El Papa recibe a la Fraternidad San Carlos y subraya que “la presencia de las vocaciones
sacerdotales es un signo de la vitalidad de una comunidad cristiana”
Sábado, 12 feb (RV).- ¿Cuál es el lugar del sacerdocio ordenado en la vida de la iglesia?,
¿Cuál es el lugar de la vida común en la experiencia sacerdotal? Con estas dos preguntas,
el Papa Benedicto XVI ha comenzado su discurso a los sacerdotes y seminaristas de
la Fraternidad San Carlos, nacida del Movimiento de Comunión y Liberación, a quienes
ha recibido con motivo del vigésimo quinto aniversario de su fundación.
Al
iniciar su discurso el Santo Padre ha saludado al fundador y superior general Mons.
Massimo Camisasca, el arzobispo de la Madre de Dios de Moscú, Mons. Paolo Pezzi, y
a Don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación y ha puesto
de relieve los frutos y las raíces de la obra de la Fraternidad de San Carlos, pero
en particular, la memoria de su larga amistad con Mons. Luigi Giussani quien testimonia
la fecundidad de su carisma.
Haciendo referencia al Concilio Vaticano II,
el Santo Padre ha recordado que el “sacerdocio cristiano no es un fin en sí mismo”
sino que es querido por Jesús en función del nacimiento y de la vida de la Iglesia.
La gloria y la alegría del sacerdocio es servir a Cristo y su Cuerpo místico, y eso
“representa una vocación bellísima y singular dentro de la Iglesia”.
"La presencia de
las vocaciones sacerdotales es un signo seguro de la verdad y de la vitalidad de una
comunidad cristiana. De hecho, Dios llama siempre, también al sacerdocio; no hay crecimiento
verdadero y fecundo en la Iglesia sin una verdadera presencia sacerdotal que la sostenga
y alimente".
Benedicto XVI ha agradecido la gran energía de aquellos que
se dedican a la formación de los sacerdotes y a la reforma de la vida sacerdotal,
sin embargo, ha advertido sobre la necesidad de renovación del sacerdocio encontrando
en la vida de Jesús las formas más esenciales de su propio ser.
"Los distintos
caminos posibles de esta renovación no pueden olvidar algunos elementos fundamentales.
Ante todo, una educación profunda en la meditación y la oración, vividas como un diálogo
con el Señor resucitado en su Iglesia. En segundo lugar, un estudio de la teología
que permita encontrar las verdades cristianas en la forma de una síntesis relacionada
con la vida de la persona y la comunidad: sólo una mirada sapiente puede, en efecto,
valorizar la fuerza que posee la fe de iluminar la vida y el mundo, conduciendo continuamente
a Cristo, Creador y Salvador".
“La Fraternidad San Carlos subrayó durante
su breve pero intensa historia el valor de la vida común” -ha dicho el Papa- añadiendo
que él también en más de una oportunidad, antes y después de su llamada a la sede
de Pedro, había hablado de la importancia de que los sacerdotes no vivan aislados
en cualquier parte, sino que estén juntos en pequeñas comunidades, se sostengan mutuamente,
y realicen así su experiencia de estar juntos en su servicio a Cristo.
"Están bajo nuestra
mirada las urgencias de este momento. Pienso por ejemplo a la carencia de sacerdotes.
Ante todo, la vida común no es una estrategia para responder a estas necesidades.
Ésta no es ni siquiera, de por sí, sólo una forma de ayuda frente a la soledad y la
debilidad del hombre. Todo esto ciertamente puede ser, pero sólo si la vida fraterna
es concebida y vivida como camino para sumergirse en la realidad de la comunión".
El Papa ha agregado que la vida común de los sacerdotes, es en efecto,
expresión del don de Cristo que es la Iglesia, por lo tanto ésta expresa una ayuda
que Cristo da a su existencia llamándolos a través de los hermanos, a una configuración
cada vez más profunda en su persona. “Vivir con otros -ha afirmado el Santo Padre-
significa aceptar la necesidad de la propia y continua conversión, y sobre todo, descubrir
la belleza de tal camino, la alegría de la humildad, de la penitencia, pero también
de la conversación, del perdón y del sostén mutuos”
Al subrayar que nadie puede
asumir la fuerza regeneradora de la vida común sin la oración, sin mirar a la experiencia
y a la enseñanza de los santos, en particular de los Padres de la Iglesia, sin una
vida sacramental vivida con fidelidad y sin entrar en diálogo con Dios, el Papa les
ha dicho que es necesario estar con Jesús para poder estar con los demás.
"Es este el corazón
de la misión. En compañía de Cristo y de los hermanos cada sacerdote puede encontrar
las energías necesarias para hacerse cargo de los hombres, para hacerse cargo de las
necesidades espirituales y materiales que encuentra, para enseñar con palabras cada
vez más nuevas, dictadas por el amor, las verdades eternas de la fe de la cual tienen
tanta sed también nuestros contemporáneos".