El 23 de agosto tuvo luar la Jornada Internacional del recuerdo de la trata de negros
y de su abolición bajo la égida de la ONU y de la UNESCO, en memoria del aniversario
de la insurrección de los esclavos ocurrida en Santo Domingo entre el 22 y el 23 de
agosto de 1791, evento que tuvo un papel crucial en la abolición de la trata a nivel
trasatlántico.
Con esta Jornada se pretende sobre todo divulgar las causas
y las consecuencias de la esclavitud y de la trata, que representa un capítulo negro
de la historia de la humanidad por mucho tiempo envuelto en el silencio. Asimismo
se desea reflexionar sobre las formas modernas de esclavitud, puesto que la plaga
del trágico de seres humanos implica en nuestros días a millones de personas, en su
mayoría mujeres y niños, desarraigados de su ambiente por la fuerza o mediante el
pago a personas que tienen autoridad sobre las víctimas.
La UNESCO, por su
parte, en el marco del “Proyecto para combatir la trata de personas en África”, realiza
investigaciones sobre los factores específicos que están en el origen de este tráfico
u organiza seminarios para las autoridades políticas, las Organizaciones No Gubernamentales,
los jefes de las comunidades locales y los representantes de los medios de comunicación,
a fin de sensibilizar a la sociedad civil e inspirar políticas tendentes a combatir
estas formas modernas de esclavitud.
Como afirma nuestro colega Albert Mianzoukoutaen su editorial del programa francés para África de Radio Vaticano, “la esclavitud
es negación de lo divino, en cuanto negación de lo humano”. Y recuerda que el grito
del beato Juan Pablo II -de febrero de 1992 en la isla de Gorée, puerto de partida
de millones de personas deportadas- sigue resonando en las conciencias. Se trata de
un pecado del hombre contra el hombre, de un pecado del hombre contra Dios –tal como
ponía en guardia el Papa Wojtyla–, cuando afirmaba: “¡Es largo el camino que la familia
humana debe recorrer antes de que todos sus miembros aprendan a reconocerse y a respetarse
unos a otros como imagen de Dios, a amarse en cuanto hijos e hijas de un mismo Padre
Celestial”!
Esta conmemoración anual por la abolición de la esclavitud sólo
tiene sentido si logra hablar al corazón de los hombres y a sacudir sus conciencias,
por lo que asume la forma de un doble desafío. Por una parte, impulsar a denunciar
las horribles aberraciones de aquellos que han reducido en esclavitud a sus propios
hermanos y hermanas, que el Evangelio había destinado a la libertad (según las palabras
de Juan Pablo II); y reconocer las responsabilidades de cuantos en África han vendido
a sus propios hermanos para un viaje sin retorno hacia las Américas y de todos aquellos
que hoy siguen perpetrando la negación de lo humano a través de formas más solapadas.
En
efecto, nuevos problemas y nuevas esclavitudes surgen en nuestro tiempo, tanto en
el llamado primer mundo, pudiente y rico pero incierto acerca de su futuro, como en
los países emergentes, donde también a causa de una globalización caracterizada con
frecuencia por el beneficio, terminan por aumentar las masas de los pobres, de los
emigrantes y de los oprimidos, en los que se amortigua la luz de la esperanza, tal
como lo subrayaba el Santo Padre Benedicto XVI el pasado mes de mayo, al dirigirse
a los miembros de la Obras Misionales Pontificias.
La esclavitud, ayer como
hoy, se alimenta en la fuente contaminada del pecado. “Si se elimina a Dios del horizonte
del mundo no se puede hablar de pecado –afirmaba Benedicto XVI a la hora del ángelus
del 13 de marzo pasado–. Así como cuando se esconde el sol, desaparecen las sombras;
la sombra aparece sólo si está el sol. Y así el eclipse de Dios comporta necesariamente
el eclipse del pecado. Por tanto –precisaba el Papa– el sentido del pecado, que es
diverso del sentido de culpa como lo entiende la psicología, se adquiere redescubriendo
el sentido de Dios”.
De modo que la mejor conmemoración de la abolición de
la esclavitud se realizará en el redescubrimiento de la figura de Dios, luminosa,
clarificadora y colma de amor por todos los hombres, por doquier, y en todas las épocas.
MFB
La
relativización de la persona conduce a todo tipo de abusos
En este
contexto, Patricia Ynestroza conversó con el Oficial del Pontificio Consejo Justicia
y Paz, Padre Paulo Cesar Barajas, quien en un primer lugar nos habla sobre las nuevas
formas de esclavitud y sus orígenes
El padre
Barjas se refirió a la labor de los gobiernos y autoridades y qué falta aún por hacer
para combatir esta plaga
Por último,
el oficial del Pontificio Consejo Justicia y Paz se refirió a las posibilidades para
que desaparezcan las nuevas formas de esclavitud