Antes de emprender su viaje de regreso a Roma, Benedicto XVII quiso detenerse para
agradecer a los miles de voluntarios que han contribuido al éxito de la JMJ madrileña.
Al mostrarles gran reconocimiento por su inestimable labor, el Papa puntualizó que
con su servicio estos chicos y chicas “han dado a la Jornada Mundial de la Juventud
el rostro de la amabilidad, de la simpatía y de la entrega a los demás”.
Al
regresar a la vida diaria, el Papa les animó “a guardar en sus corazones esta gozosa
experiencia y a crecer cada día más en la entrega de sí mismos a Dios y a los hombres”.
RC
Texto
y audio completo del Santo Padre a los voluntarios de la JMJ (Audio)
Queridos
voluntarios
Al concluir los actos de esta inolvidable Jornada Mundial
de la Juventud, he querido detenerme aquí, antes de regresar a Roma, para daros las
gracias muy vivamente por vuestro inestimable servicio. Es un deber de justicia y
una necesidad del corazón. Deber de justicia, porque, gracias a vuestra colaboración,
los jóvenes peregrinos han podido encontrar una amable acogida y una ayuda en todas
sus necesidades. Con vuestro servicio habéis dado a la Jornada Mundial el rostro de
la amabilidad, la simpatía y la entrega a los demás.
Mi gratitud es
también una necesidad del corazón, porque no solo habéis estado atentos a los peregrinos,
sino también al Papa. En todos los actos en los que he participado, allí estabais
vosotros: unos visiblemente y otros en un segundo plano, haciendo posible el orden
requerido para que todo fuera bien. No puedo tampoco olvidar el esfuerzo de la preparación
de estos días. Cuántos sacrificios, cuánto cariño. Todos, cada uno como sabía y podía,
puntada a puntada, habéis ido tejiendo con vuestro trabajo y oración el maravillo
cuadro multicolor de esta Jornada. Muchas gracias por vuestra dedicación. Os agradezco
este gesto entrañable de amor.
Muchos de vosotros habéis debido renunciar
a participar de un modo directo en los actos, al tener que ocuparos de otras tareas
de la organización. Sin embargo, esa renuncia ha sido un modo hermoso y evangélico
de participar en la Jornada: el de la entrega a los demás de la que habla Jesús. En
cierto sentido, habéis hecho realidad las palabras del Señor: «Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Tengo la certeza
de que esta experiencia como voluntarios os ha enriquecido a todos en vuestra vida
cristiana, que es fundamentalmente un servicio de amor. El Señor trasformará vuestro
cansancio acumulado, las preocupaciones y el agobio de muchos momentos en frutos de
virtudes cristianas: paciencia, mansedumbre, alegría en el darse a los demás, disponibilidad
para cumplir la voluntad de Dios. Amar es servir y el servicio acrecienta el amor.
Pienso que es este uno de los frutos más bellos de vuestra contribución a la Jornada
Mundial de la Juventud. Pero esta cosecha no la recogéis solo vosotros, sino la Iglesia
entera que, como misterio de comunión, se enriquece con la aportación de cada uno
de sus miembros.
Al volver ahora a vuestra vida ordinaria, os animo
a que guardéis en vuestro corazón esta gozosa experiencia y a que crezcáis cada día
más en la entrega de vosotros mismos a Dios y a los hombres. Es posible que en muchos
de vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy sencilla: ¿Qué
quiere Dios de mí? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo a seguirlo
más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo
la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio?
Si ha surgido esa inquietud, dejaos llevar por el Señor y ofreceos como voluntarios
al servicio de Aquel que «no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida
como rescate por muchos» (Mc 10,45). Vuestra vida alcanzará una plenitud insospechada.
Quizás alguno esté pensando: el Papa ha venido a darnos las gracias y se va pidiendo.
Sí, así es. Ésta es la misión del Papa, Sucesor de Pedro. Y no olvidéis que Pedro,
en su primera carta, recuerda a los cristianos el precio con que han sido rescatados:
el de la sangre de Cristo (cf. 1P 1, 18-19). Quien valora su vida desde esta perspectiva
sabe que al amor de Cristo solo se puede responder con amor, y eso es lo que os pide
el Papa en esta despedida: que respondáis con amor a quien por amor se ha entregado
por vosotros. Gracias de nuevo y que Dios vaya siempre con vosotros.