Audiencia: el Papa pide que lo sostengan con la oración por su viaje a Madrid por
la JMJ
El Santo Padre Benedicto XVI celebró mañana a las 10.30 la tradicional audiencia general
de los miércoles en el patio interior del Palacio Apostólico de Castelgandolfo.
Al
saludar a los peregrinos de lengua alemana el Papa manifestó su alegría por encontrarse
con ellos en Castelgandolfo y les deseó que transcurran una buena permanencia en esta
localidad.
A los fieles polacos el Santo Padre les pidió que recen por su viaje
apostólico a Madrid que emprenderá mañana con ocasión de la JMJ.
Asimismo el
Pontífice saludó de modo particular a los peregrinos lituanos, especialmente a los
profesores de la escuela católica “Versme” de Vilna, a la vez que los animó en su
apreciada acción formativa.
Por último, dirigiéndose a los peregrinos italianos,
Benedicto XVI saludó a las Pobres Hijas de María Santísima Coronada, que están celebrando
su capítulo general. Mientras al agradecerles a todos su presencia, los animó a proseguir
con su fiel testimonio cristiano en la sociedad.
En cuanto a la XXVI Jornada
Mundial de la Juventud que se celebra en la capital española, el Santo Padre recordó
que mañana viajará a Madrid, donde tendrá la alegría de encontrarse con los numerosos
jóvenes que se han dado cita allí. Y les pidió que se unan a él espiritualmente con
la oración por este importante evento eclesial.
De la misma manera, al saludar
a los fieles procedentes de América Latina y de España, Benedicto XVI les dijo:
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, venidos de España, México y otros países Latinoamericanos.
Que vuestra oración me sostenga y acompañe en el Viaje Apostólico que mañana emprendo
a España. Muchas gracias y que Dios os bendiga.
M. F. Bernasconi
Texto completo de la Audiencia general Queridos
hermanos y hermanas, estamos aún en la luz de la fiesta de la Asunción y he dicho
que es una fiesta de la esperanza. María ha llegado al Paraíso y este es nuestro destino:
todos nosotros podemos llegar al Paraíso.
La cuestión es cómo hacerlo.
María ha llegado y sobre María dice el Evangelio: es “Aquella que ha creído en el
cumplimientote lo que el Señor le ha dicho” (Lc 1,45). Por lo tanto, María ha crecido,
se ha confiado a Dios, ha entrado en la voluntad del Señor. Ella estaba en el camino
trazado directamente hacia el Paraíso. Creer, confiarse al Señor, entrar en su voluntad:
esta es la dirección esencial. Hoy no quiero caminar y recorrer todo este camino de
la fe, sino solo tocar un pequeño aspecto de la vida de la oración, que es la vida
del contacto con Dios, es decir, sobre la meditación y qué es la meditación. Quiere
decir “hacer memoria” de cuanto Dios ha hecho y no olvidar sus muchos beneficios (Sal
103,2b).
A menudo vemos solo las cosas negativas; también tenemos que
tener en nuestra memoria las cosas positivas, los dones que Dios nos ha dado, estar
atentos a los signos positivos que vienen de Dios y –“hacer memoria” de ellos. Por
lo tanto, hablamos de un tipo de oración que en la tradición cristiana viene llamada
“oración mental”. Nosotros conocemos habitualmente la oración con palabras, naturalmente
también la mente y el corazón, han de estar presentes, en esta oración; pero hoy hablamos
de una meditación sin palabras, de “un tomar contacto” de nuestra mente con el corazón
de Dios. Y María, aquí, es un modelo muy real: el evangelista Lucas repite varias
veces que María “custodiaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (2,19;2,51b).
Custodia y no olvida, está atenta a todo cuanto el Señor le ha dicho y
hecho y medita, es decir, toma contacto con estas cosas, profundiza en su corazón.
Ella que “ha creído” en el anuncio del Ángel, se ha hecho instrumento para que la
Palabra eterna del Altísimo pudiera encarnarse, también ha acogido en su corazón el
admirable prodigio de aquel nacimiento humano-divino, lo ha meditado, ha reflexionado
sobre todo lo que Dios estaba realizando en Ella, para acoger la voluntad divina en
su vida y corresponderle. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios y la maternidad
de María es tan grande que requiere un proceso de interiorización –no es solo una
cosa física que Dios hace, sino que exige una interiorización por parte de María,
que intenta profundizarlo a través de su inteligencia, interpretar el sentido, comprender
los recovecos y las implicaciones. De este modo, día tras día, en el silencio de la
vida ordinaria, María continúa custodiando en su corazón los sucesivos eventos admirables
de la que es testigo, hasta la prueba extrema de la Cruz y de la gloria de la Resurrección.
María ha vivido plenamente su existencia, sus deberes cotidianos, su misión de Madre,
pero ha sabido mantener dentro de sí un espacio interior para reflexionar sobre la
palabra y sobre la voluntad de Dios, sobre todo lo que ocurría en Ella, sobre los
misterios de la vida de su Hijo. En nuestro tiempo estamos absortos
por tantas actividades y compromisos, preocupaciones y problemas; muchas veces se
tiende a rellenar todos los espacios de la jornada, sin tener un momento para detenerse
a reflexionar y a alimentar la vida espiritual, el contacto con Dios. María nos enseña
cuan necesario es encontrar en nuestras jornadas, con todas las actividades, encontrar
momentos para recogerse en silencio y meditar sobre cuanto el Señor nos quiere enseñar,
sobre como está presente y actúa en el mundo y en nuestra vida: ser capaces de detenerse
un momento, y meditar. San Agustín paragona la meditación sobre los misterios de
Dios a la asimilación del alimento y utiliza un verbo que se repite en toda la tradición
cristiana: “rumiar”; los misterios de Dios, van continuamente hechos resonar en nosotros
mismos para que se nos hagan familiares, guíen nuestra vida, nos alimenten como ocurre
con el alimento necesario para nuestro mantenimiento.
San Buenaventura,
refiriéndose a las palabras de la Sagrada Escritura dice que “van siempre rumiados
para poderlas fijar con ardiente aplicación del alma” (Coll.In Hex, ed. Quaracchi
1934, p, 218). Meditar por lo tanto quiere decir crear en nosotros una situación de
recogimiento, de silencio interior, para reflexionar, asimilar los misterios de nuestra
fe y lo que Dios realiza en nosotros, y no solamente en las cosas que van y vienen;
podemos “rumiar” de varios modos, tomando, por ejemplo un breve pasaje de la Sagrada
Escritura, sobre todo los Evangelio, los hechos de los Apóstoles o las Cartas de los
Apóstoles, o incluso una página de un autor de espiritualidad que nos acerca, nos
hace más presente la realidad de Dios a nuestro hoy, incluso también haciéndonos aconsejar
por el confesor o del director espiritual, leer y reflexionar sobre lo que se ha leído,
deteniéndose sobre ello, intentando comprenderlo, que cosa me dice, que cosa dice
hoy, de abrir nuestra alma a cuanto el Señor quiere decirnos y enseñarnos. También
el Santo Rosario es una oración de meditación: repitiendo el Ave María estamos invitados
a repensar y a reflexionar sobre el Misterio que hemos proclamado. Pero podemos detenernos
también sobre alguna intensa experiencia espiritual, sobre palabras que se nos han
quedado impresas al participar en la Eucaristía dominical. Por lo tanto, como veis,
existen muchas maneras de meditar y así de tomar contacto con Dios y acercarnos a
Dios y de esta forma estar en camino hacia el Paraíso.
Queridos amigos,
la constancia en el dedicar tiempo a Dios es un elemento fundamental para el crecimiento
espiritual; será el Señor mismo a darnos el placer de sus misterios, de sus palabras,
de su presencia y acción, encontrar como es bello cuando Dios habla con nosotros;
nos hará comprender de manera más profunda que quiere de mí. Al final es precisamente
el objetivo de la meditación: confiarse cada vez más a las manos de Dios, con confianza
y amor, ciertos que solamente en hacer su voluntad seremos al final verdaderamente
felices.
Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Rafael Álvarez Taberner