El Papa pide a la amada Iglesia de Venecia que ayude al hombre de hoy a superar los
obstáculos del individualismo y del relativismo
Domingo, 8 may (RV).- Antes de encontrarse con el mundo de la cultura, del arte y
de la economía, Benedicto XVI presidió en la Basílica de San Marcos de Venecia la
asamblea eclesial para la clausura de la visita pastoral diocesana. Tras la breve
adoración del Santísimo Sacramento y del saludo del Cardenal Angelo Scola, Patriarca
de Venecia, el Papa dijo:
“Magnificat anima
mea Dominum” ¡Queridos hermanos y hermanas! Con las palabras de la Virgen María
deseo elevar junto a vosotros el himno de alabanza y de agradecimiento al Señor por
el don de la Visita pastoral, iniciada en el Patriarcado de Venecia en el año 2005
y que hoy ha llegado a su próvida conclusión en esta Asamblea general.
Al
saludar a los presentes, a la jerarquía de la Iglesia y especialmente a los queridos
sacerdotes, religiosos y fieles laicos, el Papa manifestó su aprecio por el servicio
que realizan, sin olvidarse de la histórica Comunidad armenia de Venecia con el Abad
y los monjes, con un pensamiento al Metropolita greco-ortodoxo de Italia Ghennadios
y al Obispo de la Iglesia Ortodoxa Rusa Nestor, así como a los Representantes de las
Comunidades luterana y anglicana.
Tras destacar que “gratitud y alegría” son
los sentimientos que caracterizaron este encuentro, el Papa recordó que el Siervo
de Dios Albino Luciani, quien fue su “inolvidable Patriarca”, había descrito su primera
visita a esta Basílica, cuando era un joven sacerdote con las siguientes palabras:
“Me encontré en un río de luz... Finalmente podía ver y gozar con mis ojos de todo
el esplendor de un mundo de arte y de belleza único e irrepetible, cuyo encanto te
penetra en lo profundo”. De ahí que Benedicto XVI afirmara que este templo “es imagen
y símbolo de la iglesia de piedras vivas”, que son precisamente los cristianos de
Venecia.
El Papa también pidió a la amada Iglesia que está en Venecia que imite
el ejemplo de Zaqueo y vaya más allá. Que supere y ayude al hombre de hoy a superar
los obstáculos del individualismo, del relativismo; que jamás se deje arrastrar a
las faltas que pueden marcar a las comunidades cristianas. Sino que se esfuerce por
ver desde cerca a la persona de Cristo, que ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad
y la vida” (Jn 14,6). Al mismo tiempo agregó que como Sucesor del Apóstol Pedro, al
visitar en estos días su tierra, les repetía a cada uno de ellos: “No tengáis miedo
de ir contra corriente para encontrar a Jesús, de apuntar hacia lo alto para cruzar
su mirada”.
Al explicar que en el logotipo de su visita pastoral está representada
la escena de Marcos que entrega el Evangelio a Pedro, tomada de un mosaico de esta
Basílica, Benedicto XVI afirmó que hoy, simbólicamente, iba “a devolverles el Evangelio
a todos ellos, que son hijos espirituales de san Marcos, para confirmarlos en la fe
y animarlos ante los desafíos del momento presente.
Por esta razón les pidió
que avancen “confiados en el sedero de la nueva evangelización, en el servicio amoroso
de los pobres y en el testimonio valeroso dentro de las diversas realidades sociales.
A la vez que les pidió que sean concientes de ser portadores de “un mensaje que es
para cada hombre y para todo el hombre; un mensaje de fe, de esperanza y de caridad”.
Invitación que el Pontífice dirigió en primer lugar a los queridos sacerdotes, configurados
con el sacramento del Orden a Cristo “Cabeza y Pastor”, y puestos como guía de su
pueblo.
Después de dirigir un pensamiento afectuoso a los sacerdotes enfermos
y ancianos, y a las personas consagradas, que constituyen un valioso recurso espiritual
para el entero pueblo cristiano, también lo hizo hacia los fieles laicos, invitándolos
a que sepan dar siempre y por doquier razón de la esperanza que está en ellos.
Porque
como reafirmó Benedicto XVI, “la Iglesia tiene necesidad de vuestros dones y de vuestro
entusiasmo. Sabed decir ‘sí’ a Cristo que os llama a ser sus discípulos, a ser santos”.
A la vez que recordó, una vez más, que la “santidad” no quiere decir hacer cosas extraordinarias,
sino seguir cada día la voluntad de Dios, vivir verdaderamente bien la propia vocación,
con la ayuda de la oración, de la Palabra de Dios, de los Sacramentos y con el esfuerzo
cotidiano de la coherencia. “Sí –dijo al concluir– se necesitan fieles laicos fascinados
por el ideal de la santidad, para construir una sociedad digna del hombre, una civilización
del amor”.
Al asegurarles su oración en el momento de la despedida, el Papa
encomendó a la intercesión de la Madre celestial del Redentor, junto a los santos
y beatos de su tierra, el camino que les espera, mientras con afecto les impartió
su Bendición Apostólica, extendiéndola a los enfermos, a los encarcelados y a cuantos
sufren en el cuerpo y en el espíritu. Tras saludar a 30 representantes de la Asamblea,
el Pontífice partió en góndola desde la plaza de San Marcos con destino a la Basílica
de la Salud de Venecia.