El papel de la educación católica en África: la misión de educar el pensamiento
RV- El futuro de África depende, en buena parte de la formación de sus jóvenes, sobre
todo de sus universitarios. «En las Universidades, sed buscadores sinceros y apasionados
de la verdad, construyendo comunidades académicas de alto nivel intelectual, donde
es posible ejercitar y disfrutar de esa racionalidad abierta y amplia, que conduce
al camino del encuentro con Dios... La nueva evangelización en África cuenta también
con vuestro generoso compromiso».
Estas frases, pertenecientes al discurso
de Benedicto XVI con ocasión del encuentro con los universitarios de Roma y de 9 capitales
africanas el 10 de octubre de 2009 y en el marco de la II Asamblea Sinodal para África,
esclarecen la forma en la que el sistema educativo debe abrirse al saber, sin olvidar
nunca la dimensión humana y social de quienes reciben la educación.
De hecho,
la educación católica en el continente, en un primer momento, desembarca como un elemento
de ruptura en el contexto local que amenazaba con alejar a los autóctonos de la identidad
original para encuadrarlos en una cultura extranjera que les habría conducido hacia
la alienación y la extroversión. Conceptualmente esta se asocia a la adquisición de
un modelo exógeno de estilo de vida y de nociones, que quizá sí habría formado el
conocimiento del hombre africano, pero no a sí mismo. Se invitaba al africano a descubrir
la verdad, pero una verdad ajena que le habría adjudicado dos identidades distintas:
una, la originaria de la cultura endógena y otra derivada del mundo exterior.
En
este contexto, la enseñanza católica se encontró enfrentada al ambicioso reto de conciliar
los principios de la fe, no sólo con la razón, sino también con las ancestrales tradiciones
africanas.
En la actualidad la Iglesia católica está inmersa en un camino tendente
a transformar al africano de ese «sujeto pasivo del conocimiento» - como fue definido
en el pasado – en sujeto activo, capaz de construir una identidad científica original
en el ámbito de un proyecto educativo orientado a la armonización de las culturas
y a través de los instrumentos propios de la fe del Evangelio de Jesucristo.
De
esta forma la educación católica ha sabido conciliar elementos de la cultura moderna
con los de la tradición africana, situando al hombre en el centro del propio sistema
de trasmisión de los conocimientos.
En el contexto actual, en el que la rápida
evolución de la sociedad genera continuamente nuevos retos y la mundialización vehicula
sobre todo un modelo cultural secularizado, el papel de la Iglesia consiste en hacer
de su sistema de educación un vector de comunicación de los valores radicados en la
fe y en la promoción humana, centrada en la persona y en su participación en la comunidad.
Comunidad de la familia, de la sociedad civil, del país, del mundo.
Como indican
los distintos documentos sobre la Iglesia en África –desde la Exhortación post-sinodal
‘Ecclesia in Africa’ hasta las recomendaciones de la II Asamblea Sinodal- las Universidades
y los Institutos católicos juegan un importante papel en la proclamación de la Palabra
de Dios en África, a partir del reconocimiento de la persona humana como motor de
cualquier actividad instructiva y reservando para la Iglesia la posibilidad de intervenir
en los distintos sectores en evolución, en los que se articulan los nuevos retos del
saber.
De hecho los Institutos educativos constituyen los foros públicos que
consienten, en el ámbito de un diálogo educativo, dar a conocer los preceptos cristianos
relacionados con el hombre, la mujer, la familia, el trabajo, la economía, la sociedad,
la política, la realidad internacional, el ambiente.
Si, por lo tanto, en el
pasado, parte del sistema moderno de adquisición del saber ha constituido un elemento
de ruptura con la identidad cultural originaria, incentivando a los autóctonos hacia
un modelo de saber “extrovertido”, las nuevas formas de «alienación» -como la globalización
de la economía y determinados modelos ideológicos muy individualistas, que tienden
a empobrecer la cultura africana desde el punto de vista humano- vuelven aún más necesaria
la presencia de la Iglesia en la promoción de una educación orientada hacia la dimensión
comunitaria de la vida social.
La Iglesia africana está llamada a hacer de
su sistema educativo un vector de las verdades fundamentales de la fe cristiana, manteniéndose
abierta a los principios universales centrados en el ser humano y su dignidad. No
por casualidad, se han ido construyendo paulatinamente una serie de institutos para
la instrucción escolar, escuelas primarias y Universidades encargadas de transmitir
el amor por la verdad a las generaciones futuras.