Ante la representación de la sociedad civil croata el Papa reflexiona sobre la importancia
de la conciencia, porque en función de cuánto se invierte en su formación depende
la calidad de la democracia
Sábado, 4 jun (RV).- El Papa se encontró esta tarde con los representantes de la sociedad
civil croata en el Teatro Nacional de Zagreb, ante quienes reflexionó sobre el tema
de la conciencia, porque “en función de cómo es comprendida y de cuanto se invierte
en su formación depende la calidad de la vida social y civil, y la calidad de la democracia”.
Benedicto XVI se reunió pasadas las 6 de la tarde con los miembros de la sociedad
civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial, el cuerpo diplomático
y líderes religiosos. En su discurso el Pontífice subrayó que “hay que confirmar y
desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento
y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad
de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo,
la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas
conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos”.
“La
calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena
parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto
se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en
boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral,
la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En
cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y
del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es
la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro”.
En
este mismo contexto el Santo Padre reivindicó las raíces cristianas de numerosas instituciones
culturales y científicas de este país, al igual que las de todo el continente europeo.
Y subrayó la necesidad de recordar estos orígenes, por fidelidad a la verdad histórica,
y por la importancia que reside en saber leer en profundidad dichas raíces, para que
puedan dar ánimo también al presente.
Exponiendo ejemplos como el nacimiento
de una universidad, o de un movimiento artístico o de un hospital, el Papa manifestó
que “hay que comprender el porqué y el cómo de lo que ha sucedido”, para apreciar
en el presente que es una realidad espiritual que llega a ser cultural y por tanto
social. “Detrás de todo hay hombres y mujeres, personas, conciencias, movidas por
la fuerza de la verdad y del bien”.
Y volviendo a la conciencia como clave
para el desarrollo cultural y la construcción del bien común, Benedicto XVI evidenció
como “en la formación de las conciencias, la Iglesia ofrece a la sociedad su contribución
más singular y valiosa. Una contribución que comienza en la familia y que encuentra
un apoyo importante en la parroquia, donde niños y adolescentes, y también los jóvenes,
aprenden a profundizar en la Sagrada Escritura, que es el “gran código” de la cultura
europea; y aprenden al mismo tiempo el sentido de la comunidad fundada en el don,
no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor, que es “la principal
fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”
(Caritas in veritate, 1).
“Esta lógica de la gratuidad, aprendida en la infancia
y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego y el deporte, en
las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario a los pobres
y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos más complejos
de la política y la economía, trabajando por una polis que sea acogedora y hospitalaria
y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos humanos,
con una fuerte dimensión ética. Aquí es donde los fieles laicos están llamados a aprovechar
generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina social de la
Iglesia, en favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la defensa de
la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación”.
En este encuentro
con el Santo Padre han participado los representantes de otras Iglesias y Comunidades
cristianas, así como también de la religión judía y musulmana, lo que “contribuye
a recordar –dijo el Papa- que la religión no es una realidad separada de la sociedad,
sino un componente suyo connatural, que constantemente evoca la dimensión vertical,
la escucha de Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia
y de la reconciliación en la verdad”.
“La religión pone al hombre en relación
con Dios, Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser un factor de paz. Las religiones
deben purificarse siempre según esta verdadera esencia suya para corresponder a su
genuina misión”.
DISCURSO COMPLETO Señor Presidente, Señores
Cardenales, Ilustres Señores y Señoras, Queridos hermanos y hermanas
Me
alegra mucho entrar en lo vivo de mi visita encontrándome con ustedes, que representan
ámbitos cualificados de la sociedad croata y al Cuerpo Diplomático. Mi cordial saludo
se dirige personalmente a cada uno y también a las entidades vitales a las que pertenecen:
a las comunidades religiosas, a las instituciones políticas, científicas y culturales,
a los sectores artísticos, económicos y deportivos. Doy cordialmente las gracias a
Mons. Puljic y al Profesor Zurak por las amables palabras que me han dirigido, así
como a los músicos que me han acogido con el lenguaje universal de la música. La dimensión
de la universalidad, característica del arte y de la cultura, es particularmente connatural
al Cristianismo y a la Iglesia católica. Cristo es plenamente hombre, y todo lo que
es humano encuentra en Él y en su Palabra plenitud de vida y significado. Este
espléndido teatro es un lugar simbólico, que manifiesta vuestra identidad nacional
y cultural. Poder encontraros aquí a todos juntos es otro motivo de alegría del espíritu,
porque la Iglesia es un misterio de comunión y se alegra siempre de la comunión, en
la riqueza de la diversidad. La participación de los representantes de otras Iglesias
y Comunidades cristianas, así como también de la religión judía y musulmana, contribuye
a recordar que la religión no es una realidad separada de la sociedad, sino un componente
suyo connatural, que constantemente evoca la dimensión vertical, la escucha de Dios
como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la reconciliación
en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios, Creador y Padre de
todos, y, por tanto, debe ser un factor de paz. Las religiones deben purificarse siempre
según esta verdadera esencia suya para corresponder a su genuina misión. Y
aquí quisiera introducir el tema central de mi breve reflexión: el de la conciencia.
Éste atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental
para una sociedad libre y justa, tanto en el plano nacional como supranacional. Naturalmente,
pienso en Europa, a la que desde siempre Croacia pertenece en el ámbito histórico-cultural
y a la que está por entrar en el político-institucional. Pues bien, hay que confirmar
y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento
y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad
de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo,
la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas
conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos.
La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena
parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto
se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en
boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral,
la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En
cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y
del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es
la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro. Agradezco
al Profesor Zurak que haya recordado las raíces cristianas de numerosas instituciones
culturales y científicas de este País, como ha sucedido también en todo el continente
europeo. Es necesario recordar estos orígenes, además, por fidelidad a la verdad histórica,
y es importante saber leer en profundidad dichas raíces, para que puedan dar ánimo
también al hoy. Es decir, es decisivo percibir el dinamismo que hay en un acontecimiento,
como, por ejemplo, el nacimiento de una universidad, o de un movimiento artístico
o de un hospital. Hay que comprender el porqué y el cómo de lo que ha sucedido, para
apreciar en el hoy dicho dinamismo, que es una realidad espiritual que llega a ser
cultural y por tanto social. Detrás de todo hay hombres y mujeres, personas,
conciencias, movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Se han citado algunos
hijos ilustres de esta tierra. Quisiera detenerme en el Padre Ruđer Josip Bošković,
jesuita, nacido en Dubrovnik hace ahora trescientos años, el 18 de mayo de
1711. Él encarna muy bien la buena compenetración entre fe y ciencia, que se estimulan
mutuamente para una búsqueda al mismo tiempo abierta, diversificada y capaz de síntesis.
Su obra cumbre, la Theoria philosophiae naturalis, publicada en Viena, y después en
Venecia a mitad del siglo XVIII, tiene un subtítulo muy significativo: redacta ad
unicam legem virium in natura existentium, es decir, “según la única ley de
las fuerzas existentes en la naturaleza”. En Bošković encontramos el análisis, el
estudio de las múltiples ramas del saber, pero también la pasión por la unidad.
Y esto es típico de la cultura católica. Por eso mismo, la fundación de una Universidad
Católica en Croacia es signo de esperanza. Deseo que ella contribuya a crear unidad
entre los diversos ámbitos de la cultura contemporánea, los valores y la identidad
de vuestro Pueblo, dando continuidad a la fecunda contribución eclesial a la historia
de la noble Nación croata. Volviendo al Padre Bošković, los expertos dicen que su
teoría de la “continuidad”, válida tanto en la ciencias naturales como en la
geometría, concuerda de forma excelente con alguno de los grandes descubrimientos
de la física contemporánea. ¿Qué podemos decir? Rindamos homenaje al ilustre croato,
pero también al auténtico jesuita; honremos al cultivador de la verdad que sabe bien
lo mucho que ésta lo supera, pero que, a la luz de la verdad, sabe también emplear
a fondo los recursos de la razón que Dios mismo le ha dado. Pero, además
del elogio, es preciso también valorar el método, la apertura mental de estos grandes
hombres. Volvamos, por tanto, a la conciencia como clave para el desarrollo cultural
y la construcción del bien común. En la formación de las conciencias, la Iglesia ofrece
a la sociedad su contribución más singular y valiosa. Una contribución que comienza
en la familia y que encuentra un apoyo importante en la parroquia, donde niños y adolescentes,
y también los jóvenes, aprenden a profundizar en la Sagrada Escritura, que es el “gran
código” de la cultura europea; y aprenden al mismo tiempo el sentido de la comunidad
fundada en el don, no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor,
que es “la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de
toda la humanidad” (Caritas in veritate, 1). Esta lógica de la gratuidad, aprendida
en la infancia y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego y
el deporte, en las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario
a los pobres y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos
más complejos de la política y la economía, trabajando por una polis que sea acogedora
y hospitalaria y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos
humanos, con una fuerte dimensión ética. Aquí es donde los fieles laicos están llamados
a aprovechar generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina
social de la Iglesia, en favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la
defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación. Ilustres
amigos, su presencia y tradición cultural croata me han sugerido estas breves reflexiones.
Se las dejo como signo de mi estima y sobre todo de la voluntad de la Iglesia de caminar
con la luz del Evangelio en medio de este pueblo. Les doy las gracias por su atención
y bendigo de corazón a todos ustedes, a sus seres queridos y sus actividades.