2011-05-02 12:52:57

“¡Demos gracias al Señor por habernos dado a un Santo como Juan Pablo II!”. Homilía del Cardenal Secretario de Estado durante la Misa de acción de gracias por su beatificación


Lunes, 2 may (RV).- El Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano presidió esta mañana la Misa de acción de gracias por la beatificación de Juan Pablo II, «cuyo camino de santidad se caracterizó por el diálogo entre el Resucitado y Pedro».

Haciendo hincapié en que «el diálogo de amor entre Cristo y el hombre marcó toda la vida de Karol Wojtyla y lo condujo, no sólo al fiel servicio a la Iglesia, sino también a la personal y total entrega a Dios y a los hombres», el Cardenal Bertone evocó la profunda emoción que causó, hace seis años, el momento en que el Evangelio se cerró sobre el féretro de Juan Pablo II:

«Todos recordamos cómo el día de la celebración de su funeral, el viento cerró dulcemente las páginas del Evangelio colocado sobre el ataúd. Era como si el viento del Espíritu hubiese querido marcar el final de la aventura humana y espiritual de Karol Wojtyla, toda iluminada por el Evangelio de Cristo. En este Libro él descubría los designios de Dios para la humanidad, para sí mismo pero sobre todo, percibía a Cristo, su rostro, su amor, que para Karol era siempre un llamado a la responsabilidad. A la luz del Evangelio –dijo el Cardenal Secretario de Estado– leía la historia de la humanidad y las vivencias de todo hombre y de toda mujer que el Señor había colocado en su camino. De aquí, del encuentro con Cristo en el Evangelio, manaba su fe».

«¡Gracias Señor! por habernos dado a Juan Pablo II, un Papa que supo dar a la Iglesia católica no sólo una proyección universal y una autoridad moral a nivel mundial, nunca antes conocidas pero también, y especialmente, con la celebración del Gran Jubileo del Año 2000, una visión más espiritual, más bíblica, centrada en la palabra de Dios».

Destacado asimismo que la oración del Papa Wojtyla era una constante intercesión por toda la familia humana, el Cardenal Bertone renovó la exhortación a elevar a Dios el corazón agradecido: «Demos gracias al Señor por habernos dado a un Santo como él. Todos hemos tenido la oportunidad de percibir la coherencia de su humanidad, de su palabra de su vida. Era un hombre verdadero porque estaba ligado inseparablemente a Aquel que es la Verdad».

Tras reiterar el gran testimonio de Karol Wojtyla, ejemplar a lo largo de toda su vida, en su sufrimiento y en su muerte, y recordando unas palabras de Benedicto XVI, el Cardenal Bertone exhortó a alabar a Dios en acción de gracias por el beato Juan Pablo II: «Cantemos al Señor un canto de gloria, por el don de este gran Papa: hombre de fe y de oración, Pastor y Testigo, Guía en el paso entre los dos milenios. Que este canto ilumine nuestra vida, para que no sólo veneremos al nuevo Beato, sino que con la ayuda de la gracia de Dios, sigamos sus enseñanzas y su ejemplo. Al tiempo que dirijo con gratitud mi pensamiento al Papa Benedicto XVI, que ha querido elevar a su gran Predecesor a la gloria de los altares, me complace concluir con las palabras que pronunció en el primer aniversario del fallecimiento del nuevo Beato: ‘Queridos hermanos y hermanas, nuestro pensamiento evoca con emoción el momento de la muerte del amado Pontífice, pero al mismo tiempo, nuestro corazón está impulsado a mirar hacia adelante. Resuenan en nuestras almas sus reiteradas invitaciones a proseguir sin miedo por el camino de la fidelidad al Evangelio para ser heraldos y testigos de Cristo en el tercer milenio’».

Evocando las infatigables exhortaciones del Beato Juan Pablo II a cooperar generosamente a la realización de una humanidad más justa y solidaria, impulsando la paz y la esperanza, el Cardenal Secretario de Estado de Benedicto XVI concluyó su homilía alentando a contemplar a Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre’, que guía a su Iglesia, con el amparo de María:

«Que la fuerza del Espíritu de Jesús sea para todos, queridos hermanos y hermanas, como fue para el Papa Juan Pablo II, manantial de paz y de alegría. Y que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos ayude a ser en todo momento, como él, apóstoles infatigables de su divino Hijo y profetas de su amor misericordioso. Amén».








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