Día Internacional contra los Ensayos Nucleares: Amenaza nuclear y magisterio de
Benedicto XVI Los cambios históricos
acontecidos durante los últimos 50 años muestran que, en la difícil encrucijada en
que se encuentra la humanidad, es cada vez más actual y urgente el compromiso de fomentar
la no proliferación de armas nucleares, promover un progresivo y concordado desarme
nuclear y favorecer el uso pacífico y seguro de la tecnología nuclear para un auténtico
desarrollo, respetuoso del ambiente y siempre atento a las poblaciones menos favorecidas.
Estas palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI en su alocución antes del
Ángelus del 29 de julio de 2007 se ajustan como un guante a los objetivos que llevaron
a la Asamblea general de la ONU a decretar, en diciembre de 2009, el Día Internacional
contra los Ensayos Nucleares que se celebra el 29 de agosto. La reflexión del
Papa surgía a propósito del quincuagésimo aniversario de la de la entrada en vigor
del Estatuto del OIEA, el Organismo internacional de energía atómica, instituido con
el mandato de "solicitar y aumentar la contribución de la energía atómica a las causas
de la paz, de la salud y de la prosperidad en todo el mundo". Y es que cuando
se habla de energía nuclear se piensa casi inmediatamente a lo negativo, a la guerra,
a la bomba atómica, a Hiroshima y Nagasaki cuando en realidad la tecnología nuclear
al servicio del hombre y del bien común superaría con creces cualquier ambición egoísta
y violenta que es su faceta más conocida. Bien lo decía el Pontífice, hace unos meses,
en noviembre de 2010 ante el nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede recordando
precisamente el aniversario del trágico bombardeo sobre Japón, que calificó de oscuro
episodio de la historia de la humanidad. Esta tragedia- subrayó Benedicto XVI- nos
recuerda con insistencia cuan necesario es perseverar en los esfuerzos a favor de
la no proliferación de las armas nucleares y el desarme. La resolución con la
que se dedicó este Día Internacional contra los ensayos nucleares pone de relieve
“que debe hacerse todo lo posible para poner fin a los ensayos nucleares con el fin
de evitar efectos devastadores y perjudiciales para la vida y la salud de las personas..”
y que la cesación de los ensayos nucleares es uno de los medios fundamentales para
lograr el objetivo de un mundo libre de armas nucleares”. Una aspiración que el Papa
Benedicto XVI enfatizó en su llamamiento al final de la audiencia general del 5 de
mayo de 2010, mientras en Nueva York se llevaba a cabo la VIII Conferencia sobre el
Tratado de no proliferación de armas nucleares.
El proceso hacia un
desarme nuclear concertado y seguro está estrechamente vinculado al pleno y solícito
cumplimiento de los relativos compromisos internacionales. De hecho, la paz se apoya
en la confianza y en el respeto de las obligaciones asumidas y no sólo en el equilibrio
de las fuerzas. Con este espíritu, aliento las iniciativas que buscan un desarme progresivo
y la creación de zonas libres de armas nucleares, en la perspectiva de su completa
eliminación del planeta.
La Santa Sede, en su calidad de observador permanente,
ha apoyado este Tratado sobre la prohibición global de los ensayos nucleares que se
firmó en 1996. Actualmente de los 182 países 154 lo han ratificado pero aún quedan
35, de manera que el Tratado todavía no ha entrado en vigor. La amenaza que se yergue
ante el uso impropio de lo que podría ser un bien y sus consecuencias sobre el hombre
y toda la Creación es una preocupación en todo el magisterio de Benedicto XVI. En
ocasión del mensaje Urbi et Orbi de la Pascua de 2006, este fue su llamamiento.
Por lo que respecta
a las crisis internacionales vinculadas a la energía nuclear, que se llegue a una
salida honrosa para todos mediante negociaciones serias y leales, y que se refuerce
en los responsables de las Naciones y de las Organizaciones Internacionales la voluntad
de lograr una convivencia pacífica entre etnias, culturas y religiones, que aleje
la amenaza del terrorismo. Éste es el camino de la paz para el bien de toda la humanidad.