruido por última vez a sus discípulos, Jesús sube al cielo. Él,
sin embargo no se separó de nuestra condición; en efecto, en su humanidad, asumió
con Él a los hombres en la intimidad del Padre y así ha revelado la destinación final
de nuestro peregrinar terreno. Así como por nosotros descendió del Cielo, y por nosotros
ha sufrido y a muerto sobre la cruz, también por nosotros ha resucitado y ha regresado
a Dios, que por ello no está lejano.
San León Magno explica que con este misterio
viene proclamada no solo la inmortalidad del alma, sino también aquella de la carne.
Hoy, en efecto, no solo somos confirmados como poseedores del paraíso, sino que también
somos penetrados en Cristo en las alturas del cielo. Por esto los discípulos, cuando
vieron al Maestro elevarse de sobre la tierra y levantarse hacia lo alto, no fueron
invadidos por el desconsuelo,como se podría pensar, sino que por el contrario, experimentaron
un gran gozo y se sintieron impulsados a predicar la victoria de Cristo sobre la muerte.
Y el Señor resucitado actuaba con ellos, distribuyendo a cada uno un carisma propio.
Lo escribe todavía san Pablo: «repartió dones a los hombres … Él comunicó a unos el
don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros
pastores o maestros ... organizó en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo …
hasta que todos lleguemos a la plenitud de Cristo» (Ef 4,8.11-13).
Querido
amigos, la Ascensión nos dice que en Cristo nuestra humanidad es llevada a la altura
de Dios; así, cada vez que oramos, la tierra se une al Cielo. Y como el incienso,
quemando, hace subir hacia lo alto su humo, así, cuando elevamos al Señor nuestra
confiada oración en Cristo, ella atraviesa los cielos y alcanza a Dios mismo y es
escuchada por Él y es respondida. En la célebre obra de san Juan de la Cruz, Subida
al Monte Carmelo, leemos que «para alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro
corazón, no hay mejor medio que poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa
que es más gusto de Dios; porque entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la
salvación sino aun lo que Él ve que nos conviene y nos es bueno aunque no se lo pidamos»
(Libro III, cap. 44, 2).
Supliquemos a la Virgen María, para que nos ayude
a contemplar los bienes celestiales que el Señor nos promete, y para que seamos testigos
siempre más creíbles de su Resurrección y de la verdadera Vida. Traducción: Patricia
L. Jáuregui Romero