(RV).- Nuestro Director General, el Padre Federico Lombardi dedica su editorial Octava
Dies del Centro Televisivo Vaticano a la libertad de conciencia y de religión.
(Audio)
Los obispos canadienses
publicaron una importante carta pastoral “sobre la libertad de conciencia y de religión”.
Es otro llamamiento, de valor non sólo local, que tiene la importancia de temas que
se han vuelto cruciales para el testimonio y el compromiso de los creyentes y de la
comunidad de la Iglesia en nuestro tiempo. Sabemos bien cuánto el Papa los ha recordado
y profundizado en sus intervenciones, como los Mensajes para la Jornada de la Paz
y los discursos al Cuerpo diplomático.
Los aspectos principales de la
cuestión son dos: Ante todo, el de la violación explícita de los derechos. Un estudio
reciente pone de manifiesto que “más del 70% de los países imponen restricciones jurídicas
o administrativas que en la práctica anulan los derechos de los creyentes individuales
o de ciertos grupos religiosos” (The Pew Forum on Religion and Public Life).
Otro informe afirma que “hoy más del 75% de las persecuciones religiosas en el mundo
se refiere a los cristianos” (Ayuda a la Iglesia Necesitada). Pero también
está el sector de las insidias más sutiles, debidas a un relativismo que se vuelve
tan agresivo como para digerirlo – como recordaba el Papa – “contra las personas
que dicen saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida”.
Este
segundo sector es cada vez más sensible en las sociedades occidentales y no es casual
que, además del intenso debate hoy en curso en los Estados Unidos, sobre todo en el
ámbito de la salud pública, se añada ahora el documento canadiense, que afronta el
tema con equilibrio, profundidad y amplitud de horizontes. Mira a reafirmar el derecho
de la religión a intervenir en la esfera pública, a preservar las correctas relaciones
entre la Iglesia y el Estado, a formar las conciencias en la verdad objetiva, a proteger
el derecho a la objeción de conciencia.
Los creyentes y la Iglesia
no buscan más que el bien común, y deben poder hacerlo sin que su conciencia y su
fe padezcan violencia. Ésta es la puesta en juego, que en nuestro tiempo debe confrontarse
con situaciones culturales y sociales diversas y nuevas. El Papa nos ayuda trabajar
en profundidad, en diálogo abierto y constructivo con nuestro tiempo. Sus grandes
discursos en la Westminster Hall de Londres y en el Parlamento de Berlín son ejemplos
luminosos de ello. Proseguimos por este camino.