Jueves, 8 dic (RV).- A la “Madre de los redimidos” confió Benedicto XVI “las necesidades
y angustias de aquellos que están privados de libertad, carecen de trabajo o pasan
por momentos de dificultad o dolor” durante la oración Mariana del Ángelus que dirigió
desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, donde una multitud
de peregrinos rezó con el Papa. “Celebramos hoy el misterio de la Inmaculada Concepción
de Santa María Virgen, la «Llena de gracia», como la llamó el arcángel Gabriel; la
nueva Eva, esposa del nuevo Adán…”, expresó Benedicto, antes de confiarle también
las intenciones y los santos deseos que inspira en nosotros este tiempo de Adviento”.
Saludo
del Papa a los peregrinos de lengua española (AUDIO)
La
Concepción Inmaculada de María fue declarada por el beato Pío IX en la Carta Apostólica
Ineffabilis Deus de 1854, Ella “fue preservada, por particular gracia y privilegio
de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del genero
humano, inmune de toda mancha de pecado original”. Esta verdad de fe está en las palabras
de saludo que le dirige el Arcángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia: el Señor
está contigo” (Lc 1,28). La expresión “llena de gracia” indica la obra maravillosa
del amor de Dios, que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el
pecado, mediante su Hijo Unigénito encarnado, muerto y resucitado. (jGO - RV)
Reflexión
del Papa previa al Ángelus de la Inmaculada Concepción
Queridos
hermanos y hermanas
Hoy la Iglesia celebra solemnemente la concepción
inmaculada de María. Como lo declaró el beato Pío IX en su Carta 'Apostólica Ineffabilis
Deus' de 1854, Ella “fue preservada, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente,
en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda
mancha de pecado original”. Esta verdad de fe está contenida en las palabras del saludo
que le dirige el Arcángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo”
(Lc 1,28). La expresión “llena de gracia” indica la obra maravillosa del amor de Dios,
que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el pecado, mediante
su Hijo Unigénito encarnado, muerto y resucitado. Por esto, desde el siglo II en Oriente
y en Occidente, la Iglesia invoca y celebra la Virgen que, con su “Sí”, acercó el
Cielo a la tierra, haciéndose “generadora de Dios y nodriza de nuestra vida”, como
afirma San Romano el Meloda en un antiguo cántico (Canticum XXV en Nativitatem B.
Mariae Virginis, en J.B. PITRA, Analecta Sacra t. I, París 1876, 198). En el siglo
VII san Sofronio de Jerusalén elogia la grandeza de María porque en Ella el Espíritu
Santo ha hecho morada: “Tú superas todos los dones que la magnificencia de Dios haya
jamás concedido a persona humana alguna. Más que todas eres rica de la posesión de
Dios que habita en ti”. (Oratio II, 25 in SS. Deiparæ Annuntiationem: PG 87, 3, 3248
AB). Y san Beda el Venerable explica: «María es bendita entre la mujeres, porque con
el decoro de la virginidad ha gozado de la gracia de ser generadora de un hijo que
es Dios (Hom I, 3: CCL 122, 16).
También a nosotros nos es donada la
“plenitud de la gracia” que tenemos que hacer resplandecer en nuestra vida, porque
“el Padre de nuestro Señor Jesucristo -escribe San Pablo- nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales… y nos ha elegido antes de la creación del mundo
para que fuéramos santos e inmaculados… Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos”
(Ef 1, 3-5). Esta filiación la recibimos por medio de la Iglesia, en el día del Bautismo.
A tal propósito, santa Hidelgarda de Bingene escribe: “La Iglesia es, por lo tanto,
la virgen madre de todos los cristianos. En la fuerza secreta del Espíritu Santo la
concibe y la da a la luz ofrendándola a Dios de modo que seamos llamados también hijos
de Dios (Scivias, visio III, 12: CCL Continuatio Mediævalis XLIII, 1978, 142). Entre
los muchísimos cantores de la belleza espiritual de la Madre de Dios, resalta san
Bernardo de Chiaravalle que afirma que la invocación “Ave María llena de gracia” es
“agradable a Dios, a los ángeles y a los hombres. A los hombres, gracias a la maternidad,
a los Ángeles, gracias a la virginidad, a Dios gracias a la humildad” (Sermo XLVII,
De Annuntiatione Dominica: SBO VI,1, Roma 1970, 266).
Queridos amigos,
en la espera de realizar esta tarde, como es costumbre, el homenaje a María Inmaculada
en Plaza España, dirijamos ahora nuestra férvida oración a Aquella que intercede ante
Dios, para que nos ayude a celebrar con fe la Navidad del Señor que se acerca (Traducción
Claudia Alberto-RV)
Después del rezo mariano y del responso por los difuntos,
el Santo Padre dirigió «un saludo especial a la Pontificia Academia de la Inmaculada,
con un recuerdo devoto y afectuoso dedicado al fallecido Cardenal Adrezej María Deskur,
que la presidió durante tantos años» y con el anhelo que la Virgen los asista siempre
en todas sus actividades.
Tras alentar a los miembros de la Acción Católica
Italiana, que en esta fiesta de la Inmaculada renuevan su adhesión, el Papa destacó
que la misma asociación es una escuela de santidad y de evangelización, deseándoles
a todos lo mejor para su vida y su compromiso formativo.
Como es tradicional,
también en sus palabras en francés, inglés, alemán y polaco, Benedicto XVI alentó
a que, en estos días de adviento, acompañados por la Santa e Inmaculada Madre de Dios,
nos preparemos a acoger a su Hijo en nuestras vidas y en nuestros corazones, deseando
a todos la alegría y la paz de Nuestro Señor.