En América Latina la familia se está viendo como una frontera que hay que destruir
Miércoles, 30 mar (RV).- En Bogotá, continúa el encuentro de obispos responsables
de la Pastoral Familiar y de la Vida de América Latina y el Caribe, promovido por
el Consejo Episcopal latinoamericano en colaboración con el Pontificio Consejo para
la Familia. El mensaje del Santo Padre Benedicto XVI leído por el cardenal Ennio Antonelli,
presidente del dicasterio vaticano para la familia tuvo una gran resonancia, por su
coincidencia con el tema del encuentro. Pero sobre todo porque el Papa subrayó nuevamente
la importancia de la pastoral familiar en la acción evangelizadora de cada una de
las distintas Iglesias particulares, promoviendo la cultura de la vida y trabajando
para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados.
Precisamente,
monseñor Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, Nicaragua y presidente del departamento
de Familia, Vida y Juventud del CELAM, conversó con Alina Tufani Díaz, sobre la importancia
del encuentro, los problemas de la familia en el continente y las reacciones de los
participantes ante el incisivo mensaje del Pontífice.
En la tercera
jornada de la reunión, al inicio de las sesiones, el Cardenal Antonelli presidió la
celebración eucarística. En su homilía el purpurado recordó que la Cuaresma es tiempo
de conversión, personal y comunitaria; es tiempo de arrepentimiento, de sinceridad
humilde y de confesión de los pecados. “Nosotros y nuestras comunidades eclesiales
deberíamos reconocer y confesar que los fracasos de la evangelización, la difundida
secularización, la revolución sexual y la crisis de las familias dependen no poco
también de nuestra mediocridad espiritual”, reflexionó el prelado, anotando que- si
fuéramos más santos, más capaces de realizar el bien con sacrificio, más fieles a
la enseñanza de la Iglesia, si estuviéramos más unidos en el amor fraterno, más animados
por el espíritu misionero, si fuéramos más generosos en el servicio y en la solidaridad
hacia los pobres, seguramente que las cosas irían mejor.
El Presidente del
Pontificio Consejo para la Familia, observó que es impresionante encontrar la persuasión
en los escritos de algunas santas místicas basada en lo que les fue revelado, de que
la justificación de muchos pecadores depende de la santidad de una sola persona que,
a semejanza de María, sufre la pasión en unión con Jesús Crucificado, el solo Salvador,
y así recibe de Él el don de una fecunda maternidad espiritual.
La Cuaresma
es tiempo para pedir y obtener misericordia de Dios y para usar misericordia con el
prójimo. El amor misericordioso de Dios hacia nosotros no tiene límites; pero para
acogerlo debemos ser también misericordiosos. Cristo es “el santo de Dios” y por esto
es también “el amigo de los pecadores”. Por lo que se refiere a nosotros, cuanto más
unidos estemos a Cristo, y por tanto más santos, más misericordiosos seremos con los
otros; misericordiosos con los cristianos incoherentes, con los indiferentes, con
quienes combaten la Iglesia, con quienes destruyen o no construyen auténticos vínculos
familiares, con los promotores de ideologías y legislaciones contrarias a la familia
y la vida, con los violentos, con quienes se aprovechan de los pobres, observó el
representante de la Santa Sede.
El cardenal Antonelli finalizó su homilía subrayando
que la Iglesia, constituida para ser signo eficaz de salvación, sólo debe dar su cooperación
a Cristo, único Salvador; cooperación con la oración, el sacrificio, el testimonio,
el anuncio del Evangelio, la animación cristiana de las realidades terrenas. Sirviéndose
de su cooperación, el Señor atrae a los hombres hacia Él por los caminos misteriosos
e innumerables de la gracia. A nosotros, como pastores -enfatizó- nos corresponde
dirigir la pastoral para despertar muchas energías, más o menos latentes, que existen
en el cuerpo de la Iglesia. Lo que más nos debe preocupar, como decía León XIII, no
es la fuerza de los malvados, sino la inercia de los buenos.