(RV).- (Con Audio). Este mediodía, el Santo Padre Benedicto XVI dirigió la oración
mariana de este tiempo pascual, el “Regina Caeli”, desde la ventana del Palacio Apostólico
de Castel Gandolfo.
Texto completo de la alocución del Santo Padre antes
del rezo de la antífona mariana:
Queridos hermanos y hermanas:
El
lunes después de la Pascua en muchos países es una jornada de vacación, en la que
realizar un paseo en medio de la naturaleza, o ir a visitar a los parientes más lejanos
para reencontrarse juntos en familia. Pero querría que estuviera siempre presente
en la mente y en el corazón de los cristianos el motivo de esta vacación, es decir,
la Resurrección de Jesús, el misterio decisivo de nuestra fe. En efecto, como escribe
san Pablo a los Corintios, “y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación,
vacía también vuestra fe” (1 Co 15, 14). Por esta razón, en estos días es importante
releer las narraciones de la resurrección de Cristo que encontramos en los cuatro
Evangelios y leerlas con todo nuestro corazón. Se trata de relatos que, de modos diversos,
presentan los encuentros de los discípulos con Jesús resucitado, y nos permiten meditar
así sobre este evento estupendo que ha transformado la historia y da sentido a la
existencia de cada hombre.
El acontecimiento de la resurrección en cuanto tal
no es descrito por los Evangelistas: éste permanece misterioso, no en el sentido de
ser menos real, sino de escondido, más allá de la capacidad de nuestro conocimiento:
como una luz tan deslumbrante que no se puede observar con los ojos, de lo contrario
los enceguecería. Las narraciones comienzan, en cambio, desde que, en el alba del
día después del sábado, las mujeres fueron al sepulcro y lo encontraron abierto y
vacío. San Mateo también habla de un terremoto y de un ángel resplandeciente que hizo
rodar la gran piedra tumbal y se sentó encima de ella (Cfr. Mt 28, 2). Recibido
del ángel el anuncio de la resurrección, las mujeres, llenas de temor y de alegría,
corrieron a dar la noticia a los discípulos, y precisamente en aquel momento encontraron
a Jesús, se postraron a sus pies y lo adoraron; y él les dijo a ellas: “No temáis.
Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mt 28, 10).
En todos los Evangelios, las mujeres tienen un gran espacio en los relatos
de las apariciones de Jesús resucitado, como también, por otra parte, en los de la
pasión y de la muerte de Jesús. En aquellos tiempos, en Israel, el testimonio de las
mujeres no podía tener valor oficial, jurídico, pero las mujeres han vivido una experiencia
de relación especial con el Señor, que es fundamental para la vida concreta de la
comunidad cristiana, y esto siempre, en toda época, no sólo al inicio del camino de
la Iglesia.
Modelo sublime y ejemplar de esta relación con Jesús, de modo particular
en su Misterio pascual, es naturalmente María, la Madre del Señor. Precisamente a
través de las experiencia transformadora de la Pascua de su Hijo, la Virgen María
llega a ser también Madre de la Iglesia, es decir de cada uno de los creyentes y de
la entera comunidad. A Ella nos dirigimos ahora invocándola cual “Regina Caeli”, con
la oración que la tradición nos hace rezar en lugar del ángelus durante todo el tiempo
pascual. Que María nos obtenga experimentar la presencia viva del Señor resucitado,
fuente de esperanza y de paz.
Después de rezar la antífona mariana típica de
este tiempo pascual a la Madre de Dios, el “Regina Coeli”, el Papa saludó en diversas
lenguas a los numerosos grupos de fieles y peregrinos reunidos en la pequeña localidad
lacial de Castel Gandolfo.
Al saludar a los grupos de fieles polacos, hablando
en su idioma, el Papa les recordó que el Señor ha resucitado, como había predicho”,
por esta razón los invitó a que nos alegremos todos, porque “Él reina por la eternidad”,
tal como reza la antífona litúrgica. Y manifestó su deseo de que esta alegría, colme
siempre nuestros corazones, a fin de que el testimonio de nuestra fe, atraiga a los
demás hacia el Señor que vive en la gloria.
Al saludar con afecto a los peregrinos
de lengua italiana, en especial a los grupos parroquiales y a las familias, el Santo
Padre saludó de modo particular a la Escuela infantil “Santa Teresa” de Sinalunga.
Y a todos deseó una serena jornada “en la luz y en la paz del Señor resucitado”.
A
los peregrinos procedentes de América Latina y de España, Su Santidad les dijo:
Dirijo mi cordial
saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana.
Como las mujeres que fueron al sepulcro o los discípulos, todos estamos llamados a
encontrarnos con el Señor Resucitado. Él se nos muestra en la Palabra, en la fracción
del Pan o en medio de la asamblea reunida en su Nombre. Su presencia amorosa nos trae
la paz, nos hace vencer el miedo y nos llena de su Espíritu, enviándonos a anunciar
con valentía la alegría de su victoria sobre la muerte, el gozo de la salvación. De
esto, hemos de ser testigos. ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!