2011-04-08 15:44:00

III predicación de Cuaresma: “Que la caridad no tenga ficción”


Viernes, 8 abr (RV).- Con la presencia del Santo Padre y de la Familia Pontificia, ha tenido lugar esta mañana, en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano, el tercer sermón de Cuaresma del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia. El padre capuchino ha titulado su intervención “Que la caridad no tenga ficción”. Y ha empezado su predicación con la explicación de un bellísimo simbolismo.

“Es curioso observar -ha dicho- que el río Jordán en su curso, forma dos mares: el Mar de Galilea y el Mar Muerto, pero mientras el Mar de Galilea es un mar lleno de vida y sus aguas son de las más ricas en peces de la tierra; el Mar Muerto es como dice la palabra un mar "muerto", no hay ninguna señal de vida en su alrededor, sólo sal. Sin embargo, es la misma agua del Jordán.

La explicación, al menos en parte, es la siguiente -ha explicado el predicador: “el Mar de Galilea recibe las aguas del Jordán, pero no las retiene para sí, las deja correr para que puedan regar todo el valle del Jordán. En cambio el Mar Muerto recibe las aguas del Jordán, pero las retiene para sí mismo, no tiene salida, no deja ir ni una gota de agua. Es un símbolo, ha explicado el padre Cantalamessa que viene a decirnos que “no podemos limitarnos a recibir amor, también tenemos que darlo. Y sobre esto ha dedicado las reflexiones de su meditación.

El agua que Jesús nos da debe convertirse en nosotros, en "fuente que brota". "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", era un mandamiento antiguo, escrito en la ley de Moisés y Jesús mismo se refiere a el como tal. ¿Cómo, pues Jesús lo llama "su" mandamiento y el mandamiento "nuevo"? La respuesta es que con él cambiaron el objeto, el sujeto y el motivo del amor a nuestro prójimo.

Hasta Jesús, -ha explicado el predicador- el modelo era el amor de uno mismo, "como a ti mismo". Con Jesús se pasa de la “relación a dos”: "¿Aquello que el otro hace por ti, hazlo tú a él", a la “relación a tres”: "Lo que Dios te ha hecho a ti, hazlo tú a tu prójimo”; o partiendo de la dirección opuesta: "Aquello que tu hagas a tu prójimo, es lo que Dios hará contigo".

La segunda parte de la Carta de san Pablo a los Romanos -ha proseguido el fraile capuchino- es un subseguirse de recomendaciones acerca del amor mutuo, en el interior de la comunidad cristiana: ‘que vuestro amor no sea fingido... amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo... (Rm 12,9) ‘A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley (Rm 13,8). “Que la caridad no tenga ficción” decía el Apóstol.

San Pablo con esa simple declaración: "La caridad no es una ficción!", lleva el discurso a la raíz misma de la caridad, el corazón. Lo que se requiere del amor es que sea auténtico, no falso. “Amar sinceramente -ha terminado diciendo el predicador de la Casa Pontificia- significa amar en profundidad, allí donde no se puede mentir, porque estás justo en frente de ti mismo, solo frente al espejo de su conciencia, bajo la mirada de Dios”. Para ser genuina, la caridad cristiana debe, por tanto, partir del interior, del corazón. "Minimizar" debe convertirse en nuestra palabra favorita, en nuestras relaciones con los demás: reducir al mínimo nuestras fortalezas y las debilidades de los demás.







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