Viernes, 18 nov (RV).- El espíritu de fraternidad ecuménica, ha quedado sólidamente
manifestado en la reciente visita que el Cardenal Kurt Koch Presidente del Consejo
Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, realizó a Minsk la capital
de Bielorrusia, del 12 al 16 de noviembre bajo invitación del Metropolita de Minsk
y Slutsk, Filaret, el Jefe de la Iglesia ortodoxa en este País, y que depende del
Patriarcado Ortodoxo de Moscú.
Del 13 al 15 de noviembre el Cardenal Koch
participó en la Conferencia internacional sobre el tema “Diálogo católico – ortodoxo:
valores éticos cristianos como contribución para la vida social en Europa”, organizado
por el Instituto para el diálogo interreligioso y las comunicaciones inter confesionales
del Sínodo de la Iglesia ortodoxa bielorrusa y del Centro de educación cristiana de
los santos Cirilo y Metodio, en colaboración con el Consejo Pontificio para la Promoción
de la Unidad de los Cristianos. En el Convenio el presidente del Consejo Pontificio
para la Unidad de los cristianos presentó una relación sobre la situación de los valores
cristianos en Europa. En un comunicado del dicasterio se destaca el deseo de seguir
profundizando el diálogo sobre los temas comunes y la colaboración concreta en la
promoción y defensa de los valores cristianos en el Viejo Continente, de hecho el
pasado lunes 14 de noviembre el Card. Koch y el Metropolita Filaret, acompañados por
el Nuncio Apostólico y por el Arzobispo Metropolita de Minsk Mohilev, fueron recibidos
por el presidente de la república de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, quien les
expresó satisfacción por las buenas relaciones entre las dos confesiones en el país
y el compromiso por sostener la vida de las comunidades religiosas y el desarrollo
de relaciones cada vez más fraternas entre sí.
La visita del Presidente del
Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos a Bielorrusia
ha puesto en evidencia algunas características específicas de gran valor tales como
el hecho de que la iglesia Católica haya podido reagruparse y reorganizarse en modo
consistente después de la caída de la Unión Soviética, y que esto haya sucedido en
armonía y con el frecuente apoyo de la Iglesia Ortodoxa local y de las autoridades
civiles.