(RV). Benedicto XVI ya empezó el XXIII Viaje Apostólico internacional de su Pontificado,
que le lleva a México y a Cuba. Y como es tradicional, envió un telegrama al presidente
de la República Italiana:
«En el momento en que dejo Roma para viajar a México
y a Cuba, para sostener la misión de la Iglesia local y llevar un mensaje de esperanza,
me es grato dirigirle a Usted, señor presidente, mi deferente saludo, que acompaño
con mis fervientes anhelos de bienestar espiritual, civil y social del pueblo italiano,
al que envío con gusto la bendición Apostólica».
El avión en el que está viajando
el Santo Padre, un Boeing 777, de la compañía italiana Alitalia, despegó del aeropuerto
romano de Fiumicino a las 09.50 horas (08.50 GMT) y tiene previsto aterrizar en
el aeropuerto de Guanajuato a las 16.30 horas (22.30 GMT) tras recorrer 10.267
kilómetros.
El séquito que acompaña a Benedicto XVI está integrado, entre otros
por su Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone; el Sustituto de la Secretaría
de Estado, por el arzobispo Giovanni Angelo Becciu, el purpurado canadiense Marc
Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Comisión
Pontificia para América Latina; el cardenal mexicano, Javier Lozano Barragán, Presidente
emérito del Consejo pontificio para los Agentes sanitarios; el purpurado Robert Sarah,
presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", conocido como el dicasterio de la caridad
del Papa; el cardenal español Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Éste es el primer
viaje de Benedicto XVI a dos países de habla hispana de América Latina, tras haber
estado en Brasil en 2007. Los países sobrevolados por el avión que está llevando al
Papa a la Ciudad mexicana de León, primera etapa de este viaje pontificio, son Francia,
Reino Unido, Irlanda, Dinamarca/Groenlandia, Canadá, Estados Unidos y, por supuesto,
México.
Para despedir al Pontífice acudieron al aeropuerto romano el presidente
del Gobierno italiano, Mario Monti, y el Obispo de la diócesis de Fiumicino-Porto
Santa Rufina, de la que depende Mons. Gino Reali, y otras autoridades italianas.