Publicación de la segunda parte de 'Jesús de Nazaret', donde el Papa exculpa al pueblo
judío de la muerte de Jesús y recuerda que para los cristianos su sangre es reconciliación,
sin venganza ni castigo
Jueves, 10 mar (RV).- En el libro «Jesús de Nazaret, segunda parte. Desde la entrada
en Jerusalén a la resurrección”, escrito por Joseph Ratzinger - Benedicto XVI – el
Santo Padre anuncia, en el prefacio, la tercera parte de esta obra, publicada también
por la Librería Editora Vaticana, y que estará dedicada a los Evangelios de la infancia.
El volumen está traducido en siete idiomas: alemán, italiano, inglés, español, francés,
portugués y polaco y tiene nueve capítulos y un epílogo.
Benedicto XVI no ha
querido escribir una «Vida de Jesús», sino presentar la figura y el mensaje de Jesús,
con el anhelo de «desarrollar un enfoque sobre el Jesús de los Evangelios y una escucha
que pueda llegar a ser un encuentro»... «guiado por la hermenéutica de la fe, y, al
mismo tiempo, teniendo en cuenta responsablemente la razón histórica» - enlazando
la misma ‘hermenéutica de la fe’ con la de la historia - «de forma que pueda ser útil
para los lectores que quieren encontrar a Jesús y creer en Él».
El primer
capítulo, trata de la entrada a Jerusalén y la purificación del templo. Jesús, es
acogido por la muchedumbre con alegría, llega como «un rey de la paz... de los pobres»,
no es un revolucionario político, no impulsa la violencia. No llega con la espada,
sino con el don de la curación. Muestra el amor de Dios, se lee entre las páginas
de la entrada a Jerusalén. Al día siguiente, escribe también el Papa, Jesús echa a
los mercaderes del templo: lucha contra la conexión entre culto y negocios y un templo
cueva de bandidos.
En el segundo capítulo, tras su entrada en Jerusalén, si
inserta “el gran discurso escatológico de Jesús”, con los temas centrales de “la destrucción
del templo, de la destrucción de Jerusalén, del Juicio final y del fin del mundo”.
“Con Jesús -escribe el Papa- se supera la época del templo de piedra e inicia algo
nuevo. Jesús mismo toma el lugar del templo. Es Él el nuevo templo: es la presencia
del Dios vivo. En Él, Dios y hombre, Dios y el mundo entran en contacto. En su amor
se diluye todo el pecado del mundo”. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán…” porque las palabras de Jesús, dice el Papa, son el verdadero “firmamento”
para el hombre.
El tercer capítulo habla del “lavado de los pies” a los discípulos
y se divide en seis partes. Benedicto XVI subraya que “Jesús se desnuda de su esplendor
divino para purificarnos de nuestra suciedad” y nos dispone “para que participemos
en el banquete nupcial de Dios”. Se trata de un cambio radical en la historia de la
religión: ante Dios “no son las acciones rituales las que purifican, sino que es la
fe la que purifica el corazón”. “La nueva ley es una gracia del Espíritu Santo”. “La
pureza es un don”. Y pone un ejemplo el Papa: “Pedro y Judas son dos modos de reaccionar
ante este don. Ambos lo acogen, pero uno reniega y el otro lo traiciona... Pero mientras
Pedro, arrepintiéndose, cree en el perdón; Judas también se arrepiente pero no cree
en el perdón. En Judas encontramos el peligro de quien no es capaz de la conversión”.
“La
oración sacerdotal de Jesús” es el título del cuarto capítulo. Escribe el Santo Padre
que “la misión de Jesús es universal: no se limita sólo a un círculo limitado de elegidos;
sino que su objetivo es el cosmos”. Mediante los discípulos el mundo entero en su
totalidad ha de ser arrancado a su alienación, debe reencontrar su unidad con Dios”.
“Su misión consiste en que el hombre se convierta en una sola cosa con Dios. Esta
transformación, sin embrago, tiene el precio de la cruz y para los testigos de Cristo
el precio es su disposición al martirio”.
El quinto capítulo del libro
está completamente dedicado a “La última Cena”, analizada en los temas: “La fecha
de la Ultima Cena”; “La Institución de la Eucaristía”; “La teología de las palabras
de institución”; “De la Última Cena a la eucaristía dominical”. El Papa señala que
“lo que la Iglesia celebra en la Misa no es la última cena, sino lo que el Señor,
durante la última cena, instituyó y confió a la Iglesia: la memoria de su muerte en
sacrificio”. Y puesto que el don de Jesús está enraizado en la resurrección, la celebración
del Sacramento debe tener lugar en el Días del Señor, el domingo.
El sexto
Capítulo está dedicado a “Getsemaní”. Comprende: ”Hacia el Huerto de los Olivos”;
“La oración de Jesús”; “La voluntad de Jesús y la voluntad del Padre”; “La oración
de Jesús en el Huerto de los Olivos”. “En Getsemaní Jesús experimenta, escribe Benedicto
XVI, “la última soledad, toda la tribulación de ser hombre. El beso del traidor antes
de la muerte inminente. Jesús acepta la voluntad del Padre. Jesús pide, en vano, a
los discípulos que velen con Él. Una gran angustia invade a Jesús conciente de tomar
Él todo el mal del mundo”. Es una angustia radical: es el enfrentamiento entre luz
y tinieblas entre vida y muerte, el verdadero drama de la elección que caracteriza
la historia humana”.
En el séptimo capítulo, “El proceso a Jesús”, Benedicto
XVI subraya que no fue el ‘pueblo’ judío como tal que quiso la muerte de Jesús - que
también era judío, al igual que sus discípulos - sino la aristocracia del templo,
con algunas excepciones. El Papa recuerda que para los cristianos la sangre de Jesús
es reconciliación y no pide venganzas y castigos. En los apartados: “Discusión preliminar
en el Sanedrín”; “Jesús ante el Sanedrín” y Jesús ante Pilatos”, el Santo Padre reflexiona
sobre las consecuencias del ‘no reconocer’ la verdad. Como el dominio del pragmatismo...
el que el poder de los más fuertes sea el dios de este mundo. Lo muestran las grandes
dictaduras, entremezclando y confundiendo verdad y mentira, como sucede también hoy
en las disputas políticas y en la formación del derecho.
La verdad que es reconocible
en Jesucristo, exteriormente impotente en el mundo, refleja lo inhumano del poder
humano que aplasta a los inermes. Jesús es imagen de esperanza: Dios está con los
que sufren, escribe luego Benedicto XVI, que comienza el octavo capítulo de este libro
– con un apartado dedicado a “Crucifixión y sepultura de Jesús”, con una “Reflexión
preliminar: “Palabra y hecho en la narración de la Pasión” y prosigue con “Jesús en
la Cruz”: (“Las primeras palabras de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos”; “Jesús
escarnecido”; “El grito de abandono de Jesús”; “Las vestiduras echadas a suerte”;
“Tengo sed”; “Las mujeres al pie de la cruz-la Madre de Jesús”; “Jesús muere en la
cruz”; “Sepultura de Jesús”), para finalizar con “La muerte de Jesús como reconciliación
(expiación) y salvación”.
En el noveno y último capítulo - “La resurrección
de Jesús de entre los muertos” – Benedicto XVI reafirma que sin fe en la resurrección,
la fe cristiana está muerta. Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente
nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre... inaugura una dimensión nueva
del ser hombres. Lo anuncian con una audacia absolutamente nueva sus discípulos, testigos
de la resurrección ¿Por qué Jesús se manifestó a pocos y no opuso todo su poder contra
sus enemigos? Se pregunta el Papa, con Judas Tadeo, y responde que es precisamente
el misterio de Dios el actuar de forma callada... va construyendo su historia en la
historia de humanidad... llama suavemente a la puerta de nuestros corazones... Con
su ‘estilo divino’ de dar libertad y suscitar amor.
El libro concluye con un
epílogo titulado “Subió a los cielos. Está sentado a la derecha del Padre y de nuevo
vendrá con gloria”. Benedicto XVI hace hincapié en la misión de los discípulos de
anunciar al mundo que Jesús vive, es la Vida. Está con nosotros, entre nosotros, al
lado de todos y todos lo pueden invocar, a través de la historia y en todos los lugares...
Sin embargo, a menudo, los discípulos de Jesús siguen teniendo miedo, como los apóstoles
en el Lago de Tiberiades durante la tempestad.... «También hoy la barca de la Iglesia,
con el viento contrario de la historia, navega atravesando el océano agitado del tiempo.
A menudo se tiene la impresión de que se hundirá. Pero el Señor está presente y viene
en el momento oportuno...».
Ésta es la confianza de los cristianos, la razón
de nuestra alegría, en la espera de que Jesús de nuevo vendrá con gloria... recuerda
el Papa y subraya que la fe en la nueva venida de Cristo, segundo pilar de la profesión
cristiana, implica la certeza en la esperanza de que Dios enjugará todas las lágrimas,
nada quedará sin sentido, toda injusticia será superada y quedará establecida la justicia.
La victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo... Mientras seguimos
invocando a Jesús, que nos anticipa ya su venida, que ya está entre nosotros todos
los días....