Benedicto XVI recuerda a los miembros del Consejo Pontificio para la nueva evangelización
que la crisis actual lleva consigo las semblanzas de la exclusión de Dios de la vida
de las personas
Lunes, 30 may (RV).- Al final de la mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico,
Benedicto XVI recibió a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo
Pontificio para la Promoción de la nueva Evangelización.
A todos ellos el
Papa les recordó que cuando el pasado 28 de junio -con ocasión de las Primeras Vísperas
de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo- anunciaba que deseaba instituir
un Dicasterio para la promoción de la nueva evangelización, daba una salida operativa
a la reflexión que realizaba desde hacía mucho tiempo sobre “la necesidad de ofrecer
una respuesta particular en el momento de crisis de la vida cristiana, que se está
verificando en tantos países, sobre todo de antigua tradición cristiana”.
El
Santo Padre también puso de manifiesto que con este encuentro ha podido constatar
con placer que el nuevo Pontificio Consejo se ha convertido en una realidad; a la
vez que agradeció a Mons. Salvatore Fisichella las palabras que le había dirigido
previamente al introducir los trabajos de su primera Asamblea Plenaria. Y dirigió
un saludo cordial a todos sus miembros, a quienes animó a seguir adelante, también
por la contribución que darán al trabajo del nuevo Dicasterio, especialmente con vistas
a la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que, en octubre del
próximo año, afrontará, precisamente, el tema de la “Nueva evangelización y la transmisión
de la fe cristiana”.
“El término ‘nueva evangelización’ alude a la exigencia
de una renovada modalidad de anuncio, sobre todo para quienes viven en un contexto,
como el actual, en el que los desarrollos de la secularización han dejado pesadas
huellas también en países de tradición cristiana. El Evangelio es el anuncio siempre
nuevo de la salvación llevada a cabo por Cristo para hacer partícipe a la humanidad
del misterio de Dios y de su vida de amor, y para abrirla a un futuro de esperanza
fiable y fuerte. Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada
a realizar una nueva evangelización, quiere decir intensificar la acción misionera
para corresponder plenamente al mandato del Señor”.
Tras aludir al Concilio
Vaticano II y destacar que los Padres conciliares vieron en el horizonte el cambio
cultural que hoy es fácilmente verificable, el Papa afirmó que precisamente esta nueva
situación -que ha creado una condición inesperada para los creyentes- requiere una
atención particular por el anuncio del Evangelio, “para dar razón de la propia fe
en situaciones diferentes del pasado”.
“La crisis que se experimenta lleva
consigo las semblanzas de la exclusión de Dios de la vida de las personas, de una
generalizada indiferencia con respecto a la misma fe cristiana, hasta el intento de
marginarla de la vida pública. En los decenios pasados aún era posible encontrar un
general sentido cristiano que unificaba el común sentir de enteras generaciones, crecidas
a la sombra de la fe, que había plasmado la cultura. Hoy, lamentablemente, se asiste
al drama de la fragmentación que ya no permite tener una referencia unificadora; además,
se verifica con frecuencia el fenómeno de personas que desean pertenecer a la Iglesia,
pero que están fuertemente plasmadas por una visión de la vida en contraste con la
fe”.
Por esta razón el Pontífice recordó que anunciar a Jesucristo, único Salvador
del mundo, hoy es más complejo que en el pasado; mientras permanece idéntico nuestra
tarea, como en los albores de nuestra historia, puesto que “la misión no ha cambiado,
así como no deben cambiar el entusiasmo y el valor que movieron a los Apóstoles y
a los primeros discípulos”.
Benedicto XVI también destacó que “existe una
continuidad dinámica entre el anuncio de los primeros discípulos y el nuestro”. Razón
por la cual la “nueva evangelización deberá hacerse cargo de encontrar las vías para
hacer mayormente eficaz el anuncio de la salvación, sin el cual la existencia personal
permanece en su carácter contradictorio y carente de lo esencial.
“También
quien permanece ligado a las raíces cristianas, pero vive la difícil relación con
la modernidad, es importante hacer comprender que el ser cristiano no es una especie
de vestido que hay que llevarlo en privado o en ocasiones particulares, sino que es
algo vivo y totalizador, capaz de asumir todo lo que de bueno hay en la modernidad”.
De ahí que el Papa manifestara su deseo de que en el trabajo de estos días
puedan delinear un proyecto capaz de ayudar a toda la Iglesia y a las diferentes Iglesias
particulares, en el empeño de la nueva evangelización; un proyecto donde la urgencia
por un anuncio renovado se haga cargo de la formación, en particular por las nuevas
generaciones, y sea conjugado con la propuesta de signos concretos capaces de hacer
evidente la respuesta que la Iglesia desea ofrecer en este momento peculiar.
El
Santo Padre se despidió de estos queridos amigos del Consejo Pontificio para la Promoción
de la nueva Evangelización, invocando la intercesión de María, Estella de la evangelización,
para que acompañe a los portadores del Evangelio y abra los corazones de los que escuchan,
asegurándoles su oración por su servicio eclesial que realizan e impartiéndoles su
Bendición Apostólica.