Juan de Palafox y Mendoza es el primer Arzobispo beato y el primer Virrey de América
que alcanza el honor de los altares
Lunes, 6 jun (RV).- La beatificación de Juan de Palafox y Mendoza, Arzobispo y Virrey
en la Nueva España del siglo XVII, no es sólo un acto de justicia con el pasado de
un hombre virtuoso; se trata, además, de una oportunidad para que los hombres y mujeres
del Siglo XXI encuentren en la figura de este noble español un ejemplo para desarrollar
con entusiasmo y honradez desde las más sencillas tareas hasta las más delicadas encomiendas
sociales o gubernamentales.
En efecto, para biógrafos e investigadores de su
vida, resulta sorprendente que Juan de Palafox y Mendoza aunque hubiera acumulado
en su persona los máximos poderes civiles y eclesiásticos en la Nueva España, jamás
los haya usado para su beneficio personal, sino por el contrario, que siempre los
haya utilizado al servicio del bien común y del bien de las almas.
El Dr. Juan
Pablo Salazar Andreu, investigador y autor de varios textos historiográficos sobre
el inminente beato comenta que “Juan de Palafox fue un extraordinario obispo, magnífico
pastor, excelente funcionario público, patrocinador de la cultura y las artes, enamorado
de los indígenas, escritor prolífico, comprometido con su entorno social, indudablemente
un hombre ejemplar para la santidad y, sobre todo, para México.
Ante la pregunta
de por qué Juan de Palafox es un ejemplo para el México de hoy, explica que desgraciadamente
esta nación sufre actualmente por la ignorancia de muchas personas, donde hombres
y mujeres ocupan altos cargos públicos sin tener el menor conocimiento de ello; y
Palafox fue, ante todo, un hombre preparado, desapegado y entregado con cariño a los
demás, fue un hombre recto, preparado y honesto como católico; estos son valores que
deben servirle hoy a los católicos mexicanos y a los gobernantes del país, pues el
cáncer de México no es sólo la corrupción, sino también la ignorancia.
Al
referirse a las delicadas encomiendas que Juan de Palafox realizó durante su estancia
en la Nueva España, el Dr. Salazar Andreu recuerda que tuvo que auditar los gobiernos
de tres Virreyes. En varios encontró serios problemas de corrupción y abusos de autoridad
y, aunque algunos poderosos y enriquecidos funcionarios le sugirieron diferentes “arreglos”
de mutuo interés, Palafox no cedió a la ilegalidad o a la inmoralidad de actos corruptos.
Al contrario, en medio de tareas muy difíciles sufrió la persecución y la difamación
por parte de sus enemigos.
Para su predecesor, Mons. Víctor Sánchez Espinosa,
Arzobispo de Puebla, Juan de Palafox supo sobrellevar estas cargas mediante un verdadero
discipulado cristiano, la oración, el recogimiento, la caridad, la educación, la obediencia
y confianza en la Providencia para atender las urgencias del pueblo y de la Iglesia.
El Arzobispo escribe en su carta pastoral con motivo de esta beatificación titulada
“Con Júbilo”, que “Si Palafox pudo llevar a cabo tareas pastorales y seculares, que
parecían superiores a las fuerzas humanas, ciertamente se debió a la acción de Dios
en su vida”. Y añade: “en esta hora estupenda y compleja de la historia, aprendamos
de Palafox a no desalentarnos frente a las dificultades y a confiar en la ayuda de
Dios”.
También el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México, publicó
una carta pastoral con motivo de la beatificación de quien en el lejano año 1642 fue
designado para la Arquidiócesis de México como décimo sucesor de Fray Juan de Zumárraga.
“Pese a tener en sus manos todos los poderes eclesiásticos y civiles –afirma el purpurado–
siempre actuó con verdad, caridad y justicia. Combatió con todas sus fuerzas la corrupción
y los abusos, lo que le ganó innumerables enemigos, calumniadores y persecuciones
que lo llevaron a juicio y a la ingratitud. Juan de Palafox y Mendoza es el primer
Arzobispo beato y el primer Virrey de América que alcanza las cumbres de la santidad,
testimonio urgente para nuestra patria para hacer ver que la santidad se puede hallar
en todas partes, y es posible en todos los oficios, incluso en el ejercicio del poder
y la política, donde también puede y debe reinar Dios. Por ello a estas celebraciones
gozosas se han unido las autoridades civiles quienes reconocen la santidad, el genio
y la generosidad de este gran Arzobispo-Virrey de México”.