De cara a la crisis española la JMJ es ocasión para miles de jóvenes de abrirse a
Cristo y cambiar el estado actual de las cosas
La crisis de la que es necesario preocuparse en Europa no interesa tanto, o por lo
menos no únicamente, los aspectos económicos no obstante se trate de un gravísimo
problema. Con estas palabras se abre la invitación a la confianza y el llamamiento
que el cardenal Antonio Cañizares Llovera, el Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dirigió a los participantes en el
curso de verano que tuvo lugar en Santander, España del 1 al 4 de agosto bajo el tema
“Los cristianos en democracia” de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente
Mártir”. El Cardenal invitó a la confianza recordando que la Jornada Mundial de la
Juventud del 16 al 21 de agosto en Madrid es más que nada una ocasión para miles de
jóvenes de abrirse a Cristo y cambiar el estado actual de las cosas. En su reflexión
publicada en el Osservatore Romano el purpurado español alude a que el el problema
principal de Viejo Continente es el de haberse olvidado de Dios, actitud, que puntualizó,
conduce a la autodestrucción.
Una vez más la Iglesia española llama a la responsabilidad
de los cristianos para dar vida a una Nueva Evangelización que en palabras del Card.
Cañizares Llovera es el mejor servicio que podemos ofrecer a la sociedad para que
se den cambios y se supere la actual crisis. El análisis profundo sobre la situación
de crisis ha sido un auténtico grito de alarma. Y explica que la crisis que golpea
el País ibérico es una crisis que no es meramente estructural sino más puntualmente
una crisis del hombre, una ruptura de la humanidad, un quebrantamiento moral, el consumir
más allá de nuestras posibilidades y buscar únicamente el placer a cualquier precio,
el complacimiento cuya única finalidad es el propio placer, aun cuando su obtención
signifique pisotear al otro, es –añade- una situación que se hace necesario superar.
El Prefecto de la la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
también defendió, una vez más , la identidad de Europa, trayendo a la memoria su realidad
primordial: sus bases han sido la filosofía griega, el derecho romano y la fe cristiana.
Y concluye afirmando que la identidad europea es inseparable de la dignidad de la
persona humana como base de todo orden y de la identidad de ésta cultura que nos caracteriza.