(RV).- (Audio)
Generalmente está
fijo, colgado como una planta de adorno en la pared, o plantado como un gajo sin nido,
siempre seco, que parece imposible de brotar. Pero el árbol real de la cruz se mueve
contigo, confiesa Teofilo Pereira.
Entonces no eres un crucificado –reflexionó
su amigo Daniel.
Eres un cristo con la cruz a cuestas o un cireneo, explico
Pereira. Cristo murió en la cruz, pero antes la cargó él y el Cireneo hasta la sima,
camino cuesta arriba y no por una autopista sino por un sendero empedrado. Es la cruz
en movimiento lo que duele. La cruz pesa cargándola encima en el camino. Es ahí cuando
cuesta y viene la tentación de abandonar.
Pero ¿que sentido tiene empeñarse
con lo que duele? insistió Daniel.
Es que “lo que vale cuesta”, respondió Pereira.
Mi cruz es el trabajo duro por vencerme a mi mismo en la preparación de la tierra
a la semilla buena; el trabajo duro de construir y sostener la familia; de ayudar
al crecimiento de los hijos tantas veces dramático; de pensar en el otro y no sólo
en mí mismo.
No digo que no haya otras cruces -concluyó Pereira-, pero si cargas
esta con amor, aunque parezca un palo muerto que no brotará nunca, siempre resulta
una bendición. Y el árbol seco reverdece sustanciosamente abrevado en el amor. Y este
amor puede ser el mismo Amor invencible de Dios, que inflama hoy el corazón de Cristo
Resucitado.