(RV).- (Audio) Un cuerpo joven que
estaba pleno de vida, aparece el viernes taladrado con cinco huecos. Cuatro huecos
en la carne y los huesos atraviesan de parte a parte los miembros. Mientras que el
quinto vulneró el corazón que explotó en sangre a agua por efecto de la tortura y
de la ejecución. El cuerpo del hombre pende en la cruz el Viernes santo en el centro
del triduo santo.
El Papa Benedicto pidió en Cuba que dejaran libre el Vienes
santo para que los católicos pudieran conmemorarlo y el gobierno accedió. De modo
que también los cubanos este Viernes santo, pudieron contemplar al crucificado; pudieron
identificarse con Jesús que sufre en cuerpo y alma y que ahí, también él está privado
de libertad y de todo derecho.
Pero esos huecos del cuerpo de Jesús; esas perforaciones
que lo entierran en el pozo negro de la muerte, son como un surco que contiene viva
la semilla del amor de Dios, que no fue, ni puede ser vencido por el mal, por el dolor,
por la muerte. Y este Jesús del viernes santo, resurge vivo de entre los muertos,
para liberarnos a ti y a mí y a los cubanos, con la Vida plena que ofrece, porque
es el Hijo de Dios.
Por eso sería bueno que los cubanos, pero también nosotros,
por supuesto, miremos la cruz y el sufrimiento; nuestro propio viernes santo, como
una puerta que se abre al domingo de la resurrección. Es una puerta que hay que ver;
claro que hay que contemplarla, pero es una puerta que solo se abre a la resurrección
si la atravesamos con la propia vida; con el cuerpo y el alma junto a Cristo.