En el Ángelus el Papa recuerda la hambruna en el Cuerno de África: “El Pan del cielo,
compasión de Cristo hacia la gente"
Este Domingo -décimo octavo del Tiempo Ordinario-, desde el Palacio Apostólico de
Castel Gandolfo Benedicto XVI ha recordado el Evangelio del día que nos presenta el
milagro de la “multiplicación de los panes”. El milagro –ha dicho el Sucesor de Pedro-
consiste en compartir fraternamente pocos panes, confiados a la potencia de Dios.
El milagro hace pensar en la institución de la Eucaristía: “El Señor invita a los
discípulos para que sean ellos quienes distribuyan el pan para la multitud; de este
modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica -en efecto- deberán
llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y de los Sacramentos”. La condición
de aquella multitud, ha dicho el Papa en su alocución previa al Ángelus Domini, “hace
pensar en tantos hermanos y hermanas que en estos días, en el Cuerno de África, sufren
las dramáticas consecuencias de la carestía, agravadas por la guerra y por la falta
de instituciones sólidas”. “En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión
de Dios por cada hermano y hermana, recordó Benedicto XVI, nace así, en torno al
Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo”. Precisamente
el santo que la Iglesia celebra hoy, san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía
de Jesús da testimonio. Él eligió, en efecto, vivir “buscando a Dios en todas las
cosas, y amándolo en todas las criaturas”.
Patricia Jáuregui
Texto
completo de alocución pre-Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
El Evangelio
de este domingo describe el milagro de la multiplicación de los panes, que Jesús cumple
para una multitud de personas que lo han seguido para escucharlo y ser aliviados por
varias enfermedades. Al anochecer los discípulos sugieren a Jesús que despida a la
multitud, para que puedan ir a comer. Pero el señor tiene en mente otra cosa “dadles
vosotros de comer” (Mt 14,16). Ellos no tienen “sino cinco panes y dos peces”. Jesús
entonces cumple un gesto que hace pensar en el sacramento de la Eucaristía: “levantando
los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos
a la multitud” (Mt 14,19). El milagro consiste en compartir fraternamente pocos panes
que, confiados a la potencia de Dios, no solo bastan para todos, sino que además sobran,
hasta llenar doce canastos.
El Señor invita a los discípulos para que
sean ellos quienes distribuyan el pan para la multitud; de este modo los instruye
y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto deberán llevar a todos el
alimento de la Palabra de vida y de los Sacramentos.
En este signo prodigioso
se entrelazan la encarnación de Dios y la obra de la redención. Jesús, en efecto,
“desciende” de la barca para encontrar a los hombres. San Máximo el Confesor afirma
que el Verbo de Dios “se dignó, por amor nuestro, a hacerse presente en la carne,
derivada de nosotros y conforme a nosotros menos que en el pecado, y a exponernos
la enseñanza con palabras y ejemplos convenientes a nosotros. El Señor nos ofrece
aquí un ejemplo elocuente de su compasión hacia la gente. Hace pensar en tantos hermanos
y hermanas que en estos días, en el Cuerno de África, sufren las dramáticas consecuencias
de la carestía, agravadas por la guerra y por la falta de instituciones sólidas.
Cristo está
atento a la necesidad material, pero quiere donar de más, porque el hombre está siempre
“hambriento de algo de más, tiene necesidad de algo de más”. En el pan de Cristo está
presente el amor de Dios; en el encuentro con El “nos nutrimos, por así decir, del
mismo Dios viviente, comemos verdaderamente el «pan del cielo»” . Queridos amigos,
“en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano
y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para
con el prójimo” (Exhortación . ap. postsin. Sacramentum caritatis, 88). Nos lo testimonia
también San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús de quien hoy la Iglesia
hace memoria. Ignacio eligió, en efecto, vivir “buscando a Dios en todas las cosas,
y amándolo en todas las criaturas”.
Confiamos a la Virgen María nuestra
oración para que abra nuestro corazón a la compasión hacia el prójimo y al compartir
fraterno.
Saludos del Papa en Español
Saludo con
afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana
y a los que se unen a ella a través de la radio y la televisión. En este domingo,
invito a todos a abrir el corazón a la Palabra de Dios, en donde Jesucristo aparece
como el verdadero alimento, que nutre y sacia los más nobles deseos que anidan en
nuestro interior. Que, a ejemplo de María Santísima, encontremos nuestra dicha en
cumplir la voluntad de su divino Hijo, y así alcanzaremos aquella luz que no conoce
el ocaso, el amor que no defrauda y la esperanza que alienta y consuela. Que el Señor
os bendiga y os conceda días llenos de serenidad.
Patricia Jáuregui
Y,
hablando en polaco el Obispo de Roma ha recordado a los fieles presentes en Castel
Gandolfo que, en el Evangelio de hoy hemos escuchado el milagro de la multiplicación
de los panes, con los que el Señor alimenta a una muchedumbre hambrienta. Pero no
nos ha dado, por esto, una receta útil para saciar el hambre de los pueblos del mundo,
ni para resolver el drama del hambre. Nos recuerda que está prohibido permanecer indiferentes
ante la tragedia de los hambrientos y sedientos. Nos anima a que les demos de comer
y a compartir el pan con los necesitados. Siguiendo a Cristo debemos ser sensibles
ante la pobreza de los pueblos. Os saludo cordialmente ¡Alabado sea Jesucristo!.