(RV).- El viernes 13 de abril por la tarde en Alemania, el Cardenal Marc Ouellet,
Prefecto de la Congregación para los Obispos, y Enviado Especial del Santo Padre a
la celebración de apertura de la peregrinación a la “Túnica Santa”, leyó el mensaje
del Papa dirigido a su Reverendo Hermano Mons. Stephan Ackermann, Obispo de Tréveris,
con motivo del V centenario de la ostensión pública de esta “Túnica Santa”.
Se
trata de una reliquia que se conserva en la catedral de San Pedro de Tréveris, y que
consiste en un trozo de tela que se considera que pertenecía a la túnica que vestía
Cristo antes de su crucifixión y que, según el Evangelio de San Juan, los soldados
romanos encargados de la vigilancia del patíbulo se disputaron, jugándosela a suerte.
Benedicto XVI recuerda en su mensaje –escrito el pasado 6 de abril, Viernes
Santo– que la primera aparición pública de esta reliquia tuvo lugar hace quinientos
años, por obra del Arzobispo Richard von Greiffenklau, según el deseo del Emperador
Maximiliano I en el momento de la inauguración del altar mayor de la catedral de San
Pedro de Tréveris.
El Papa afirma que de este modo, en esta ocasión especial,
ha querido hacerse peregrino también en él, a través del pensamiento, para estar presente
en esa antigua y venerable ciudad episcopal, para unirse a la fila de los fieles que,
en las próximas semanas, participarán en la peregrinación a la “Túnica Santa”. Por
esta razón, el Obispo de Roma extiende su pensamiento a los hermanos en el servicio
episcopal allí presentes, junto a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas,
así como a todos los que se reunieron para la apertura de esta peregrinación, asegurándoles
la cercanía fraterna del Sucesor de Pedro.
El Santo Padre recuerda asimismo
que desde la primera ostensión, en el año 1512, la “Túnica Santa” atrae a los fieles,
porque esta reliquia “hace presente los momentos dramáticos de la vida terrenal de
Jesús, es decir, su muerte en la cruz”. Y añade que el hecho de que los soldados se
hayan dividido los vestidos del Crucificado podría parecer sólo un episodio marginal,
al que aluden los Evangelios sinópticos sólo de paso. Sin embargo, Benedicto XVI escribe
que el Evangelista Juan desarrolla este episodio con cierta solemnidad. Es el único
que habla de la túnica, que “era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo”
(19, 23). De este modo –prosigue el Papa– “nos hace explícito el episodio” y nos ayuda,
gracias a la reliquia, “a ver con fe el Misterio de la salvación”.
Juan nos
dice que la túnica era de “una sola pieza”. Los soldados, que según la usanza romana,
se dividen como un botín las pobres cosas del Crucificado, no quieren arrancar la
túnica. Sino que se la juegan a suerte y, de este modo, permanece entera. El Papa
explica que los Padres de la Iglesia ven en este pasaje “la unidad de la Iglesia”;
porque está fundada “como única e indivisa comunidad del amor de Cristo”. Y “la Túnica
Santa desea hacérnoslo visible”.
El Santo Padre también considera que “el
amor del Salvador une lo que está dividido. La Iglesia es la unidad de muchos. Cristo
no desea abolir la pluralidad de los hombres, pero la enlaza junto al ser, en que
los cristianos, unos por otros y con los demás llegan a ser, en su misma diversidad,
mediadores hacia Dios.
En cuanto al hecho que refiere que la túnica de Cristo
está “tejida de una pieza de arriba abajo” (Jn 19, 23), el Papa explica que
también ésta es una imagen de la Iglesia, que vive “no gracias a sus propias fuerzas,
sino por la acción de Dios”. Y añade que “como única e indivisa comunidad, ella es
obra de Dios y no el producto de los hombres o de sus capacidades. La Túnica Santa
quiere ser, al mismo tiempo, una admonición a la Iglesia para que permanezca fiel
a sus orígenes, se vuelva consciente de que su unidad, su consenso, su eficacia, su
testimonio, que es, finalmente una obra de lo alto, sólo pueden ser un don de Dios”.
Y agrega que cuando Pedro confiesa: “Tú eres Cristo” (Cfr. Mt 16, 16), recibe
el poder de atar y desatar, por tanto el servicio a favor de la unidad de la Iglesia.
Para concluir, el Papa escribe que la “Túnica Santa” no es una toga, un vestido
elegante que expresa un papel social. Sino que se trata de una prenda modesta, que
sirve para cubrir y proteger a quien la viste, custodiando su reserva. Esta vestimenta
es el don indiviso del Crucificado a la Iglesia, que Él ha santificado con su sangre.
Per esta razón, la “Túnica Santa” recuerda a la Iglesia su dignidad. “Pero con cuánta
frecuencia –exclama– vemos en qué recipientes de barro (Cfr. 2Co 4,
7) llevamos el tesoro que el Señor nos ha encomendado en su Iglesia, y cómo, a causa
de nuestro egoísmo, de nuestras debilidades y errores, se hiere la integridad del
Cuerpo de Cristo”.
Por eso el Santo Padre afirma que se necesita “una constante
disposición a la conversión y a la humildad, para ser discípulos del Señor con amor
y con verdad”. Mientras al mismo tiempo, “la particular dignidad e integridad de la
Iglesia no puede ser malvendida y abandonada al estruendo de un juicio sumario por
parte de la opinión pública”.
Benedicto XVI concluye su mensaje recordando
que esta peregrinación jubilar lleva por lema una invocación al Señor: “Reconduce
a la unidad lo que está dividido”. De ahí que haga hincapié en que “no queremos permanecer
bloqueados en el aislamiento. Queremos pedir al Señor que nos guíe en el camino común
de la fe, y hacer nuevamente vivos sus contenidos. De este modo –escribe el Pontífice–
creciendo juntos como cristianos en la fe, en la oración, en el testimonio, en medio
de las pruebas de nuestro tiempo, podremos confesar su magnificencia y su bondad.
Por esta razón el Papa imparte de corazón su bendición apostólica al Obispo de Tréveris
y a todas las personas que en estas semanas de fiesta irán en peregrinación a la “Túnica
Santa”.