Que lo sostengan con sus oraciones para perseverar en su servicio a Cristo
(RV).- El Santo Padre Benedicto XVI celebró esta mañana a las 10,30 la tradicional
audiencia general de los miércoles, en una soleada Plaza de San Pedro y ante la presencia
de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países.
Como de costumbre,
este encuentro del Papa con los files del mundo comenzó con una breve introducción
litúrgica: (Audio)
En su catequesis
el Obispo de Roma retomó el tema de la oración, en esta ocasión basándose en un texto
de los Hechos de los Apóstoles. Sigue el resumen que el Papa leyó en nuestro idioma
para los numerosos peregrinos procedentes de América Latina y de España:
(Audio)
Queridos hermanos
y hermanas: Hoy retomamos el tema de la oración en nuestras catequesis con
un texto de los Hechos de los Apóstoles. Pedro y Juan acaban de salir de la cárcel,
después de haber sido apresados por predicar el evangelio, y se encuentran con la
comunidad reunida. Ésta, al escuchar lo ocurrido, no busca cómo reaccionar o defenderse,
ni qué medidas adoptar, simplemente reza. Su plegaria es unánime y concorde, ya que
lo que vive un hermano atañe a todos. No se atemoriza, ni se disgrega, sino que se
afianza su unión, porque está sostenida por la oración. Como el Señor en Getsemaní,
se confía en la presencia, la ayuda y la fuerza de Dios. Al rezar, lee la Escritura
a la luz del Resucitado y comprende su propia historia dentro del proyecto divino;
no pide salir indemne del peligro, ni el castigo de los culpables, solamente “valentía
para anunciar” la palabra de Dios y que Él acompañe este anuncio con su mano poderosa.
Al saludar cordialmente en su idioma a los peregrinos polacos, el Pontífice
les dijo que de la comunidad de los creyentes de la época apostólica aprendemos la
oración confiada. Y los invitó a ver, a la luz de la fe, los eventos de cada día,
las dificultades y los problemas, buscando las respuestas a las preguntas sobre el
sentido de la vida y sobre la vocación de cada uno en la Palabra de Dios.
Al
saludar de corazón y bendecir a los peregrinos croatas, el Papa les deseó que, henchidos
por la alegría pascual y fortalecidos por la Divina Misericordia, permanezcan siempre
firmes en la fe y fieles en el amor.
También saludó con afecto a los peregrinos
eslovacos, de modo particular a los procedentes de la Parroquia de Krivá na Orave.
Antes de bendecirlos a todos ellos y a sus familias, el Santo Padre les manifestó
su deseo de que esta visita a los lugares sacros de Roma renueve su fe cristiana.
Hablando en lituano Benedicto XVI dio su bienvenida al grupo de peregrinos
de la Parroquia de Cristo Rey de Klaipėda. Y formuló votos para que “el Señor Resucitado,
que ilumina el sentido de la vida, los colme de copiosos dones y de sus bendiciones
durante esta peregrinación”.
El Papa también habló en rumano para saludar con
afecto a los peregrinos presentes esta mañana en la Plaza de San Pedro, a quines
exhortó a llevar por doquier la paz de Cristo resucitado, “viviendo con alegría este
tiempo pascual”.
Por último, hablando en italiano, el Santo Padre expresó
su cordial gratitud por las felicitaciones recibidas por el séptimo aniversario de
su elección. Y les pidió que lo sostengan siempre con sus oraciones, a fin de que,
con la ayuda del Espíritu Santo, pueda perseverar en su servicio a Cristo y a la Iglesia.
Al dirigirse a los peregrinos italianos, Su Santidad saludó de modo particular
a los participantes en el Seminario organizado por la Pontificia Universidad de la
Santa Cruz; a las religiosas que participan en el curso de formación de la Unión de
Superioras Mayores de Italia; a los misioneros Verbitas y a los fieles que recuerdan
el 250° aniversario de la fundación de la Congregación de las Religiosas Trinitarias,
entre los cuales numerosos grupos de estudiantes.
De la misma manera el Papa
saludó a los jóvenes que recibirán el Sacramento de la Confirmación de la diócesis
de Grosseto, acompañados por su Obispo, Mons. Franco Agostinelli; a los novicios de
la Abadía de Noci y a los seminaristas de la diócesis de Conversano-Monopoli; así
como también a los representantes del Hospital de Santa Ana y San Sebastián de Caserta.
“Que este encuentro –les deseó el Pontífice– sea para todos una ocasión providencial
para reforzar la fe en Cristo resucitado.
Por último, al dirigir un pensamiento
a los jóvenes que participaron en esta audiencia, caracterizada por la presencia de
numerosos estudiantes de las diversas regiones italianas, Benedicto XVI les recordó
que también a ellos, como a los primeros discípulos, Cristo resucitado les repite:
“La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20, 21). Y
les pidió que respondan “con alegría y con amor a estas palabras”. A los queridos
enfermos presentes, el Papa les deseó que la resurrección de Cristo sea fuente inagotable
de consuelo y de esperanza. Mientas a los recién casados, los invitó a ser “testigos
del Resucitado con su amor conyugal”.
Saludos del Santo Padre en nuestro idioma:
(Audio) Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Curso
de actualización sacerdotal que se celebra en el Pontificio Colegio Español de San
José, al Capítulo General de las Religiosas de María Inmaculada y a los demás grupos
provenientes de España, México, Perú, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito
a todos a pedir a Dios, que también hoy su Espíritu ilumine nuestra lectura de la
Sagrada Escritura y sostenga el anuncio libre y valiente de su Palabra hasta los confines
de la tierra. Muchas gracias.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto
completo de la catequesis del Papa:
Queridos hermanos y hermanas,
después
de las grandes fiestas, reanudamos las catequesis sobre la oración. En la audiencia
antes de Semana Santa nos centramos en la figura de la Beata Virgen María, presente
entre los Apóstoles en oración, cuando esperaban la venida del Espíritu Santo. Una
atmósfera de oración acompaña los primeros pasos de la Iglesia. Pentecostés no es
un episodio aislado, ya que la presencia y la acción del Espíritu Santo guían y animan
de manera constante el camino de la comunidad cristiana. En los Hechos de los Apóstoles,
de hecho, San Lucas, además de contar la gran efusión que tuvo lugar en el Cenáculo
cincuenta días después de la Pascua (cf. Hch 2,1-13), informa de otras irrupciones
extraordinarias del Espíritu Santo, que vuelven en la historia de la Iglesia. Hoy
quiero centrarme en lo que se ha llamado el "pequeño Pentecostés", que tuvo lugar
en la culminación de una etapa difícil en la vida de la Iglesia naciente.
Los
Hechos de los Apóstoles nos dicen que, después de la curación de un paralítico a la
entrada del Templo de Jerusalén (cf. Hch 3,1-10), Pedro y Juan fueron arrestados (Hechos
4,1) porque anunciaban la resurrección de Jesús a todo el pueblo (cf. Hch 3,11-26).
Tras un juicio sumario, fueron puestos en libertad. Regresaron con sus hermanos y
les contaron cuanto habían sufrido debido al testimonio de Jesús resucitado. En ese
paso dice San Lucas que "todos unánimemente elevaron su voz a Dios" (Hechos 4.24).
Aquí San Lucas registra la mayor oración de la Iglesia que encontramos en el Nuevo
Testamento, al final de la cual como hemos escuchado " tembló el lugar donde estaban
reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra
de Dios " (Hch 4 , 31).
Antes de considerar esta hermosa oración, se observa
una actitud subyacente importante: ante el peligro, la dificultad, la amenaza, la
primera comunidad cristiana no trata de hacer un análisis sobre cómo reaccionar, encontrar
estrategias de cómo defenderse a sí mismos, o qué medidas tomar, sino que ante la
prueba empiezan a rezar, se ponen en contacto con Dios.
¿Qué característica
tiene esta oración? Se trata de una oración unánime y que coincide con toda la comunidad,
que se enfrenta a una situación de persecución por causa de Jesús. En el original
griego San Lucas utiliza el vocablo “homothumadon” " todos juntos " “de acuerdo "-
un término que aparece en otras partes de los Hechos de los Apóstoles, para enfatizar
esta oración perseverante y unida (cf. Hch 1,14, 2,46). Esta concordia es el elemento
fundamental de la primera comunidad y debería ser siempre fundamental para la Iglesia.
No sólo es la oración de Pedro y Juan, que se encontraban en peligro, sino de toda
la comunidad, porque lo que viven los dos Apóstoles, no se refiere y afecta solo a
ellos, sino a toda la Iglesia. Frente a las persecuciones sufridas por causa de Jesús,
la comunidad no sólo no tiene miedo y no se divide, sino que está profundamente unida
en la oración, como una sola persona, para invocar al Señor. Esto, creo, es el primer
prodigio que se produce cuando los creyentes son desafiados a causa de su fe: la unidad
se refuerza, en lugar de verse comprometida, ya que está sostenida por una oración
inquebrantable. La Iglesia no debe temer las persecuciones que en su historia se ve
obligada a soportar, sino que debe confiar siempre, como Jesús en Getsemaní, en la
presencia, en la ayuda y el poder de Dios, invocado en la oración.
Demos un
paso más: ¿Qué es lo que pide la comunidad cristiana a Dios en este momento de prueba?
No pide la seguridad por vida frente a la persecución, ni que el Señor castigue a
los que han encarcelado a Pedro y a Juan; piden solamente que se les conceda "proclamar
con toda libertad" la Palabra de Dios (cf. Hch 4:29). Pide no perder la valentía de
la fe, el coraje de anunciar la fe. Pero antes trata de comprender en profundidad
lo que ha sucedido, trata de leer los acontecimientos a la luz de la fe y lo hace
precisamente a través de la Palabra de Dios, que nos permite descifrar la realidad
del mundo.
En la oración que se eleva al Señor, la comunidad, ante todo, recuerda
e invoca la grandeza y la inmensidad de Dios: "Señor, tú que creaste el cielo y la
tierra, el mar y todo lo que hay en ellos" (Hechos 4 24). En la Invocación al Creador,
sabemos que todo viene de Él, que todo está en sus manos, este es el conocimiento
que nos da confianza y el coraje de que todo viene de Él, de que todo está en sus
manos. A continuación, pasa a reconocer cómo Dios ha actuado en la historia. Comienza
con la creación y continúa en la historia. Cómo ha estado cerca de su pueblo, mostrándose
un Dios interesado en el hombre, que no se retira, que no abandona al hombre, y aquí
se menciona explícitamente el Salmo 2, a la luz del cual viene leída la situación
de dificultad que está viviendo en aquel momento la Iglesia.
El Salmo 2 celebra
la entronización del rey de Judea, pero se refiere proféticamente a la venida del
Mesías, contra el cual nada podrán hacer la rebelión, la persecución, ni las injusticias
de los hombres: «¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen vanos proyectos?
Los reyes de la tierra se rebelaron y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra
su Ungido». (Hch 4,25) Es lo que nos dice proféticamente el Salmo sobre el Mesías.
Y en toda la historia vemos esta característica rebelión de los poderosos contra el
poder de Dios. Justo leyendo la Sagrada Escritura, que es Palabra de Dios, la comunidad
puede decirle a Dios en su oración: «realmente se aliaron en esta ciudad..., contra
tu santo servidor Jesús, a quien tú has ungido. Así ellos cumplieron todo lo que tu
poder y tu sabiduría habían determinado de antemano». (Hch 4,27).
Lo que ha
sucedido se lee a la luz de Cristo, que es la clave para comprender también la persecución,
la cruz que es siempre la clave para la Resurrección. La oposición contra Jesús, su
Pasión y Muerte, se releen a través del Salmo 2, como actuación del proyecto de Dios
Padre por la salvación del mundo. Y aquí se encuentra también el sentido de la experiencia
de persecución, que la primera comunidad cristiana está viviendo; primera comunidad
que no es una simple asociación, sino una comunidad que vive en Cristo; por lo tanto,
lo que le sucede forma parte del diseño de Dios. Como le sucedió a Jesús, también
sus discípulos encuentran oposición, incomprensión, persecución. En la oración, la
meditación sobre la Sagrada Escritura a la luz del misterio de Cristo ayuda a leer
la realidad presente dentro de la historia de salvación que Dios actúa en el mundo,
siempre a su modo.
Precisamente por este motivo, la solicitud que la primera
comunidad cristiana de Jerusalén dirige a Dios en la oración no es la de ser defendida,
ni de que se le ahorre la prueba, o la de lograr éxito, sino solamente la de poder
proclamar con «parresia» es decir con franqueza, con libertad, con valentía, la Palabra
de Dios (cfr Hch 4,29).
El ruego añade luego el que este anuncio esté acompañado
por la mano de Dios, para que se realicen curaciones, signos y prodigios (cfr Hch
4,30), para que sea visible la bondad de Dios, es decir, una fuerza que trasforme
la realidad, que cambie el corazón, la mente, la vida de los hombres y traiga la novedad
radical del Evangelio.
Cuando terminaron de orar - anota san Lucas - «tembló
el lugar donde estaban reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban
decididamente la Palabra de Dios». (Hch 4,31). Tembló el lugar, es decir que la fe
tiene la fuerza de transformar la tierra y el mundo. El mismo Espíritu que habló por
medio del Salmo 2 en la oración de la Iglesia, irrumpe en la casa e inunda el corazón
de todos aquellos que han invocado al Señor. Éste es el fruto de la oración coral
que la comunidad cristiana eleva a Dios: la efusión del Espíritu, don del Resucitado
que sostiene y guía el anuncio libre y valiente de la Palabra de Dios, que impulsa
a los discípulos del Señor a salir sin miedo para llevar la buena nueva hasta los
confines del mundo.
También nosotros, queridos hermanos y hermanas, debemos
saber presentar los acontecimientos de nuestra vida cotidiana en nuestra oración,
para buscar su significado profundo. Y así como la primera comunidad cristiana, también
nosotros, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios, a través de la meditación sobre
la Sagrada Escritura, podemos aprender a ver que Dios está presente en nuestra vida,
presente aun en los momentos difíciles, y que todo – también las cosas incomprensibles
– forma parte de un diseño de amor superior, en el que la victoria final sobre el
mal, sobre el pecado y sobre la muerte es verdaderamente la del bien, de la gracia,
de la vida, de Dios.
Así como a la primera comunidad cristiana, la oración
nos ayuda a leer la historia personal y colectiva en la perspectiva más justa y fiel,
la de Dios. Y también nosotros queremos renovar el pedido del don del Espíritu Santo,
que caliente el corazón e ilumine la mente, para reconocer cómo el Señor realiza nuestras
invocaciones según su voluntad de amor y no según nuestras ideas. Guiados por el Espíritu
de Jesucristo, seremos capaces de vivir con serenidad, valentía y alegría en cada
situación de la vida y, con san Pablo gloriarnos «de las mismas tribulaciones, porque
sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada;
la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor
de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha
sido dado» (Rm 5,3-5). Gracias.
(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia
de Malak – RV)