En su catequesis de la Audiencia General Benedicto XVI insta a los cristianos a comprometerse
y transformar el mundo a la luz del amor de Cristo resucitado
Miércoles, 27 abr (RV).- Benedicto XVI dedicó la catequesis de la Audiencia General
de este miércoles de la octava de Pascua a reflexionar, ante miles de fieles y peregrinos
reunidos en la Plaza de San Pedro, sobre el misterio cristiano de la Pascua. “En efecto,
Cristo resucitado entre los muertos es el fundamento de nuestra fe”, recordó el Papa.
“Que la Resurrección de Cristo nos oriente hacia una vida enraizada en la eternidad
de Dios y abra un nuevo futuro para toda la humanidad”.
El Santo Padre exhortó
a que nos despojemos “del viejo hombre que está en nosotros”, a que hagamos morir
“nuestros deseos insaciables de bienes materiales y egoísmo, raíz de todo pecado”.
Así pues, “convertidos en hombres nuevos con el bautismo, nos revestimos de Cristo
para vivir en la caridad”.
El Pontífice, en el contexto y en el clima de la
alegría pascual, afirmó que los cristianos “estamos llamados a dar un nuevo rostro
que promueva el desarrollo del hombre y de la sociedad, según la lógica de la solidaridad,
de la bondad y en el respeto de la dignidad de cada uno. Y la caridad, dijo, es el
centro y la fuente de todas las virtudes”.
La Resurrección de Cristo, explicó
el Santo Padre, lejos de invitar a los cristianos a evadirse del mundo, los implica
y compromete más para transformarlo a la luz del amor. Los cristianos están llamados
a “ser fermento nuevo en el mundo, dándose sin reservas por las causas más urgentes
y más justas”. No podemos tener sólo para nosotros la vida y la dicha que Cristo nos
ha dado con su Pascua, debemos darla a cuantos están cerca de nosotros. Nuestra misión
es hacer resurgir en el corazón del prójimo la esperanza donde está la desesperanza.
Benedicto
XVI concluyó diciendo que “la Pascua trae la novedad del paso de una vida sujeta a
la esclavitud del pecado a una vida de libertad inspirada por el amor que rompe todas
las barreras y construye una armonía en nuestros corazones y en nuestras relaciones.
“Queridos amigos, exhortó el Pontífice, hagamos revivir la esperanza”.
Como
siempre el Santo Padre antes de concluir la audiencia saludó a los jóvenes, a los
enfermos y a los recién casados. “Queridos jóvenes –dijo textualmente– también a vosotros,
como a los primeros discípulos, Cristo resucitado repite: ‘Como el Padre me ha enviado,
así también os envío yo (...), recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22). Respondedle
con alegría y a con amor, agradecidos por el inmenso don de la fe, y seréis en todas
partes auténticos testigos de su gozo y de su paz. A vosotros, queridos enfermos,
que la resurrección de Cristo, sea manantial inagotable de confortación, de consolación
y de esperanza. Y a vosotros, queridos recién casados, haced que la presencia del
Resucitado esté siempre presente en vuestra familia con la oración cotidiana, que
alimente vuestro amor conyugal”.
Escuchar el resumen de esta catequesis que
el Santo Padre leyó para los fieles de nuestra lengua presentes en la Plaza de San
Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas:
Colmados con la frescura y la alegría de las celebraciones
litúrgicas de este tiempo, deseo referirme brevemente a la Pascua. Cristo resucitado
de entre los muertos es el fundamento de nuestra fe, que se irradia en toda la liturgia
de la Iglesia, dando contenido y significado a la existencia. La resurrección
de Jesús es la plenitud de la vida no sometida ya a la caducidad del tiempo, sino
inmersa en la eternidad de Dios. Inicia una nueva condición del ser hombres, que ilumina
y transforma el camino de cada día y abre un futuro diverso y nuevo para toda la
humanidad. La Pascua trae una vida de libertad animada por el amor, fuerza que derriba
toda barrera y construye una nueva armonía en el propio corazón, en la relación con
los demás y con las cosas. Queridos amigos, Cristo verdaderamente ha resucitado. La
vida y la alegría que nos ha dado con su Pascua debemos darla a quienes están cerca.
Tenemos como tarea y misión hacer resurgir la esperanza donde hay desesperanza, la
alegría donde hay tristeza, la vida donde hay muerte. Hemos de vivir de “modo pascual”
y hacer resonar el alegre anuncio que Cristo no es una idea o un recuerdo del pasado,
sino una Persona que vive con nosotros, por nosotros y en nosotros, y con Él, por
Él y en Él podemos hacer nuevas todas las cosas.
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes y alumnos del
Seminario Conciliar de Barcelona, así como a los grupos provenientes de España, Guinea
Ecuatorial, Perú, México, Argentina y otros países Latinoamericanos. Les animo a que
con el testimonio cotidiano de vida irradien la luz de la resurrección de Cristo,
que penetra el mundo, y se hace mensaje de verdad y amor para todos los hombres. Muchas
gracias.
Dirigiéndose a los peregrinos italianos, el Papa ha saludado a
un nutrido grupo de fieles llegados de Lampedusa, acompañados por su pastor Mons.
Francesco Montenegro, “animándoles a continuar su apreciada labor de solidaridad con
los hermanos migrantes, que encuentran en la isla un primer refugio de acogida”. Asimismo,
el Pontífice ha auspiciado que los órganos competentes prosigan la indispensable acción
de tutela del orden social en el interés de todo ciudadano.
El Papa también
ha saludado en italiano a los representantes de la Asociación Nacional de Víctimas
del Amianto y del Observatorio Nacional Amianto exhortándolos a proseguir su importante
actividad en defensa del ambiente y de la salud pública.