RV- En la vigilia del Viaje Apostólico que realizará a Alemania del 22 al 25 de setiembre,
el Santo Padre Benedicto XVI, intervino en la transmisión “Wort zum Sonntag” de la
televisión pública alemana ARD, con una grabación realizada en días pasados en Castel
Gandolfo, que fue en onda el sábado 17 por la tarde.
Texto completo
¡Señoras
y Señores, queridos connacionales!
En pocos días partiré en mi viaje a Alemania,
y estoy muy contento. Pienso con alegría particularmente en Berlín, donde tendremos
muchos encuentros, y, naturalmente, en el discurso que tendré en Bundestag (Parlamento)
y la gran Misa que podremos celebrar en el Estadio Olímpico.
Uno de los momentos
importantes de la visita será Erfurt: en aquel monasterio agustino, en aquella iglesia
agustina donde Lutero ha iniciado su camino, podré encontrar a los representantes
de la Iglesia Evangélica de Alemania. Ahí rezaremos juntos, escucharemos la Palabra
de Dios, pensaremos y hablaremos juntos. No esperamos ningún evento sensacional: de
hecho, la verdadera grandeza del evento consiste propiamente en esto, que en este
lugar podremos pensar juntos, escuchar la Palabra de Dios y rezar, y así estaremos
íntimamente cerca y se manifestará un verdadero ecumenismo.
Algo particular
para mí es el encuentro en Eichsfeld, esta pequeña franja de tierra que, aún habiendo
pasado a través de todas las peripecias de la historia, a permanecido católica; después
el Sudoeste de Alemania, en Friburgo, la gran ciudad, con muchos encuentros que se
desarrollarán ahí, sobre todo la vigilia con los jóvenes y la gran Misa que concluirá
el viaje.
Todo esto no es turismo religioso, y menos aún un “show”. ¿De qué
se trata? Lo dice el lema de estos días: “Donde está Dios, ahí hay futuro”. Debería
tratarse del hecho de que Dios regrese a nuestro horizonte, este Dios muy seguido
totalmente ausente, pero del cual tenemos necesidad.
Quizá me pregunten: “Pero,
¿Dios, existe? Y si existe ¿se ocupa verdaderamente de nosotros?, ¿Podemos llegar
nosotros hasta Él?”. Ciertamente, és verdad: no podemos poner a Dios sobre la mesa,
no podemos tocarlo como un utensilio o tomarlo en la mano como cualquier objeto. Debemos
desarrollar de nuevo la capacidad de la percepción de Dios, capacidad que existe en
nosotros. Podemos intuir algo de la grandeza de Dios en la grandeza del cosmos. Podemos
utilizar el mundo a través de la técnica, porque ello es construido de manera racional.
En la gran racionalidad del mundo podemos intuir el espíritu creador del cual esto
proviene, y en la belleza de la creación podemos intuir algo de la belleza, de la
grandeza, de la bondad de Dios. En la Palabra de la Sagrada Escritura podemos sentir
la palabra de vida eterna que no viene simplemente de los hombres, sino que viene
de Él, y en ella sentimos su voz. Y finalmente, vemos casi a Dios también en el encuentro
con las personas que han sido tocadas por Él. No pienso solamente en los grandes:
de Pablo a Francisco de Asis, hasta la Madre Teresa; sino que pienso en tantas personas
simples de las cuales ninguno habla. Sin embargo, cuando los encontramos, de ellos
promana algo de bondad, de sinceridad, alegría, y nosotros sabemos que ahí está Dios
y que Él nos toca también a nosotros. Por lo tanto, en estos días queremos empeñarnos
para volver a ver a Dios, para volver nosotros mismos a ser personas por las cuales
entre en el mundo la luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda
a vivir.
Traducción al español de la transcripción italiana: jesuita Guillermo
Ortiz