En su visita al Seminario Romano Mayor el Papa señala que la unidad de la Iglesia
no se manifiesta a través de un "molde" impuesto desde fuera sino que es el fruto
de la concordia y el compromiso común
Sábado, 5 mar (RV).- Ayer por tarde, el Santo Padre, visitó el Seminario Romano Mayor,
en la vigilia de la Fiesta de Nuestra Señora de la Confianza, patrona de este Instituto.
"El amor cristiano es un vínculo que nos libera", daba testimonio de ello San Pablo
cuando estaba prisionero en Malta, y Benedicto XVI lo recordó en su lectio divina
a los seminaristas de la diócesis de Roma.
"Un vínculo -dijo el Papa- con
el que nos unimos los unos a los otros, y con Dios". No es una cadena que hiere o
da calambres en las manos, sino que las deja libres”.
“Preservar la unidad
del espíritu -exhortó el Papa- comporta manifestar el propio comportamiento a la
humildad, la mansedumbre y la magnanimidad de Jesucristo en la Pasión. "Es necesario
tener las manos y el corazón atados por aquel vínculo de amor que Él mismo ha aceptado
por nosotros haciéndose nuestro siervo":
"La unidad de la
Iglesia no se manifiesta a través de un "molde" impuesto desde fuera, sino que es
el fruto de una concordia, de un compromiso común para comportarse como Jesús, en
virtud de su Espíritu."
Así pues hay un compromiso que renueva el don
del Bautismo. La gracia de este sacramento, no produce automáticamente una vida coherente,
sino que requiere una colaboración hecha de voluntad y firme compromiso. "Este compromiso
implica costos y un precio a pagar en persona." Cada uno de nosotros está llamado
a responder personalmente. "Ésta es la vocación que hemos recibido todos: llamada
a ser de Cristo y a vivir en Él. “Dios - dijo el Santo Padre- establece una relación
con cada uno de nosotros”
“... Cada
uno viene llamado por su nombre. Dios es tan grande que tiene tiempo para cada uno
de nosotros. Me conoce a mí, nos conoce a todos por el nombre, personalmente. Es una
llamada personal para cada uno de nosotros... Dios, el Señor me ha llamado, me llama,
me conoce, espera mi respuesta .... "
La llamada es individual, pero también
eclesial. Llamada a vivir en el cuerpo de la Iglesia, en la realidad concreta del
seminario o de la parroquia. Y aun cuando no nos guste este cuerpo -dijo el Santo
Padre- la Iglesia es el vínculo que nos une a Cristo.
"... Es así que
estamos en comunión con Cristo, aceptando esta corporeidad de su Iglesia, del Espíritu
que está encarnado en el cuerpo."
Así pues, Dios nos llama a ser parte
de una comunidad, a ser miembros del cuerpo.
"También hay que
tener en cuenta que es muy bonito estar en compañía, caminar juntos en compañía a
través de los siglos, tener amigos en el cielo y en la tierra, ser felices de que
el Señor nos haya llamado en un cuerpo y nos ha dado amigos en todas las partes del
mundo".
Pero sin la inspiración del Espíritu Santo, la vocación cristiana
no se explica, pierde su linfa vital. Por eso - añadió Benedicto XVI citando a Santa
Teresa del Niño Jesús - la llamada de todo cristiano es un Misterio trinitario: el
misterio del encuentro con Jesús, mediante el cual Dios Padre nos llama a la comunión
con Él y por eso nos quiere donar su Espíritu.
Dirigiéndose a los seminaristas,
Benedicto XVI indicó a los Apóstoles y la Virgen María como modelo de respuesta a
la llamada.
"La vida cristiana
empieza con una llamada y es siempre una respuesta hasta el final."
"Ser
sacerdote implica humildad -acabó diciendo el Pontífice- imitar a Cristo
"Imitar el Dios
que viene a mí, que es tan grande que se hace amigo mío, que sufre por mí y muere
por mí. Ésta es la humildad que hay que aprender".