Inauguración del año judicial: el Papa exhorta a una preparación meticulosa de las
parejas al matrimonio como acción pastoral eficaz para prevenir las nulidades
Sábado, 22 ene (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a los miembros
de la Sacra Rota Romana en la cita anual, en ocasión de la inauguración del año judicial.
El Papa en su discurso ha considerado “la dimensión jurídica que es innata y connatural
en la actividad pastoral de preparación y admisión al matrimonio”, para intentar mostrar
“el nexo que existe entre tal actividad y los procesos judiciales de nulidad matrimonial”.
Por tanto, más que hablar del sentido pastoral, el Pontífice ha tratado la dimensión
canónica de la preparación al matrimonio, el sentido jurídico que está inseparablemente
unido al pastoral.
Para el Santo Padre las cuestiones canónicas ocupan un lugar
“modesto e insignificante en la preparación al matrimonio, en cuanto se tiende a pensar
que los futuros esposos tengan poco interés en estas problemáticas reservadas a especialistas”.
Por otra parte, señala el Papa, “es muy difundida la mentalidad, según la cual las
‘amonestaciones o proclamas matrimoniales’, que sirven para verificar que nada se
opone a la celebración válida y lícita del matrimonio, constituyen sólo un acto exclusivamente
de naturaleza formal”.
“Frente a la relativización
subjetivista y libertaria de la experiencia sexual, la tradición de la Iglesia afirma,
naturalmente, con claridad la índole jurídica del matrimonio, es decir, su pertenencia
por naturaleza al ámbito de la justicia en las relaciones interpersonales. En esta
óptica el derecho se entrelaza, en verdad, con la vida y con el amor”.
“No
existe por tanto -explica el Papa- un matrimonio de la vida y otro del derecho: hay
solo un matrimonio, el cual es constitutivamente un vínculo jurídico real entre el
hombre y la mujer; un vínculo sobre el que se apoya la auténtica dinámica conyugal
de vida y de amor. El matrimonio celebrado entre los esposos, aquel del que se ocupa
la pastoral es el mismo del que se ocupa la doctrina canónica: son una sola realidad
natural y salvífica”.
“El derecho a casarse,
va visto en esta perspectiva. No se trata de una pretensión subjetiva que debe ser
satisfecha por los pastores mediante un mero acto formal, porque está en juego el
derecho natural de las personas a casarse. El derecho a contraer matrimonio, presupone
que se pueda y se deba celebrarlo de verdad, es decir, en la verdad de su esencia,
tal como enseñada la Iglesia. Nadie puede preciarse del derecho a una ceremonia nupcial.
Porque
el derecho a casarse -explica Benedicto XVI- conlleva el derecho a celebrar un matrimonio
auténtico. No se negaría por tanto un matrimonio allí donde evidentemente no existieran
impedimentos para su ejercicio, es decir, se cumplieran la capacidad, la voluntad
de los cónyuges, y la realidad natural del matrimonio. Un serio discernimiento en
este aspecto dice el Papa podrá evitar que “impulsos emotivos o razones superficiales
induzcan a los dos jóvenes a asumir responsabilidades que después no sabrían honorar”.
El Pontífice ha dejado claro que “matrimonio y familia son instituciones que deben
ser promovidas y defendidas de cualquier tipo de equívoco sobre su verdad”.
En
cuanto a la “preparación al matrimonio en sus diversas fases, descritas por el Papa
Juan Pablo II en la Exhortación apostólica “Familiaris consortio”, tiene una finalidad
que trasciende la dimensión jurídica”, afirma Benedicto XVI, pero no hay que olvidar
nunca, que “el objetivo inmediato de tal preparación es el de promover la libre celebración
de un verdadero matrimonio”.
Entre los medios para verificar que el proyecto
entre los futuros esposos sea realmente conyugal el Papa ha destacado “el examen prematrimonial”,
que tiene como principal finalidad jurídica constatar que “nada se opone a la válida
y lícita celebración del sacramento matrimonial”. Se trata de una ocasión pastoral
única, en la cual a través de “un diálogo pleno de respeto y cordialidad, el pastor
intenta ayudar a las personas a ponerse seriamente delante de la verdad y a reflexionar
sobre la propia vocación humana y cristiana del matrimonio”.