Jueves, 29 dic (RV).- Es hermosa la imagen
del anciano Simeón de larga barba blanca, los ojos aguzados en el horizonte, esperando.
Es bello por esto, porque se hizo viejo esperando; sin perder la esperanza. Espera
en el templo, rezando y contemplando, porque Dios le ha prometido que no morirá sin
haber visto al “Sol de justicia”. Sosteniendo a Jesús en sus brazos, con el alma colmada
de gozo, de alegría, reza: “Ahora Señor puedo morir en paz, porque mis ojos han visto…
La luz que ilumina a las naciones, la gloria de tu pueblo…”.
Simeón es imagen
del Dios rico de tiempo. Así como el padre bueno del hijo pródigo, que subido a la
terraza mira el horizonte deseando el regreso del hijo perdido, es la bellísima imagen
del Padre Dios que no se cansa de esperarnos a ti y a mí, así, la imagen de Simeón
es la contra cara de la misma esperanza del Dios rico de tiempo, pero en el rostro
y el corazón del ser humano. ¡Cuantos de los que están a tu lado, a mi lado, se están
haciendo viejos de esperar! Peregrinan el largo camino de la esperanza sin desistir,
sin abandonar, sin aflojar. Como Simeón creen que Dios no falla; que Dios es demasiado
rico de tiempo; pero cumple lo que promete.
La hermosa imagen del viejo Simeón
en la presentación de Jesús en el templo es una reconfortante invitación a seguir
esperando contra toda esperanza, porque Dios no nos defraudará ni a ti ni a mí, si
no desistimos en la esperanza. (jesuita Guillermo Ortiz - RV).