2012-05-01 14:36:26

La Iglesia viva, vibró unida


jesuita Guillermo Ortiz
Reflexiones en frontera

(RV).- (Audio) RealAudioMP3 Los dos millones de personas en Roma son sólo parte de la visibilidad que alcanzó la vida y la unidad de la Iglesia con la beatificación de Juan Pablo II el 1 de mayo de 2012. Una porción importante de la familia católica del mundo vibró con el mismo rostro multiplicado en carteles, frecuencias de Radio, pantallas de video y TV. Las estampas con la imagen del un hombre conocido y amado universalmente, revivió experiencias personales fuertes, de encuentro con el algo del mismo Dios en la persona y el testimonio de Karol Wojtyla. El sentir popular, ese “sensus fidelium” que se manifestó en el grito “santo Ya” de su funeral, vibró finalmente en la voz de Benedicto cuando exclamó: “El día ha llegado Juan Pablo II es beato”.

“Abran de par en par las puertas a Cristo” repitió incansablemente JPII en sus 27 años de pontificado. Benedicto dijo que “Juan Pablo hizo él mismo primero lo que nos pidió. “No tengan miedo” agregaba siempre Wojtyla en su clamoroso pedido. Benedicto indicó que su predecesor “nos enseñó a no tener miedo de ser cristianos”.

Una pregunta interesante para el examen personal es ciertamente sobre nuestro miedo: ¿Qué miedo nos impide abrir de para en par las puertas a Cristo?
Abandonarse confiadamente en manos del Señor; darle la vida entera en sacrificio de amor a Dios y como servicio a nuestros hermanos, es algo que naturalmente da miedo. Juan Pablo II venció en sí mismo ese miedo y con la ayuda del Señor se entregó completamente a Dios. ¿Y yo?

Un ruego a Dios esencial, por intercesión del querido Juan Pablo, es que la vibración profunda y vivificante que experimentamos en la beatificación siga convirtiéndose en una respuesta generosa al llamado de Jesús a cada uno.

Si Juan Pablo II abrió las puertas a Cristo y el Señor hizo en él maravillas, también lo puede hacer con nosotros y por su intercesión.








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