Domingo, 8 ene (RV).- Tras celebrar esta mañana la Santa Misa en la Fiesta del Bautismo
del Señor -en la Capilla Sixtina del Vaticano-, durante la cual administró el Sacramento
del Bautismo a dieciséis niños; el Papa rezó a mediodía la oración mariana del ángelus
con los fieles y peregrinos de numerosos países reunidos en la soleada Plaza de San
Pedro.
Texto completo de la alocución de Benedicto XVI:
Queridos hermanos
y hermanas:
Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he
administrado el Sacramento del Bautismo a dieciséis niños, y por esto deseo proponer
una breve reflexión sobre nuestro ser hijos de Dios. Pero, ante todo, partamos de
nuestro ser sencillamente hijos: ésta es la condición fundamental que nos une a todos.
No todos somos padres, pero todos seguramente somos hijos. Venir al mundo jamás es
una elección, no se nos pide antes si queremos nacer. Pero durante la vida, podemos
madurar una actitud libre con respecto a la misma vida: podemos acogerla como un don
y, en cierto sentido, “llegar a ser” lo que ya somos: convertirnos en hijos. Este
pasaje marca un cambio de madurez en nuestro ser y en la relación con nuestros padres,
que se llena de reconocimiento. Es un pasaje que también nos hace capaces de ser,
a nuestra vez, padres, no biológicamente, sino moralmente.
También con respecto
a Dios todos somos hijos. Dios está en el origen de la existencia de toda criatura,
y es Padre de modo singular de cada ser humano: tiene con él o con ella una relación
única, personal. Cada uno de nosotros es querido, es amado por Dios. Y también en
esta relación con Dios nosotros podemos, por decirlo de alguna manera, “renacer”,
es decir, convertirnos en lo que somos. Esto sucede mediante la fe, mediante un “sí”
profundo y personal a Dios como origen y fundamento de nuestra existencia. Con este
“sí” yo acojo la vida como don del Padre que está en los Cielos, un Padre que no veo
pero en el que creo y que siento en lo profundo del corazón que es mi Padre y el de
todos mis hermanos en la humanidad, un Padre inmensamente bueno y fiel. ¿Sobre qué
se basa esta fe en Dios Padre? Se basa en Jesucristo: su persona y su historia nos
revelan al Padre, nos lo dan a conocer, en la medida de lo posible en este mundo.
Creer que Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, permite “renacer desde lo alto”, es decir
de Dios, que es Amor (Cfr. Jn 3, 3). Tengamos una vez más presente que ninguno
se hace hombre, hemos nacido sin nuestra propia intervención, el pasivo de ser nacidos
precede el activo de nuestro obrar, lo mismo también en el nivel del ser cristianos,
nadie puede hacerse cristiano sólo por su propia voluntad, si bien ser cristiano es
un don que precede nuestro obrar, debemos ser renacidos en un nuevo nacimiento. San
Juan dice: “A todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios”
(Jn 1, 12). Éste es el sentido del sacramento del Bautismo, el Bautismo es
este nuevo nacimiento que precede nuestro obrar, con nuestra fe podemos salir al encuentro
de Cristo, pero sólo Él puede hacernos cristianos y dar a nuestra voluntad, a nuestro
deseo, la respuesta, la dignidad, el poder de llegar a ser hijos de Dios que por nuestra
parte no tenemos.
Queridos amigos, este domingo del Bautismo del Señor concluye
el tiempo de Navidad. Demos gracias a Dios por este gran misterio, que es fuente de
regeneración para la Iglesia y para el mundo entero. Dios se ha hecho hijo del hombre,
para que el hombre llegue a ser hijos de Dios. Renovemos por tanto la alegría de ser
hijos: como hombres y como cristianos. Nacidos y renacidos a una nueva existencia
divina. Nacidos del amor de un padre y de una madre, y renacidos del amor de Dios,
mediante el Bautismo. A la Virgen María, Madre de Cristo y de todos aquellos que creen
en Él, pidámosle que nos ayude a vivir realmente como hijos de Dios, no con las palabras,
no sólo con palabras, sino con los hechos. Escribe también san Juan: “Éste es su mandamiento:
que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal
como nos lo mandó” (1 Jn 3, 23).
Después de rezar el ángelus, el
Papa saludó en diversas lenguas a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de
San Pedro. En nuestro idioma, Benedicto XVI dijo:
Saludo con
afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana.
Celebramos hoy la fiesta del bautismo del Señor en el Jordán, en el que se revela
el misterio del nuevo bautismo del agua y del Espíritu. Os exhorto a hacer memoria
del día en que fuimos iluminados sacramentalmente en Cristo y comenzamos nuestra existencia
como hijos de Dios. Que el compromiso manifestado entonces y la fe que proclamamos,
no dejen de resonar en nuestros corazones y nuestras voces. Muchas gracias.
Por
último, el Santo Padre dirigió un caluroso saludo a los peregrinos de lengua italiana,
y de modo especial a las familias y a los grupos parroquiales. A todos ellos el Obispo
de Roma les deseó un feliz domingo y, nuevamente, sus mejores deseos de bien para
el año que acaba de comenzar. (Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).