El Papa señala el martirio del beato Stepinac como el culmen de la violencia contra
la Iglesia durante la persecución comunista, un tiempo muy duro caracterizado por
una generación de sacerdotes dispuestos a morir por no traicionar a Cristo
Domingo, 5 jun (RV).- Benedicto XVI conmemoró esta tarde en oración al beato Alojzije
Stepinac, valeroso Pastor, ejemplo de celo apostólico y firmeza cristiana, cuya vida
heroica ilumina también hoy a los fieles de las diócesis croatas, sosteniendo así
la fe y la vida eclesial. En la catedral de Zagreb, donde se encuentra la tumba del
beato Stepinac, y en el marco de la celebración de las Vísperas el Papa resaltó que
“los méritos de este inolvidable obispo derivan esencialmente de su fe”
“Precisamente
por su firme conciencia cristiana, supo resistir a todo totalitarismo, haciéndose
defensor de los judíos, los ortodoxos y todos los perseguidos en el tiempo de la dictadura
nazi y fascista, y después, en el período del comunismo, «abogado» de sus fieles,
especialmente de tantos sacerdotes perseguidos y asesinados. Sí, llegó a ser «abogado»
de Dios en esta tierra, pues defendió tenazmente la verdad y el derecho del hombre
a vivir con Dios”.
Como subrayó el Santo Padre “el martirio del beato
Alojzije indica el culmen de las violencias cometidas contra la Iglesia durante el
terrible periodo de la persecución comunista. Los católicos croatas, y el clero en
particular, fueron objeto de vejaciones y abusos sistemáticos, que pretendían destruir
la Iglesia católica, comenzando por su más alta Autoridad local”.
“Aquel tiempo
especialmente duro se caracterizó por una generación de obispos, sacerdotes y religiosos
dispuestos a morir por no traicionar a Cristo, a la Iglesia y al Papa. La gente ha
visto que los sacerdotes nunca han perdido la fe, la esperanza, la caridad, y así
han permanecido siempre unidos. Esta unidad explica lo que humanamente es incomprensible:
que un régimen tan duro no haya podido doblegar a la Iglesia”. Y
por esta razón “también hoy la Iglesia en Croacia está llamada a permanecer unida
para afrontar los desafíos del nuevo contexto social, descubriendo con osadía misionera
nuevas vías de evangelización, especialmente al servicio de las jóvenes generaciones”.
En este contexto Benedicto XVI ha subrayado la importancia de “que sobre todo los
Obispos y sacerdotes trabajen siempre al servicio de la reconciliación entre los cristianos
divididos y entre los cristianos y los musulmanes, siguiendo las huellas de Cristo,
que es nuestra paz”.
El Pontífice retomó las palabras del beato Stepinac,
en su homilía en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo de 1943, para reafirmar que
«Uno de los mayores males de nuestro tiempo es la mediocridad en las cuestiones de
fe. No nos hagamos ilusiones… O somos católicos o no lo somos. Si lo somos, es preciso
que se manifieste en todos los campos de nuestra vida»
“La enseñanza
moral de la Iglesia, que hoy frecuentemente no es entendida, no se puede desvincular
del Evangelio. Corresponde precisamente a los Pastores proponerlo autorizadamente
a los fieles, para ayudarlos a valorar sus responsabilidades personales, la armonía
entre sus decisiones y las exigencias de la fe. De este modo, se avanzará en ese «cambio
cultural» necesario para promover una cultura de la vida y una sociedad a medida del
hombre”. Dirigiéndose a los sacerdotes y especialmente a los párrocos
y ante la importancia y la multiplicidad de sus tareas, el Papa les ha exhortado a
no desalentarse “en una época en la que la escasez de presbíteros comienza a percibirse
seriamente”. Y a sus hermanos en el episcopado y en el presbiterado, el Papa les ha
pedido que ofrezcan a “los jóvenes de los seminarios y los noviciados una formación
equilibrada, que los prepare para un ministerio bien insertado en la sociedad de nuestro
tiempo, gracias a la profundidad de su vida espiritual y a la seriedad de sus estudios”.
DISCURSO COMPLETO Queridos Hermanos en el Episcopado
y en el Presbiterado, Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias
al Señor en la oración por este encuentro, que me permite vivir un momento especial
de comunión con vosotros, Obispos, sacerdotes, personas consagradas, seminaristas,
novicios y novicias. Os saludo a todos con afecto y os doy las gracias por el testimonio
que dais a la Iglesia, como hicieron a lo largo de los siglos en esta tierra tantos
pastores y mártires, desde san Domnio hasta el beato Cardenal Stepinac, el
amado Cardenal Kuharić y otros muchos. Agradezco al Cardenal Josip Bozanić las amables
palabras que me ha dirigido. Esta tarde queremos conmemorar con devoción y
en oración al beato Alojzije Stepinac, valeroso Pastor, ejemplo de celo apostólico
y firmeza cristiana, cuya vida heroica ilumina también hoy a los fieles de las diócesis
croatas, sosteniendo así la fe y la vida eclesial. Los méritos de este inolvidable
obispo derivan esencialmente de su fe: él tuvo en su vida la mirada fija siempre en
Jesús, y siempre se configuró con Él, hasta el punto de convertirse en una viva imagen
de Cristo, también en sus padecimientos. Precisamente por su firme conciencia cristiana,
supo resistir a todo totalitarismo, haciéndose defensor de los judíos, los ortodoxos
y todos los perseguidos en el tiempo de la dictadura nazi y fascista, y después, en
el período del comunismo, «abogado» de sus fieles, especialmente de tantos sacerdotes
perseguidos y asesinados. Sí, llegó a ser «abogado» de Dios en esta tierra, pues defendió
tenazmente la verdad y el derecho del hombre a vivir con Dios.
«Con
una única ofrenda [Cristo] ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados»
(Hb 10,14). Esta expresión de la Carta a los Hebreos que antes se ha proclamado, nos
invita a considerar la figura del beato Cardenal Stepinac como la «imagen» de Cristo
y de su Sacrificio. En efecto, el martirio cristiano es la más alta medida de santidad,
pero lo es siempre y sólo gracias a Cristo, por un don suyo, como respuesta a su oblación
que recibimos en la Eucaristía. El Beato Alojzije Stepinac ha respondido con su sacerdocio,
con el episcopado, con el sacrificio de su vida: un único «sí» unido al de Cristo.
Su martirio indica el culmen de las violencias cometidas contra la Iglesia durante
el terrible periodo de la persecución comunista. Los católicos croatas, y el clero
en particular, fueron objeto de vejaciones y abusos sistemáticos, que pretendían destruir
la Iglesia católica, comenzando por su más alta Autoridad local. Aquel tiempo especialmente
duro se caracterizó por una generación de obispos, sacerdotes y religiosos dispuestos
a morir por no traicionar a Cristo, a la Iglesia y al Papa. La gente ha visto que
los sacerdotes nunca han perdido la fe, la esperanza, la caridad, y así han permanecido
siempre unidos. Esta unidad explica lo que humanamente es incomprensible: que un régimen
tan duro no haya podido doblegar a la Iglesia. También hoy
la Iglesia en Croacia está llamada a permanecer unida para afrontar los desafíos del
nuevo contexto social, descubriendo con osadía misioneras nuevas vías de evangelización,
especialmente al servicio de las jóvenes generaciones. Queridos Hermanos en el episcopado,
quisiera animaros, sobre todo a vosotros, en el desarrollo de vuestra misión. Cuanto
más actuéis en fecunda armonía entre vosotros y en comunión con el Sucesor de Pedro,
tanto mejor podréis acometer las dificultades de nuestra época. Es importante, además,
que sobre todo los Obispos y sacerdotes trabajen siempre al servicio de la reconciliación
entre los cristianos divididos y entre los cristianos y los musulmanes, siguiendo
las huellas de Cristo, que es nuestra paz. No dejéis tampoco de ofrecer a los sacerdotes
claras directrices espirituales, doctrinales y pastorales. La comunidad eclesial,
en efecto, tiene en su seno legítimas diversidades, pero no puede dar un testimonio
fiel del Señor si no es en la comunión de sus miembros. Esto exige de vosotros el
servicio de la vigilancia, que se ha de ofrecer en el diálogo y con gran amor, pero
también con claridad y firmeza.
Queridos Hermanos, la adhesión a Cristo
significa «guardar» su palabra en toda circunstancia (cf. Jn 14,23). A este respecto,
el Beato Cardenal Stepinac se expresaba así: «Uno de los mayores males de nuestro
tiempo es la mediocridad en las cuestiones de fe. No nos hagamos ilusiones… O somos
católicos o no lo somos. Si lo somos, es preciso que se manifieste en todos los campos
de nuestra vida» (Homilía en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo, 29 junio 1943).
La enseñanza moral de la Iglesia, que hoy frecuentemente no es entendida, no se puede
desvincular del Evangelio. Corresponde precisamente a los Pastores proponerlo autorizadamente
a los fieles, para ayudarlos a valorar sus responsabilidades personales, la armonía
entre sus decisiones y las exigencias de la fe. De este modo, se avanzará en ese «cambio
cultural» necesario para promover una cultura de la vida y una sociedad a medida del
hombre. Queridos sacerdotes, especialmente vosotros, párrocos,
conozco la importancia y la multiplicidad de vuestras tareas, en una época en la que
la escasez de presbíteros comienza a percibirse seriamente. Os exhorto a no desalentaros,
a permanecer vigilantes en la oración y en la vida espiritual para cumplir con fruto
vuestro ministerio: enseñar, santificar y guiar a los que están confiados a vuestro
cuidado. Acoged con magnanimidad a quien llama a la puerta de vuestro corazón, ofreciendo
a cada uno los dones que la bondad divina os ha confiado. Perseverad en la comunión
con vuestro Obispo y en la colaboración recíproca. Alimentad vuestro compromiso en
la fuente de la Escritura, los Sacramentos y la constante alabanza a Dios, abiertos
y dóciles a la acción del Espíritu Santo; así seréis operadores eficaces de la nueva
evangelización, que estáis llamados a llevar a cabo junto con los laicos, de manera
coordinada y sin confusión entre lo que depende del ministerio ordenado y lo que pertenece
al sacerdocio universal de los bautizados. Preocuparos de cuidar las vocaciones al
sacerdocio: esforzaos con vuestro entusiasmo y vuestra fidelidad por transmitir un
vivo deseo de responder generosamente y sin titubeos a Cristo, que llama a configurarse
más íntimamente a Él, Cabeza y Pastor. Queridos consagrados
y consagradas, la Iglesia espera mucho de vosotros, que tenéis la misión de testimoniar
en cada época «la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre
para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían» (Exhort. ap. Vita
consecrata, 22). Que Dios sea siempre vuestra única riqueza: dejaos plasmar por Él
para hacer visible al hombre de hoy, sediento de valores verdaderos, la santidad,
la verdad, el amor del Padre celestial. Sostenidos por la gracia del Espíritu, hablad
a la gente con la elocuencia de una vida transfigurada por la novedad de la Pascua.
Toda vuestra vida será así signo y servicio de la consagración que cada bautizado
ha recibido cuando se le incorporó a Cristo.
A vosotros, jóvenes que
os preparáis para el sacerdocio o la vida consagrada, deseo repetiros que el divino
Maestro está actuando constantemente en el mundo, y dice a cada uno de los que ha
elegido: «Sígueme» (Mt 9,9). Es una llamada que requiere la confirmación cotidiana
de una respuesta de amor. Que vuestro corazón esté siempre dispuesto. Que el testimonio
heroico del Beato Alojzije Stepinac inspire una renovación de las vocaciones entre
los jóvenes croatas. Y vosotros, queridos Hermanos en el episcopado y en el presbiterado,
no dejéis de ofrecer a los jóvenes de los seminarios y los noviciados una formación
equilibrada, que los prepare para un ministerio bien insertado en la sociedad de nuestro
tiempo, gracias a la profundidad de su vida espiritual y a la seriedad de sus estudios.
Querida Iglesia en Croacia, asume con humildad y valentía la tarea
de ser la conciencia moral de la sociedad, «sal de la tierra» y «luz del mundo» (cf.
Mt 5,13-14). Sé siempre fiel a Cristo y al mensaje del Evangelio, en una sociedad
que trata de relativizar y secularizar todos los ámbitos de la vida. Sé la morada
de la alegría en la fe y en la esperanza. Queridos: Que el beato Cardenal Alojzije
Stepinac y todos los santos de vuestra tierra intercedan por vuestro pueblo, y que
la Madre del Salvador os proteja. Con gran afecto imparto a vosotros y a toda la Iglesia
en Croacia mi Bendición Apostólica. Amén. Alabados sean Jesús y María.