Llegar a ser cada vez más transparencia, luminosa y profunda, de la Palabra eterna
recibida
(RV).- Al saludar a los setenta miembros de la comunidad del Almo Colegio Capránica
de Roma el Papa manifestó que es siempre un motivo de alegría encontrarse con ellos,
puesto que desde hace más de cinco siglos constituye uno de los Seminarios de su diócesis.
Y tras saludar a todos con afecto, comenzando por su Rector, Mons. Ermenegildo Manicardi,
a quien agradeció las palabras pronunciadas previamente, Benedicto XVI ofreció algunas
reflexiones centradas en la figura de Santa Inés, Patrona del Colegio.
El Pontífice
destacó que Santa Inés es una de las famosas jóvenes romanas que han ilustrado la
belleza genuina de la fe en Cristo y su amistad con Él, cuyo dúplice atributo de Virgen
y Mártir indica la totalidad de las dimensiones de la santidad. Carácter completo
de la santidad que también les pide a ellos su fe cristiana y su especial vocación
sacerdotal con la que el Señor los ha llamado y unido a Él.
Y añadió que el
martirio, para esta santa ha significado “la generosa y libre aceptación de gastar
su joven vida, en su totalidad y sin reservas, a fin de que el Evangelio fuera anunciado
como verdad y belleza que iluminan la existencia”. “Si el martirio es un acto heroico
final –agregó el Papa– la virginidad es fruto de una prolongada amistad con Jesús,
madurada en la escucha constante de su Palabra, en el diálogo de la oracion, en el
encuentro eucarístico:
Este dúplice
atributo –Virgen y Mártir– nos lleva a reflexionar que un testigo creíble de la fe
debe ser una persona que vive por Cristo, con Cristo y en Cristo, trasformando su
propia vida según las exigencias más altas de la gratuidad.
Benedicto
XVI les dijo asimismo que también la formación del presbítero exige integridad, perfección,
ejercicio ascético, constancia y fidelidad heroica, en todos los aspectos que la constituye
sin descuidar los Sacramentos:
La vida sacerdotal
requiere un anhelo creciente a la santidad, un claro sensus Ecclesiae y una apertura
a la fraternidad sin exclusiones ni parcialidades. Del camino de santidad del presbítero
también forma parte su elección de elaborar, con la ayuda de Dios, su propia inteligencia
y su propio empeño; una verdadera y sólida cultura personal, fruto de un estudio apasionado
y constante.
En cuanto a la fe, el Obispo de Roma afirmó que tiene una
dimensión racional e intelectual que es esencial:
El Verbo de
Dios se hizo carne y el presbítero, verdadero sacerdote del Verbo Encarnado, debe
llegar a ser cada vez más transparencia, luminosa y profunda, de la Palabra eterna
que hemos recibido. Quien es maduro también en esta formación cultural global puede
ser más eficazmente educador y animador de esa adoración ‘en Espíritu y verdad’ de
la que Jesús habla a la Samaritana (Cfr. Jn 4, 23).
Dirigiéndose a los
queridos alumnos del Colegio Capránica, el Papa les recordó que su empeño en el camino
hacia la santidad requiere una sólida formación cultural, tal como se desprende de
la intención originaria de esta Institución, fundada hace 555 años por el Cardenal
Domenico Capranica. Por esta razón les recomendó que tengan siempre un profundo sentido
de la historia y de la tradición de la Iglesia, a la vez que destacó que, el hecho
de estar en Roma, “es un don que los debe hacer particularmente sensibles a la profundidad
de la tradición católica:
Vosotros ya
la tocáis con las manos en la historia del edificio que os hospeda. Además, vivís
estos años de formación en una especial cercanía con el Sucesor de Pedro: lo que
os permite percibir, con particular claridad, las dimensiones universales de la Iglesia
y el deseo de que el Evangelio llegue a todas las gentes. Aquí tenéis la posibilidad
de abrir vuestros horizontes con las experiencias de la internacionalidad. Aquí, sobre
todo, respiráis la catolicidad. ¡Aprovechad esto que se os ofrece para el futuro servicio
a la Diócesis de Roma o a vuestras Diócesis de proveniencia! De la amistad, que surge
en el hecho de vivir juntos, aprended a conocer las situaciones diversas de las naciones
y de las Iglesias en el mundo y a formaros en la visión católica. Preparaos a estar
cerca de cada hombre que encontraréis, no permitiendo que ninguna cultura pueda ser
una barrera a la Palabra de vida de la que sois anunciadores también con vuestra vida.
Al
despedirse de estos “queridos amigos”, el Santo Padre les recordó que la Iglesia espera
mucho de los jóvenes sacerdotes en la obra de evangelización y de nueva evangelización.
Por esta razón los animó a fin de que “en la fatiga diaria, enraizados en la belleza
de la tradición auténtica, unidos profundamente a Cristo, sean capaces de llevarlo
a sus comunidades con verdad y alegría”. Y antes de impartirles su bendición apostólica,
extensiva a sus seres queridos, Benedicto XVI formuló votos para que con la intercesión
de la Virgen y Mártir Inés, y de María Santísima, Estrella de la evangelización, su
empeño de hoy sea beneficioso para la fecundidad de su ministerio. (María Fernanda
Bernasconi – RV).