En su discurso al cuerpo diplomático el Papa destaca que el peso particular de una
determinada religión en una nación jamás debería implicar la discriminación de los
ciudadanos que pertenecen a otra confesión o consentir la violencia contra ellos
Lunes, 10 ene (RV).- Benedicto XVI un año más ha recibido esta mañana en la Sala Regia
del palacio Apostólico del Vaticano al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa
Sede en su tradicional encuentro para el intercambio de felicitaciones al comienzo
del año. Dos semanas después de la Navidad, en la que hemos contemplado el misterio
del Nacimiento de Dios, Salvador del mundo, el Santo Padre ha dirigido un denso discurso,
centrado en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2011, señalando que “la libertad
religiosa es el camino fundamental para la construcción de la paz” en el mundo.
Este
encuentro anual reviste un gran significado, ya que “ofrece una imagen y un ejemplo,
del papel de la Iglesia y de la Santa Sede en la comunidad internacional”. El Papa
ha expresado sus mejores deseos de paz y ha saludado cordialmente a cada uno de los
representantes de las 178 naciones que mantienen relaciones con la Santa Sede y, por
medio de ellos, a sus autoridades y ciudadanos.
El Pontífice ha iniciado su
discurso recordando que al comienzo de un nuevo año, “resuena en nuestros corazones
y en el mundo entero el eco del anuncio gozoso que resplandeció en la noche Belén
hace veinte siglos, noche que simboliza la condición humana en su necesidad de luz,
de amor y de paz”. En su absoluta gratuidad, este acontecimiento de salvación es la
respuesta auténtica y completa al deseo más profundo del corazón. Porque “de Dios
viene la verdad, el bien, la bondad, la vida en plenitud que cada hombre busca consciente
o inconscientemente”. “Sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser
humano”. “La humanidad ha manifestado a lo largo de su historia esta búsqueda incesante
de Dios, por eso estas formas de expresión son tan universales -ha explicado el Papa-,
que se puede llamar al hombre un ser religioso”.
“La dimensión religiosa”,
es por tanto, ha afirmado el Santo Padre “una característica innegable e irreprimible
del ser y del obrar del hombre”, por consiguiente, cuando el mismo individuo, o los
que están a su alrededor, olvidan o niegan este aspecto fundamental, se crean desequilibrios
y conflictos en todos los sentidos, tanto en el aspecto personal como interpersonal.
“Esta verdad primera y fundamental -ha señalado el Papa- es la razón por la que, en
el Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, de este año, he señalado
la libertad religiosa como el camino fundamental para la construcción de la paz”.
Este
derecho del hombre, que es en realidad el primer derecho, porque históricamente ha
sido afirmado en primer lugar, y porque, por otra parte, tiene como objeto la dimensión
constitutiva del hombre, es decir, su relación con el Creador, ¿no ha sido demasiadas
veces puesto en discusión o violado? Me parece que hoy la sociedad, sus responsables
y la opinión pública, son más conscientes, incluso aunque no siempre de manera exacta,
de la gravedad de esta herida contra la dignidad y la libertad del 'homo religiosus',
sobre la que he querido llamar la atención de todos en muchas ocasiones
Benedicto
XVI ha mencionado sus viajes apostólicos del último año, en Malta y Portugal, en Chipre,
en el Reino Unido y en España y la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para
el Medio Oriente, celebrada en el Vaticano en octubre pasado, que ha sido un momento
de oración y reflexión, en el que el pensamiento se ha dirigido con insistencia a
las comunidades cristianas de esta región del mundo, tan probadas a causa de su adhesión
a Cristo y a la Iglesia. El Papa ha expresado de nuevo su consternación por los atentados
que han sembrado la muerte, el dolor y la angustia entre los cristianos de Iraq y
también en Egipto, en Alejandría, donde el terrorismo ha golpeado brutalmente a los
fieles reunidos en oración en una iglesia.
Esta sucesión de ataques es
un signo más de la urgente necesidad de que los Gobiernos de la Región adopten, a
pesar de las dificultades y amenazas, medidas eficaces para la protección de las minorías
religiosas. Si es necesario lo diremos una vez más. En Oriente Medio, «los cristianos
son ciudadanos originarios y auténticos, leales a su patria y, por ende, cumplen con
sus deberes nacionales. Es normal que ellos puedan gozar de todos los derechos como
ciudadanos, de la libertad de conciencia y de culto, de la libertad en el ámbito de
la educación y de la enseñanza en el ámbito de los medios de comunicación»
El Pontífice
ha señalado una vez más que “el derecho a la libertad religiosa no se aplica plenamente
allí donde sólo se garantiza la libertad de culto, y además con limitaciones. Y por
eso ha animado a que se “promueva la plena salvaguarda de la libertad religiosa y
de los demás derechos humanos, mediante programas que, desde la escuela primaria y
en el marco de la enseñanza religiosa, enseñen a respetar a todos los hermanos en
humanidad”.
Por lo que respecta a los Estados de la Península Arábica,
donde viven numerosos trabajadores cristianos inmigrantes, espero que la Iglesia católica
pueda disponer de estructuras pastorales apropiadas. Entre las normas que lesionan
el derecho de las personas a la libertad religiosa, merece una mención especial la
ley contra la blasfemia en Pakistán. Animo de nuevo a las autoridades de ese País
a realizar los esfuerzos necesarios para abrogarla, tanto más cuanto es evidente que
sirve de pretexto para cometer injusticias y violencias contra las minorías religiosas
“El peso particular
de una determinada religión en una nación -ha subrayado el Santo Padre- jamás debería
implicar la discriminación en la vida social de los ciudadanos que pertenecen a otra
confesión o, peor aún, que se consienta la violencia contra ellos. A este respecto,
ha exhortado a “que el diálogo interreligioso favorezca un compromiso común para reconocer
y promover la libertad religiosa de todas las personas y comunidades”.
El
Papa ha recordado, también que la violencia contra los cristianos no ha perdonado
ni siquiera a África. Un triste testimonio de ello son los ataques contra dos lugares
de culto en Nigeria, mientras se celebraba el Nacimiento de Cristo.
Por otra
parte, el Pontífice ha dicho que “en diversos países en que la Constitución reconoce
una cierta libertad religiosa, la vida de las comunidades religiosas se hace difícil
y a veces incluso insegura, ya que el ordenamiento jurídico o social se inspira en
sistemas filosóficos y políticos que postulan un estricto control, por no decir un
monopolio, del Estado sobre la sociedad”. En este sentido ha destacado que es necesario
que cesen tales ambigüedades, de manera que los creyentes no tengan ya que debatirse
entre la fidelidad a Dios y la lealtad a su patria.
Pido de modo particular
que todos garanticen a la comunidad católica la plena autonomía de organización y
la libertad de cumplir su misión, conforme a las normas y estándares internacionales
en este ámbito. En este momento, mi pensamiento vuelve de nuevo a las comunidades
católicas de China continental y a sus Pastores, que viven un momento de dificultad
y de prueba. Por otro lado, quisiera dirigir una palabra de ánimo a las autoridades
de Cuba, País que en 2010 ha celebrado los 75 años de sus relaciones diplomáticas
interrumpidas con la Santa Sede, para que el diálogo que felizmente se ha instaurado
con la Iglesia se refuerce y amplíe todavía más
Dirigiendo
luego la mirada a Occidente, Benedicto XVI ha reconocido que aquí nos encontramos
frente a otros tipos de amenazas contra el pleno ejercicio de la libertad religiosa.
La religión sufre una marginación creciente. Se tiende a considerarla, como un factor
sin importancia, extraño a la sociedad moderna o incluso desestabilizador, y se busca
por diversos medios impedir su influencia en la vida social.
“Se llega así
a exigir -ha afirmado- que los cristianos ejerzan su profesión sin referencia a sus
convicciones religiosas o morales, e incluso en contradicción con ellas, como, por
ejemplo, allí donde están en vigor leyes que limitan el derecho a la objeción de conciencia
de los profesionales sanitarios o de algunos profesionales del derecho”. Otra manifestación
de marginación de la religión y, en particular, del cristianismo, que ha destacado
el Santo Padre, “consiste en desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos,
por respeto a los que pertenecen a otras religiones o no creen, como es el caso de
la exposición del crucifijo en los lugares públicos”.
“Reconocer la libertad
religiosa significa, además -ha puntualizado Benedicto XVI-, garantizar que las comunidades
religiosas puedan trabajar libremente en la sociedad, con iniciativas en el ámbito
social, caritativo o educativo. Por otra parte, se puede constatar por todo el mundo
la fecunda labor de la Iglesia católica en estos ámbitos”.
Es preocupante
que este servicio que las comunidades religiosas ofrecen a toda la sociedad, en particular
mediante la educación de las jóvenes generaciones, sea puesto en peligro u obstaculizado
por proyectos de ley que amenazan con crear una especie de monopolio estatal en materia
escolástica, como se puede constatar por ejemplo en algunos países de América Latina
A continuación
el Santo Padre ha explicitado ante el Cuerpo Diplomático algunos principios que inspiran
la actividad de la Santa Sede, y de toda la Iglesia católica, ante las Organizaciones
Internacionales intergubernamentales, a fin de promover el pleno respeto de la libertad
religiosa de todos.
En primer lugar, el Papa ha destacado la convicción de
que “no se puede crear una especie de escala en la gravedad de la intolerancia contra
las religiones. Desgraciadamente, una actitud semejante es frecuente, y los actos
discriminatorios contra los cristianos son considerados precisamente como menos graves,
menos dignos de atención por parte de los Gobiernos y de la opinión pública”.
Al
mismo tiempo, ha afirmado el Pontífice, “se debe rechazar también el peligroso contraste
que algunos quieren establecer entre el derecho a la libertad religiosa y los demás
derechos del hombre, olvidando o negando así el papel central que el respeto de la
libertad religiosa tiene en la defensa y protección de la alta dignidad del hombre.
Todavía menos justificables son los intentos de oponer al derecho a la libertad religiosa
unos derechos pretendidamente nuevos, promovidos activamente por ciertos sectores
de la sociedad e incluidos en las legislaciones nacionales o en directivas internacionales,
pero que no son, en realidad, más que la expresión de deseos egoístas que no encuentran
fundamento en la auténtica naturaleza humana”.
Por último, es necesario
afirmar que no es suficiente una proclamación abstracta de la libertad religiosa:
esta norma fundamental de la vida social debe ser aplicada y respetada en todos los
niveles y ámbitos; de otra manera, a pesar de justas afirmaciones de principio, se
corre el riesgo de cometer profundas injusticias contra los ciudadanos que desean
profesar y practicar libremente su fe
Benedicto
XVI ha recordado que la promoción de una plena libertad religiosa de las comunidades
católicas es también el objetivo que persigue la Santa Sede cuando establece concordatos
u otros acuerdos. Y en este sentido ha señalado que el año pasado se ha concluido
y ha entrado en vigor un Acuerdo para la asistencia religiosa de los fieles católicos
de las fuerzas armadas en Bosnia-Herzegovina, y actualmente hay negociaciones en curso
en diversos países.
El Papa ha querido señalar con satisfacción que las autoridades
vietnamitas han aceptado la designación de un Representante pontificio que, visitando
las queridas comunidades católicas de ese País, “manifestará la solicitud del Sucesor
de Pedro”.
E igualmente ha recordado el Santo Padre que, durante el año pasado,
la red diplomática de la Santa Sede se ha reforzado en África, y que desde ahora goza
de una presencia estable, en tres países donde el nuncio no era residente. En este
sentido el Papa ha dicho que el próximo mes de noviembre viajará una vez más a ese
continente, visitando Benin, para entregar la Exhortación apostólica que recogerá
el fruto de los trabajos de la segunda Asamblea especial para África del Sínodo de
los Obispos.
Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye
un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera
repetir que la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas
a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad. La búsqueda sincera de Dios
ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas,
con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas
y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como
a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del
hombre con sus respectivas obligaciones
“En una sociedad
cada vez más globalizada, los cristianos -ha terminado diciendo el Santo Padre- están
llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la
justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades
humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también
con el testimonio de su propia fe y caridad».
En este sentido, el Papa ha resaltado
la figura emblemática de la Beata Madre Teresa de Calcuta. El centenario de su nacimiento
se ha celebrado en Tirana, en Skopje, en Pristina, así como en India. Le han rendido
un vibrante homenaje, no sólo la Iglesia, sino también las autoridades civiles y los
jefes religiosos, sin contar personas de todas las confesiones. Ejemplos como el suyo
muestran al mundo cuánto puede beneficiar a la sociedad el compromiso que nace de
la fe.
“Que ninguna sociedad humana –ha exhortado finalmente Benedicto XVI-
se prive voluntariamente de la contribución fundamental que constituyen las personas
y las comunidades religiosas. Como recuerda el Concilio Vaticano II, la sociedad,
asegurando plenamente a todos la justa libertad religiosa, podrá así gozar «de los
bienes de la justicia y de la paz que dimanan de la fidelidad de los hombres a Dios
y a su santa voluntad».