2011-05-27 19:01:40

“Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes”


Viernes, 27 may (RV).- Esta tarde en el Aula Pablo VI del Vaticano Su Santidad Benedicto XVI participó en el Concierto ofrecido en su honor por la República de Hungría que así celebra la asunción de la Presidencia en el Consejo de la Unión Europea y en particular el bicentenario del nacimiento del gran compositor húngaro Franz Liszt. El presidente de la República de Hungría Pál Schmitt ha dirigido un discurso de saludo y bienvenida al Santo Padre, el Invitado de honor.
La Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría con el Grupo Coral Nacional y la vibrante voz del Tenor húngaro de talla internacional István Horváth, bajo la dirección del Maestro Zoltán Kocsis han interpretado composiciones de Liszt, dos de ellas con arreglos del mismo maestro Kocsis: el Festmarsch zur Goethejubiläumsfeier, la Vallée d’Obermann y la tercera, el Ave Maria-Die Glocken von Rom inspierada en un salmo, composición que refleja la profunda fe del compositor húngaro. Ha sido al final de la excelente ejecución orquestal y coral que Su Santidad ha querido agradecer a los artistas por tan sublime regalo poniendo un particular acento en la interpretación del Ave María.

Benedicto XVI destacó cómo Liszt, es “uno de los mayores pianistas de todos los tiempos, un compositor genial no solo de música para piano, sino también de música sinfónica y sacra”.

El Papa ha compartido el pensamiento que le ha suscitado la escucha de las tres primeras piezas: el Festmarsch zur Goethejubiläumsfeier, la Vallée d’Obermann e l’Ave Maria-Die Glocken von Rom, y es que en ellas se ponen en evidencia todos los colores de la orquesta; por ello, hemos podido escuchar con nitidez la voz particular de los instrumentos y no un conjunto de sonidos discordantes entre sí: Y por esto han suscitado en nosotros una amplia gama de sentimientos: desde la alegría a la meditación hasta la actitud orante a la cual nos ha invitado el coral Ave María.

En particular sobre esta Pieza interpretada en el modo coral, Su Santidad destacó que se trata del bellísimo Salmo 13 y que la composición data de los años en los cuales Liszt, su autor, residió en Italia concretamente en Tivoli y en Roma, es decir el período en el que el compositor vive en modo intenso su fe, tanto como para producir casi exclusivamente música sacra. “La pieza que hemos escuchado nos ha dado la idea de la calidad y de la profundidad de esta fe”, ha dicho Benedicto XVI para exaltar que se trata de un Salmo en el cual el que ora se encuentra en dificultad, el enemigo lo rodea, lo asedia, y Dios parece ausente, parece haberlo olvidado.

“Es el grito del hombre y de la humanidad, que siente el peso del mal que hay en el mundo; ha dicho el Papa y la música de Liszt nos ha transmitido este sentido de peso, de angustia. Pero Dios no abandona. El Salmista lo sabe y también Liszt como hombre de fe, lo sabe”. Para expresar que desde la angustia, nace una súplica llena de confianza que desemboca en el gozo: “Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes”, puntualizó el Santo Padre. (P.L.J.R.)



TEXTO DEL DISCURSO DEL SANTO PADRE

Señor Presidente de la República.
Señores Cardenales,
Honorables Ministros y Autoridades,
Venerados Hermanos en el Episcopado y el Presbiterado,
Amables Señores y Señoras.

Deseo dirigir un deferente saludo al Presidente de la República de de Hungría, Sr. Pal Schmitt, a su gentil consorte y a la Delegación húngara. Le agradezco por las palabras que me ha dirigido y por habernos ofrecido, con exquisita cortesía, este espléndido concierto en ocasión de la Presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea y del bicentenario del nacimiento de Franz (Ferenc) Liszt, artista verdaderamente europeo.

Saludo a las Autoridades, los Señores Embajadores, varios representantes, y a todos ustedes. Un especial agradecimiento al Director, al Tenor, a la Orquesta Filarmónica Nacional y al Grupo Coral Nacional Húngaro por la ejecución de altísimo nivel, y a los organizadores.

Liszt, uno de los mayores pianistas de todos los tiempos, ha sido un compositor genial no solo de música para piano, sino también de música sinfónica y sacra, como hemos escuchado. Quisiera proponerles un pensamiento que me ha suscitado la escucha de las tres primeras piezas: el Festmarsch zur Goethejubiläumsfeier, la Vallée d’Obermann e l’Ave Maria-Die Glocken von Rom, la primera en reelaboración y las otras dos en la transcripción en la interpretación, al piano, del Maestro Kotschisch según el más genuino espíritu del compositor. En estas tres composiciones se ponen en evidencia todos los colores de la orquesta; por ello, hemos podido escuchar con nitidez la voz particular de las varias secciones que forman la compaginación orquestal: los arcos, los instrumentos de viento, aquellos de madera y metal, las percusiones. Timbres muy característicos y diferentes entre sí. Sin embargo no hemos escuchado un conjunto de sonidos discordantes entre sí: todos estos colores orquestales han expresado armoniosamente un único proyecto musical. Y por esto nos han donado la belleza y el gozo de la escucha, han suscitado en nosotros una amplia gama de sentimientos: desde la alegría y lo festono de la marcha, hasta la meditación de la segunda pieza con una insistente y estrujadora melodía, hasta la actitud orante a la cual nos ha invitado el coral Ave María.

Una palabra también sobre el bellísimo Salmo XIII. Data de los años en los cuales Liszt residió en Tivoli y en Roma; es el período en el que el compositor vive en modo intenso su fe, tanto como para producir casi exclusivamente música sacra; recordemos que recibió los órdenes menores. La pieza que hemos escuchado nos ha dado la idea de la calidad y de la profundidad de esta fe. Es un Salmo en el cual el que ora se encuentra en dificultad, el enemigo lo rodea, lo asedia, y Dios parece ausente, parece haberlo olvidado. Y la plegaria se hace angustiante de cara a esta situación de abandono: “¿Hasta cuando, Señor?”, repite por cuatro veces el Salmista. “Señor, ¿hasta cuando?”, repiten en modo casi martillante el tenor y el coro en la composición escuchada: es el grito del hombre y de la humanidad, que siente el peso del mal que hay en el mundo; y la música de Liszt nos ha transmitido este sentido de peso, de angustia. Pero Dios no abandona. El Salmista lo sabe y también Liszt como hombre de fe, lo sabe. Desde la angustia nace una súplica llena de confianza que desemboca en el gozo: “Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes”. Y aquí, la música de Liszt se transforma: tenor, coro y orquesta elevan un himno de plena confianza en Dios, que nunca traiciona, nunca se olvida, nunca nos deja solos. Liszt, a propósito de su Missa Solemnis, escribía: “Puedo verdaderamente afirmar que he orado más esta Misa de cuanto la haya compuesto”. Pienso que lo mismo podemos decir de este Salmo: el gran músico húngaro la ha más orado que compuesto, o mejor aún, la ha rezado antes de componerla

Renuevo mi gratitud al Señor Presidente de la República, al Director, al Tenor, a la Orquesta Filarmónica y al Coro, a todos los organizadores, por habernos donado este momento en el cual nuestro corazón ha sido invitado a elevarse a la altura de Dios.
Que el Señor siga bendiciendo la vida de todos ustedes. Gracias a todos.









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