(RV).- Tuvimos la suerte
de conocer a la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, beatificada el 21
de abril, a los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra ‘Madre Morenita’ como
la llamaba la nueva beata. Siendo ‘fiel oyente y amiga de la Radio del Papa’ quiso
venir, con la grandeza de su humildad, a testimoniar su anhelo «de llevar a todo el
mundo el mensaje de amor de Dios». En menos de un instante, ya nos había prendado
para siempre... «¡Esta religiosa es una caricia del cielo! ¡Seguro que así son los
santos!», pensamos con sorpresa por el mismo hecho de atrevernos en nuestro pensamiento...
pero ahora sabemos que así son los santos... ¡Es urgente que Cristo reine!, con
su lema, la fundadora de la Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento,
de los misioneros seglares Vanguardias Clarisas y del Instituto de Misioneros de Cristo
para la Iglesia Universal, la beata María Inés Teresa contagiaba su luminoso entusiasmo,
su alegría en la fe, su tierna, delicada, laboriosa e infatigable actitud de dar a
conocer la misericordia de Dios a todos, en una vida contemplativa y activa. Era la
primera en vivir el compromiso que deseaba de sus hijos espirituales en los distintos
apostolados.... Su adhesión total, incondicional a la palabra del Santo Padre y
un amor muy grande por cada uno de los Papas... es el Espíritu Santo el que lo elige
y él nos gobierna. De su palabra debemos estar pendientes siempre... Sus encuentros
con Juan XXIII y Juan Pablo II, también beatos... Tuvimos la suerte de conocer
su mirada, su sonrisa, su voz... irradiaba paz y tranquilidad, aderezando todo su
modo de ser con un temperamento firme y apacible... Contándonos el camino que cumplió,
primero como religiosa contemplativa y luego como fundadora de las Misioneras Clarisas,
nos decía que «quien ama a María no se condena y quien vive con ella en cada momento,
ninguna pena ni amargura la abate». Así vivió, superando tantas dificultades, gracias
al gozo de su fe a toda prueba... Como escribió en sus «Experiencias Espirituales»:
«¡Qué
hermosas son las almas alegres! Las que ocultando sus mismas angustias, las que bebiéndose
en silencio sus propias lágrimas, se prodigan a los demás con ternuras exquisitas,
divinas, inefables».
¡Gracias Beata Madre María Inés Teresa! y ¡ruega por
nosotros! (CdM – RV)