Única respuesta adecuada a la necesidad humana de infinito
(RV).- (Audio). Al dirigirse a los participantes en el Curso organizado por la Penitenciaría
Apostólica, el Papa manifestó a estos “queridos amigos” su alegría por este encuentro,
y al saludar al Cardenal Manuel Monteiro de Castro, quien por primera vez ha presidido
estas sesiones de estudio en su calidad de Penitenciario Mayor, le agradeció las palabras
pronunciadas previamente.
Benedicto XVI saludó también al Regente, Mons. Gianfranco
Girotti, así como al personal de la Penitenciaría y cada uno de los congresistas,
con cuya presencia, les dijo, recuerdan a todos la importancia que tiene para la vida
de la fe el Sacramento de la Reconciliación, destacando la necesidad permanente de
una adecuada preparación teológica, espiritual y canónica para poder ser confesores,
y el lazo constitutivo entre la celebración sacramental y el anuncio del Evangelio:
En efecto, los
Sacramentos y el anuncio de la Palabra jamás deben ser concebidos como separados,
sino al contrario, Jesús afirma que el anuncio del Reino de Dios es la finalidad de
su misión; pero este anuncio, no es sólo un “razonamiento”, sino que incluye, al mismo
tiempo, su mismo obrar; los signos, los milagros que Jesús realiza, indican que el
Reino viene como realidad presente y que coincide al final con su misma persona, con
el don de sí mismo.
Tras afirmar que el sacerdote representa a Cristo,
el Enviado del Padre, que continúa la misión, mediante la “palabra” y el “sacramento”,
en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra; el Papa añadió que “esta totalidad
hunde sus raíces en el misterio mismo de la Encarnación”, y nos sugiere que la celebración
del Sacramento de la Reconciliación es, ella misma, anuncio y, por tanto, camino que
hay que recorrer en la obra de la nueva evangelización.
En este sentido, el
Santo Padre se preguntó “¿en qué sentido entonces la Confesión sacramental es camino
para la nueva evangelización?”. “Ante todo –dijo– porque la nueva evangelización obtiene
linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversión
personal y comunitaria para conformarse cada vez más profundamente a Cristo:
Y
hay una estrecha relación entre santidad y Sacramento de la Reconciliación, que testimonian
todos los Santos de la historia. La real conversión de los corazones, que es abrirse
a la acción transformadora y renovadora de Dios, es el “motor” de toda reforma y se
traduce en una verdadera fuerza evangelizante. En la Confesión el pecador arrepentido,
mediante la acción gratuita de la Misericordia divina, es justificado, perdonado y
santificado, abandona el hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Sólo quien
se ha dejado renovar profundamente por la Gracia divina, puede llevar en sí mismo,
y por tanto anunciar la novedad del Evangelio.
Tras recordar que el Beato
Juan Pablo II pedía en su carta apostólica “Novo Millennio ineunte”, un “renovado
valor pastoral” para que la cotidiana pedagogía de las comunidades cristianas “sepa
proponer de modo persuasivo y eficaz la práctica del sacramento de la Reconciliación”,
Benedicto XVI les dijo:
Deseo reafirmar
este llamamiento, con la conciencia de que la nueva evangelización debe hacer conocer
al hombre de nuestro tiempo el rostro de Cristo “como mysterium pietatis, aquel en
el cual Dios nos muestra su corazón compasivo y nos reconcilia plenamente con él.
Es este rostro de Cristo el que es necesario hacer redescubrir también a través del
sacramento de la Penitencia”.
Benedicto XVI destacó además que en una época
de “emergencia educativa”, en la que el “relativismo pone en discusión la posibilidad
misma de una educación entendida como progresiva introducción al conocimiento de la
verdad, al sentido profundo de la realidad, y por tanto como progresiva introducción
a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos están llamados a anunciar
con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en que
Dios se ha hecho tan cercano que podemos verlo y escucharlo.
En esta perspectiva
el Sacramento de la Reconciliación, que parte de una mirada a la propia y concreta
condición existencial, ayuda de modo singular a esa “apertura del corazón” que permite
dirigir la mirada a Dios para que entre en la vida. La certeza que Él está cerca y
en su misericordia espera al hombre, incluso al que está implicado en el pecado, para
curar sus enfermedades con la gracia del Sacramento de la Reconciliación, es siempre
una luz de esperanza para el mundo.
A los queridos sacerdotes y diáconos
que se preparan al Presbiterato, el Papa les recordó que en la administración de
este Sacramento, se les da y se les dará la posibilidad de ser instrumentos de un
renovado encuentro de los hombres con Dios. Por tanto, serán “colaboradores y protagonistas
de tantos posibles “nuevos inicios”, teniendo presente que “el auténtico significado
de toda novedad no consiste tanto en el abandono o en la remoción del pasado, sino
en acoger a y en el abrirse a su Presencia, siempre nueva y siempre capaz de trasformar,
iluminar todas las zonas de sombra y abrir continuamente un nuevo horizonte.
¡Entonces la
nueva evangelización parte también del Confesionario! Es decir, parte del misterioso
encuentro entre la inagotable petición del hombre, signo en él del Misterio Creador,
y la Misericordia de Dios, única respuesta adecuada a la necesidad humana de infinito.
Si la celebración del Sacramento de la Reconciliación será esto, si en ella los fieles
harán una experiencia real de esa Misericordia que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo,
nos ha dado, entonces llegarán a ser ellos mismos testigos creíbles de esa santidad,
que es la finalidad de la nueva evangelización.