Domingo, 29 may (RV).- “Es posible que la humanidad conozca la verdadera alegría”
afirmó hoy el Papa Benedicto en su reflexión de la oración mariana del Regina Coeli,
ante la multitud de peregrinos que rezaron con él en la plaza de San Pedro.
“Es
posible que la humanidad conozca la verdadera alegría, porque allí donde llega el
Evangelio florece la vida; como un terreno árido que irrigado por la lluvia, de inmediato
reverdece”, expresó el Papa, comentando la lectura del Libro de los hechos de los
Apóstoles, que refiere cómo Felipe y los demás discípulos, con la fuerza del Espíritu
Santo, hicieron en los pueblos de Palestina aquello que había hecho Jesús: predicaron
la Buena Noticia y obraron signos prodigiosos. “Era el Señor que actuaba por medio
de ellos –afirmó Benedicto-. Así como Jesús anunciaba la venida del Reino, los discípulos
anunciaron a Jesús resucitado profesando que Él es el Cristo, el Hijo de Dios, bautizando
en su nombre y extirpando toda enfermedad del cuerpo y del espíritu”.
Seguidamente
el Papa, comentando esta expresión impactante: “Y fue grande la alegría de aquella
ciudad” (Hech.-8,8), expresó que viene espontáneo pensar que tantos grandes santos
y santas, misioneros, como Teresa de Calcuta y el Beato Juan Pablo II que relanzó
la “misión ad gentes”, han irrigado como un río benéfico tantas poblaciones en el
curso de los siglos; “han dado la vida por llevar el anuncio de Cristo y hacer florecer
entre los hombres la alegría profunda. Mientras los potentes de este mundo buscaban
conquistar nuevos territorios por intereses políticos y económicos, los mensajeros
de Cristo iban por todas partes con el objetivo de llevar a Cristo a los hombres y
a los hombres a Cristo, sabiendo que sólo Él podía dar la verdadera libertad y la
vida eterna”. jesuita Guillermo Ortiz RV
No te sientas huérfano Palabras
del Papa a los peregrinos de lengua española (AUDIO) “Saludo con
afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana.
La liturgia de hoy nos invita a no sentirnos huérfanos de Dios en el mundo, porque
Cristo vive y, por su Espíritu, el Espíritu de la verdad, sigue siendo nuestro consuelo,
nuestra defensa y nuestra guía. Invito a todos a renovar con gozo la esperanza cristiana
que nace del misterio pascual, para afrontar las dificultades, ahuyentar el desánimo
y los esfuerzos por construir un mundo más digno del hombre, según los deseos de Dios.
Que la Santísima Virgen María nos acompañe en este camino. Feliz domingo”
Fue
gran alegría en aquella ciudad Texto completo de la reflexión del Papa en
el Regina Coeli del 29-05-11
“Queridos hermanos y hermanas. En el libro
de los Hechos de los Apóstoles se señala que, después de una primera violenta persecución,
la comunidad cristiana de Jerusalén, excepto los apóstoles, se dispersa en las regiones
circundantes y Felipe, uno de los diáconos, llega a una ciudad de la Samaria. Allí
predicó a Cristo resucitado y su anunció fue acompañado de muchas curaciones, de modo
que la conclusión del episodio es muy significativa: “Y fue grande la alegría de aquella
ciudad” (Hech.-8,8). Siempre nos impacta esta expresión, que en su esencialidad nos
comunica el sentido de la esperanza; como si dijera: ¡es posible! Es posible que la
humanidad conozca la verdadera alegría, porque allí donde llega el Evangelio florece
la vida; como un terreno árido que irrigado por la lluvia, de inmediato reverdece.
Felipe y los demás discípulos, con la fuerza del Espíritu Santo, hicieron en los pueblos
de Palestina aquello que había hecho Jesús: predicaron la Buena Noticia y obraron
signos prodigiosos. Era el Señor que actuaba por medio de ellos. Así como Jesús anunciaba
la venida del Reino, los discípulos anunciaron a Jesús resucitado profesando que Él
es el Cristo, el Hijo de Dios, bautizando en su nombre y extirpando toda enfermedad
del cuerpo y del espíritu.
Y fue grande la alegría de aquella ciudad”.
Leyendo este versículo, es espontáneo pensar en la fuerza sanadora del Evangelio,
que en el curso de los siglos ha “irrigado”, como un río benéfico a tantas poblaciones.
Algunos Santos y Santas han llevado esperanza y paz a enteras ciudades -pensamos en
San Carlos Borromeo, en Milán, en el tiempo de la peste; en la beata Madre Teresa
en Calcuta; y en tantos misioneros, cuyo nombre es conocido por Dios, que han dado
la vida por llevar el anuncio de Cristo y hacer florecer entre los hombres la alegría
profunda. Mientras los potentes de este mundo buscaban conquistar nuevos territorios
por intereses políticos y económicos, los mensajeros de Cristo iban por todas partes
con el objetivo de llevar a Cristo a los hombres y a los hombres a Cristo, sabiendo
que sólo Él podía dar la verdadera libertad y la vida eterna. También hoy la vocación
de la Iglesia es la evangelización: ya sea hacia las poblaciones que no han sido todavía
“irrigadas” por el agua viva del Evangelio; ya sea hacia aquellas que a pesar de tener
antiguas raíces cristianas, tienen necesidad de una nueva linfa para llevar nuevos
frutos, y redescubrir la belleza y la alegría de la fe.
Queridos amigos,
el beato Juan Pablo II ha sido un gran misionero, como lo documenta también una exposición
que se realiza en este período en Roma. Él ha relanzado la misión ad gentes y, al
mismo tiempo, ha promovido la nueva evangelización. Confiemos ambas a la intercesión
de María Santísima. Que la Madre de Cristo acompañe siempre y dondequiera el anuncio
del Evangelio para que se multipliquen y se amplíen en el mundo los espacios en los
que los hombres reencuentre la alegría de vivir como hijos de Dios.”