(RV).- (Audio) Pilato, Herodes, Judas,
Anas, Caifas, los sacerdotes, el pueblo que voto por Barrabás, los soldados romanos
que ejecutaron el castigo y la ejecución: los espectadores del juicio, la condena
y del doloroso camino hacia el patíbulo; son tantos los involucrados en lo que sufrió
Jesús de Nazaret en la Jerusalén de 2000 años atrás, que no pueden haber quedado todos
absolutamente indiferentes frente al hecho misterioso, maravilloso, posterior, de
la tumba vacía.
¿Qué pensaban los que continuaron escépticos, incrédulos, contrarios
y hasta perseguidores de los testigos del resucitado, como Pablo de Tarso antes de
su encuentro personal con Jesús vivo? Refiere Mateo evangelista (Mateo 28:11ss)
que los sumos sacerdotes dieron una gran cantidad de dinero a los soldados que custodiaban
la tumba de Jesús, para que dijeran que los discípulos “habían robado el cuerpo de
Jesús mientras ellos dormían”.
María Magdalena, Pedro, Juan, otras mujeres
y discípulos encontraron la tumba vacía y dentro, la sábana con la que habían envuelto
el cadáver también vacía. También hoy, son muchos los peregrinos de Tierra Santa que
han entrado en estos días al sepulcro vacío de Cristo en Jerusalén. Contemplan, rezan,
tocan la mesa sobre la que estuvo muerto Jesús. Pero son muchos más todavía los que
creen el testimonio de los discípulos misioneros y abren el corazón a la Vida nueva,
plena, feliz que ofrece el crucificado-resucitado en el encuentro con él en el Evangelio,
en la Eucaristía, en el amor de la comunidad de hermanos. (jesuita Guillermo
Ortiz).