El Espíritu Santo va donde es esperado, deseado y amado
Martes, 29 nov. (RV).-Iniciaba este domingo el nuevo Año Litúrgico. “Un nuevo camino
de fe -dijo el Papa, en el Ángelus-, que hay que vivir juntos en las comunidades
cristianas, pero también -como siempre- hay que recorrerlo dentro de la historia del
mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor”.
“El
Año litúrgico inicia con el Tiempo de Adviento, el camino que conduce a la Navidad,
la festividad que celebra el nacimiento de Cristo. Es un período de luz que nos invita
a meditar sobre la encarnación. Es un tiempo como decía Benedicto XVI que “hace despertar
en los corazones la espera del regreso de Cristo y la memoria de su primera venida,
cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal”.
En
este anual ciclo del tiempo litúrgico ¿qué tipo de novedades podemos escoger para
vivirlas de manera nueva? Se lo hemos preguntado al padre Raniero Cantalamessa predicador
de la Casa Pontificia.
“La novedad viene del Espíritu, porque cada año el Espíritu
da vida nueva a las palabras que escuchamos, y que escuchamos en un contexto siempre
nuevo. Por lo tanto, la Palabra de Dios es siempre la misma, pero cada vez, es nueva,
porque cae en una nueva situación y porque el Espíritu Santo pone en luz nuevas implicaciones.
En este momento la Iglesia está viviendo dos grandes temas:"la evangelización, que
es el tema del Sínodo del año que viene, y luego el Año de la fe proclamado por Benedicto
XVI. Así pues, ya el Adviento se presta para comenzar a dar un sentido concreto a
este Año de la fe. Y en el centro del Adviento hay, precisamente, la fe de María,
hay la fe de los pastores, la de los Reyes Magos. No se puede iniciar, pues, de manera
mejor el Año de la fe que viviendo en plenitud el Adviento”.
¿Cómo predisponernos
para vivir plenamente el tiempo de Adviento?
“La predisposición exterior es
la de darnos un poco más espacio para el silencio, la oración y la contemplación.
Los tiempos fuertes están precisamente para esto: para provocar una ruptura con el
ritmo habitual de vida. Ciertamente no puede disminuir el esfuerzo, el trabajo, pero
se puede disminuir el ruido de la televisión y de otras cosas, pudiendo entrar así
en un clima de silencio y de mayor interioridad. Pero en lo profundo, quién decide,
es la mayor o menor apertura al Espíritu Santo, porque es el Espíritu Santo el que
es la presencia viva de Cristo. El Adviento tiene sentido en cuanto nos hace revivir
la espera, la venida de Cristo. Pero quien nos hace que esté presente Cristo en la
Iglesia, en la historia, es Él, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo descendió sobre
María y el Espíritu Santo en este tiempo de Adviento debería venir a todos los cristianos.
Él viene. Lo importante es que lo deseemos, porque como dice san Buenaventura: "El
Espíritu Santo va a donde es esperado, deseado y amado”.
Esta es una espera
que dura cuatro semanas ¿Cómo se desarrolla el recorrido de la misma?
“Dentro
del Adviento, hay un camino de acercamiento que se intensifica. Al principio, por
ejemplo, en la liturgia se escucha sobre todo a Isaías - los textos de Isaías - que
anuncian el Adviento de la salvación desde lejos. Luego, la segunda y la tercera semana,
la figura central es Juan el Bautista, que es ya el precursor, y por tanto hay un
enfoque más cercano. El último domingo de Adviento está dominado por la figura de
María y yo diría que el mejor compañero de viaje durante el Adviento es precisamente
ella misma, porque ella ha vivido este tiempo como todas las madres en la inminencia
del parto: con una interioridad, con una intensidad, y una ternura especiales. Por
lo tanto, María, sin duda, nos puede ayudar a ir al encuentro de Cristo, no despreocupados,
o sin amor, sino ir al encuentro de Cristo con el corazón, antes que con el tiempo”. RV-ED