(RV).- Dios se dirige al hombre de forma inesperada, concreta y llena de amor, reiteró
Benedicto XVI a la hora del ángelus del primer Domingo de Cuaresma, deseando que María
nos acompañe y nos ayude a imprimir en nuestro corazón y en nuestra vida las palabras
de Jesucristo, para convertirnos a Él. Al comenzar este santo tiempo, el Papa anima
a todos a que, guiados por la fuerza y el amor de Dios y confiando en María, intensifiquen
la oración, la penitencia y la práctica de la caridad, para así llegar victoriosos
y purificados a la Resurrección. (Cecilia de Malak – RV).
(Audio)
Queridos hermanos
y hermanas:
En este primer domingo de Cuaresma, encontramos a Jesús que, después
de haber recibido el bautismo en el río Jordán de Juan el Bautista (Cfr. Mc
1, 9), padece la tentación en el desierto (Cfr. Mc 1, 12-13). La narración
de san Marcos es concisa, carente de los detalles que leemos en los otos dos Evangelios
de Mateo y de Lucas. El desierto del que se habla tiene diversos significados. Puede
indicar el estado de abandono y de soledad, el “lugar” de la debilidad del hombre
donde no hay apoyos y seguridades, donde la tentación se hace más fuerte. Pero también
puede indicar un lugar de refugio y de reparo, como lo fue para el pueblo de Israel
liberado de la esclavitud egipcia, donde se puede experimentar de modo particular
la presencia de Dios. Jesús “en el desierto permaneció cuarenta días, siendo tentado
por Satanás” (Mc 1, 13). San León Magno comenta que “el Señor ha querido padecer
el ataque del tentador para defendernos con su ayuda y para instruirnos con su ejemplo”
(Tractatus XXXIX, 3 De ieiunio quadragesimae: CCL 138/A, Turnholti
1973, 214-215).
¿Qué puede enseñarnos este episodio? Como leemos en el Libro
de la Imitación de Cristo, “el hombre jamás está totalmente exento de la tentación
mientras vive… pero con la paciencia y con la verdadera humildad llegaremos a ser
fuertes contra todo enemigo” (Liber I, c. XIII, Ciudad del Vaticano 1982, 37),
la paciencia y la humildad de seguir cada día al Señor, aprendiendo a construir nuestra
vida no fuera de Él o como si no existiera, sino en Él y con Él, porque es la fuente
de la verdadera vida. La tentación de quitar a Dios, de poner orden por nosotros mismos
y contando en el mundo sólo sobre nuestras propias capacidades, está siempre presente
en la historia del hombre.
Jesús proclama que “el tiempo se ha cumplido y
el Reino de Dios está cerca” (Mc 1, 15), anuncia que en Él sucede algo nuevo:
Dios se dirige al hombre de modo inesperado, con una cercanía única, concreta, llena
de amor; Dios se encarna y entra en el mundo del hombre para tomar sobre sí el pecado,
para vencer el mal y reconducir al hombre al mundo de Dios. Pero este anuncio está
acompañado por la petición de corresponder a un don tan grande. En efecto, Jesús añade:
“Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15); es la invitación a tener fe
en Dios y a convertir cada día nuestra vida a su voluntad, orientando al bien todos
nuestros pensamientos y acciones. El tiempo de la Cuaresma es el momento propicio
para renovar y hacer más fuerte nuestra relación con Dios, a través de la oración
cotidiana, los gestos de penitencia y las obras de caridad fraterna.
Supliquemos
con fervor a María Santísima para que acompañe nuestro camino cuaresmal con su protección
y nos ayude a imprimir en nuestro corazón y en nuestra vida las palabras de Jesucristo,
para convertirnos a Él. Además, encomiendo a vuestra oración la semana de Ejercicios
espirituales que esta tarde comenzaré con mis colaboradores de la Curia Romana. (Traducción
de María Fernanda Bernasconi – RV).
También en sus palabras en francés,
inglés, alemán, español y polaco, el Papa alentó a percibir que este tiempo cuaresmal
es una oportunidad para experimentar la cercanía de nuestro Señor, que nos invita
a retomar el camino que nos conduce a Dios, por medio de la oración, el ayuno y la
caridad.
Al saludar en nuestro idioma, el Papa dijo:
Saludo con
afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los fieles de la Hermandad
de La Virgen de la Victoria, de Huelva. En el Evangelio de este primer domingo de
Cuaresma, Jesús es conducido por el Espíritu al desierto “para ser tentado por el
diablo”. Él supera la tentación y proclama con vigor el preludio de la gran sinfonía
de la redención, invitando a la conversión y la fe. Al comenzar este santo tiempo,
animo a todos a que, guiados por la fuerza de Dios, intensifiquen la oración, la penitencia
y la práctica de la caridad, para así llegar victoriosos y purificados a las celebraciones
pascuales. Confiemos a la Virgen María estas intenciones. Muchas gracias.